Corporativistas
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lqteran@yahoo.com.mx
Todos los pronósticos de los científicos y especialistas apuntan en el sentido que la pandemia del coronavirus se encuentra en su etapa de declive en nuestro País y que, en breve, las actividades empezarán paulatinamente hasta establecerse en “una nueva normalidad”, por regiones, con el beneplácito de la sociedad entera.
Se ha hecho largo el periodo de la cuarentena establecida por las autoridades de Salud con el fin de detener los efectos del coronavirus. La ciudadanía, salvo negritos en el arroz, ha cumplido con ejemplar entereza las disposiciones de la Secretaria de Salud, lo cual ha permitido que en el País haya una menor incidencia comparada con otras naciones del mundo, cuyos efectos han sido devastadores.
La epidemia ha dejado una honda huella a su paso por muchos países, en Asia, Europa y Estados Unidos. A la fecha, esos países apenas empiezan a salir de la contingencia sanitaria, con cifras de víctimas en algunos de ellos impresionantes. Podemos decir que, pese a todo, este país ha logrado implantar una estrategia adecuada a las circunstancias de la pandemia, y esto gracias a sus científicos y especialista, que han guiado a la población para enfrentar esta pandemia, coronado sus esfuerzos con (relativas) buenas cuentas.
La crisis derivada de la suspensión de labores, de empresas no vitales, de servicios y de todo el sistema educativo nacional por dos meses se espera pronto sea superada y el País reanude sus actividades productivas que permitan reactivar la economía.
Hay expectativas que auguran buenos nuevas en corto tiempo, pese a los agoreros del desastre que siempre están anunciando lo peor, con predicciones catastrofistas imposibles de cumplirse porque parten de una visión visceral, no objetiva, alejada de la realidad. Esos presagios pesimistas parten de condiciones subjetivas, sin bases sustantivas de viabilidad; es por eso que siempre sus augurios políticos y económicos no atinan a estropear el sendero del cambio por donde avanza la Nación.
El extraordinario monto de créditos que el Estado viene otorgando a los pequeños empresarios y al sector informal, así como a pescadores, los apoyos a los adultos mayores y a personas discapacitadas, así como las becas a estudiantes de educación media y superior tienen un impacto en los estratos más pobres del País. Ha sido, en plena contingencia, una acción de mucha importancia para paliar la pirámide de la pobreza social.
Los pobres en México son legión y esa mancha vergonzosa abarca la mitad de la población, se estiman 62 millones de pobres, a los cuales el cacareado progreso del neoliberalismo nunca llegó. Su atención era una urgencia, por eso los programas de gobierno que buscan revertir esa situación refrendan el cambio en nuestro País, es una realidad y una atinada política de gestión pública.
Claro, la derecha hubiera querido aprovechar la pandemia para seguir enriqueciendo a unos cuantos especuladores con la Salud y a políticos corruptos; hubo empresarios que pedían subsidios y que el Gobierno siguiera en el lema del pasado de “primero los ricos”; otros se niegan a pagar los impuestos que deben, y hasta ha salido un descarado ex Presidente a presionar para que el País tome millonarios préstamos de organismos internacionales, aumentando la de por sí descomunal deuda externa heredada.
Pero no, el Gobierno siguió priorizando primero los pobres y la política de austeridad republicana, mantenido los programas sociales que benefician a los que menos tienen y más lo necesitan. Y esto no es “populismo”, sino un acto de justicia, aparte de una gestión pública que no desvía recursos a la corrupción y sigue avanzando en sus proyectos estratégicos.
Queda claro, después de sufrir por más de ocho décadas un régimen autoritario y enemigo de las libertades democráticas, que la sociedad ha emprendido un camino sin retorno a esas nefastas prácticas de gobiernos corporativistas y corruptos, que usaban al pueblo como trampolín para escalar al poder, prohijando una casta de logreros con actitudes caciquiles en la política, que por fortuna ahora está destinada a desaparecer.
Ese tipo de gobernantes no volverán a la vida pública del País, sus trapacerías están en la memoria de los ciudadanos, y bajo ninguna circunstancia permitirán que vuelvan a hacer de las suyas con los intereses de la Nación, eso se acabó.