Coronavirus en Sinaloa: ¿lo estamos haciendo bien?
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alopez@noroeste.com
No sé cuántas veces recibí ayer el video donde el Gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, emite un mensaje a la población sobre las medidas tomadas por su gobierno para contener la epidemia de coronavirus en su territorio. Jalisco es ya el segundo estado en número de casos confirmados con 32.
“Ese sí es gobernador”, “quisiera vivir en Jalisco”, “esas son las medidas correctas”, “aquí vamos bien tarde”... eran las frases que acompañaban el video en mi WhatsApp. Prácticamente todas las opiniones eran aplaudiendo las acciones del gobierno de Jalisco.
Más allá de si Alfaro es un “gran gobernador” o no, el ejemplo me resulta útil para explicar un situación que vengo observando desde que la epidemia arrancó en México el 28 de febrero y ese mismo día se presentó un caso positivo en Culiacán. Una situación de incredulidad, desconfianza y desinformación entre la población y los actores que producen la narrativa sobre los hechos (el gobierno y organismos internacionales), pasando por quienes buscamos cuestionar, analizar y transmitir dicha información: periodistas y medios de comunicación.
Sobra decir que analizar y opinar sobre el comportamiento, los alcances y las consecuencias de una pandemia como la del Covid-19, sin conocimiento técnico en epidemiología, medicina, salud y hasta ¡matemáticas!, es arriesgado y puede resultar incluso irresponsable; por eso hablaré del fenómeno desde la perspectiva de la información a la que me dedico y he estudiado durante años.
Empiezo por dejar claro un hecho: información sobre qué es, cómo prevenir y qué hacer en caso de sospecha o confirmación de Covid-19 no solo existe, sino que ABUNDA. Autoridades de salud locales, nacionales e internacionales han puesto a disposición de todos vía redes sociales y portales de internet un cúmulo increíblemente grande y creativo de información para que los ciudadanos aprendamos, entendamos y nos cuidemos mejor. Primera lección: un mínimo de personas se informa correctamente. La mayor parte sigue preguntando cosas básicas en Facebook y opinando falsedades sin ningún sustento. Además, muchas personas se informan solo en redes o cadenas de WhatsApp, lo que los hace presa fácil de noticias falsas. De las teorías de conspiración ni hablamos.
Segunda lección: no creemos en los datos. Todos los días atendemos a la rueda de prensa vespertina en la que Salud Federal actualiza las cifras a nivel nacional. Mientras la rueda sucede se suben a la página de Salud el comunicado técnico, las tablas de casos positivos y la de casos sospechosos; con ese insumo construimos las gráficas que publicamos a diario en nuestras plataformas y cuya versión más acabada puede usted leer en nuestro especial de hoy “Coronavirus en transición”.
Ahí lo difícil es discriminar los datos para no abrumar y confundir. Buscamos analizar y entender patrones. También le preguntamos a funcionarios y especialistas cuando un dato no cuadra, nos falta alguno o no entendemos algo. Lo hacemos para informar lo mejor posible sin alarmar. Aún así: los comentarios de los lectores son: “los datos no son ciertos”, “están escondiendo algo”, “nos están echando mentiras”.
Esas reacciones me llevan al elefante en la sala: la enorme desconfianza que los mexicanos tienen de la información que les provee el gobierno y, también hay que decirlo, los medios. Es comprensible: el gobierno le ha mentido históricamente a los mexicanos y muchos medios también. Sobre todo en lo que toca a corrupción, seguridad y dinero público. En el caso del coronavirus no digo que no falten datos -o que no puedan faltar. Tampoco somos ingenuos: en esta crisis los políticos deciden en la tensión de procurar la mayor contención sanitaria con el menor impacto económico, al tiempo que cuidan su imagen e incrementan su rentabilidad política. Pero vale dejar claro que se comunica con los insumos que hay disponibles y los que se pueden conseguir a la mayor velocidad.
También se hace presente el fenómeno de la “autocomunicación de masas” que señala Manuel Castells, donde los usuarios son emisores/receptores con la capacidad de crear sus propios mensajes (o versiones de los mensajes oficiales) a través de redes más horizontales y sin la necesidad de los medios.
En ese contexto procuro ahora responder a la pregunta que titula este artículo: ante el coronavirus, con la información que tenemos, y dada la experiencia internacional, ¿lo estamos haciendo bien?
Yo creo que a medias y tengo dos argumentos.
Primero lo positivo: el gobierno estatal ha estado al pendiente desde el inicio de la epidemia y la información desde lo federal y lo estatal sobre los contagios y las medidas de autocuidado ha fluido abundante. El actuar de las autoridades educativas y de salud locales permitiendo que las instituciones y empresarios decidieran generó un clima en que la población inició medidas de distanciamiento por cuenta propia. Tal vez eso esté ayudando a aplanar la curva, pero todavía no lo sabemos. Preferiría, eso sí, más precisión y datos concretos en los boletines y menos transmisiones en vivo por parte de los funcionarios. Y también que el Presidente fuera ejemplo de autocuidado y no lo contrario.
Y, segundo, lo que me preocupa: pocas pruebas y recursos hospitalarios insuficientes. Ayer le tuiteé al Secretario de Salud de Sinaloa, el Dr. Efrén Encinas: “¿Cuál es el número preciso y total de camas de terapias intensiva, ventiladores y monitores con los que cuenta Sinaloa para hacer frente a la epidemia de Covid-19?”
Hasta la hora en que envío este artículo no me había respondido, pero el dato extraoficial es que hay apenas 100 ventiladores en Sinaloa, mientras que el pronóstico necesario en el punto álgido de la crisis sería mucho más alto. Lo explico: proyecciones de la Secretaría de Salud consideran que podría haber más de 250 mil contagiados en México y que el 7 por ciento de ellos requerirá hospitalización intensiva. Unos 17,500 a nivel nacional. Es decir, de 300 a 500 por estado.
Es claro, la infraestructura actual no alcanza. Todavía no sabemos si en México la curva de contagio será como en Corea del Sur o como en Italia, pero si es como la segunda y sucede un crecimiento súbito de casos, la crisis estallará en los pasillos de los hospitales.
La “esperanza”, y supongo que también el cálculo político de nuestros gobernantes, es que el aislamiento voluntario de la población y el autocuidado alcancen.
De la recesión que viene hablamos en la que sigue.