Coronavirus: Consecuencias en los mercados
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Esta semana hemos vividos alta volatilidad en los mercados financieros, tanto energéticos, como cambiarios, bursátiles y de bonos. Estos niveles de volatilidad, medidos por el índice VIX, no se veían desde finales de 2018, cuando la guerra arancelaria entre China y Estados Unidos parecía entrar en una dinámica incontrolable y el índice tocó 35 puntos.
Para contextualizar, los especialistas financieros consideran que este indicador se mantiene por debajo de 20 enteros cuando prevalece un mercado sin afectaciones de riesgos, pasa al rango de entre 20 y 30 unidades cuando el mercado es moderadamente afectado por riesgos y sube por encima de 30 puntos cuando el mercado está ya impregnado por elementos de alto riesgo. En esta semana el indicador VIX ha alcanzado niveles de 60 enteros.
Si bien este cuadro de aumentos en la volatilidad inició desde hace un par de semanas, cuando los analistas empezaban a aterrizar las protecciones de los efectos económicos del coronavirus, no fue sino hasta este fin de semana que pasaron de ser tan sólo un cúmulo de especulaciones y escenarios a materializarse en datos duros. Fue a partir de la reunión de la semana pasada en Viena, cuando la Organización de Países Exportadores de Petróleo se congregó para discutir sobre una baja en las cuotas de producción, que las especulaciones se convirtieron en hechos.
Es ya una convencionalidad que los países productores de crudo manipulan abiertamente sus cuotas de producción para empatar los niveles de oferta con los de demanda, tratando de alcanzar un balance entre el precio y el número de barriles vendidos para optimizar sus ingresos totales. La Organización de Países Exportadores de Petróleo, donde Arabia Saudita es el principal productor y líder de facto, controla una tercera parte del oleaginoso consumido en todo el mundo. Si al cártel le sumamos a algunos países aliados, que normalmente se suman a las disposiciones dictadas por la Organización, tenemos un grupo de países productores que controlan más de la mitad del petróleo consumido en el planeta. Este grupo se conoce informalmente como OPEP+ (se lee opep plus).
Así, motivado por las expectativas de una menor actividad económica para los próximos meses por la propagación del coronavirus, Arabia Saudita tenía varios días presionando por una reducción de 1.5 millones de barriles diarios. Rusia, que no es miembro de la Organización, pero se le considera como un aliado externo (miembro de la OPEP+), no estaba a favor de un recorte, sino que pretendía mantener el suministro en los mismos niveles hasta finales del segundo trimestre.
Fue en la reunión del 05 y 06 de marzo cuando el cartel petrolero estaba a punto de acordar recortes más profundos en la producción del hidrocarburo en respuesta al impacto de la demanda del coronavirus. Sin embargo, en esta ocasión, el viejo aliado moscovita no votó en el mismo sentido que el grupo. Rusia no participó en la reunión del jueves, pero sí en la del viernes. Fue ahí donde dio a conocer su negativa al recorte, argumentando que un ajuste de tal calibre no se daba desde la Gran Crisis Económica que inició en 2008.
El cartel petrolero puso sobre la mesa sólidos argumentos para tratar de convencer al tercer productor de crudo más poderoso del mundo de aceptar una baja en la producción, entre los que destacaban los efectos del virus originado en China: menores desplazamientos en coche, muchos menos vuelos desde y hacia el gigante asiático y problemáticas en varias industrias por los cuellos de botella en las cadenas de suministro. Se señaló que la compra de crudo por parte del gigante asiático se estaba hundiendo, arrastrando con ella a la demanda global en su conjunto. Sin embargo, la respuesta rusa siguió siendo no.
Así, Arabia Saudita, ante la negativa rusa, anunció durante el fin de semana una nueva y poderosa disposición a contrasentido: no sólo no reduciría sus cuotas de producción, sino que las aumentaría a partir del 01 de abril, ofreciendo descuentos a los países consumidores de petróleo. Entre estos países (algunos del norte y oriente de Europa) se encuentran varios clientes de Rusia, situación que marcó un ambiente de encono entre ambos productores del oleaginoso.
Si bien Rusia tiene en este momento algunos fondos de reserva que pueden apoyar sus finanzas públicas y soportar un periodo finito de bajos ingresos por renta petrolera, otros países como Venezuela, Libia y Nigeria, que son miembros activos de la Organización, estaban contando con este recorte para detener la caída en los precios de su principal fuente de ingresos: el petróleo. México, al margen, también ha visto afectaciones por la medida.
El domingo por la noche los futuros del petróleo cayeron en picada. Los acompañaron los futuros de prácticamente todas las bolsas de valores y, en consecuencia, abultadas depreciaciones de monedas de países emergentes frente al dólar estadounidense. En tan solo un día el crudo ajustó alrededor de 25 por ciento, magnitud que no se presentaba en un movimiento de un solo día desde 1991, cuando se iniciaba la Guerra del Golfo. El petróleo más comercializado en la unión americana, West Texas Intermediate, pasó de 41 a menos de 30 dólares por barril en menos de 24 horas. Las bolsas de valores más importantes del globo ajustaron también ese lunes negro rangos de entre 7 y 9 por ciento. El resto de la semana ha estado marcado por altibajos intensos.
El peso mexicano, por su parte, pasó de un cierre interbancario del viernes 06 de marzo en 20.11 unidades por dólar a cotizaciones eufóricas el domingo 08 por la noche y el lunes 09 por la mañana de hasta 21.90 enteros por cada dólar. México, al ser considerado todavía un país productor (cuando en realidad consume más de lo que produce) y al tener una moneda ampliamente operada en todo el mundo, vio al peso presentar altibajos no vistos en muchos meses. Las tasas de interés se desquiciaron momentáneamente y muchos fondos de inversión presentaron valuaciones disparadas entre martes y miércoles de esta semana.
Entonces, ¿qué podemos esperar? Para empezar, la tormenta apenas empieza. El nuevo esquema económico global permite que inversionistas de todo el mundo entren y salgan de distintas economías buscando su propio beneficio. Una operación cambiaria y una transferencia se pueden hacer con mucha facilidad. Estas migraciones de capitales en algunas ocasiones buscan altos rendimientos, pero en otras buscan seguridad. Durante los próximos días veremos migraciones masivas de flujos, la mayoría de ellas buscando destinos seguros, para después de semanas o meses regresar a mercados más riesgosos y rentables.
Es el caso que durante las próximas semanas tendremos jornadas de alta volatilidad. Seguramente veremos, cada vez con más intensidad, apoyos monetarios, fiscales o económicos de parte de los gobiernos para apoyar a los sectores poblacionales más vulnerables por la propagación del coronavirus. Algunos bancos centrales ya han iniciado bajas en tasas de referencia, mientras que otros han empezado ya a direccionar recursos extraordinarios a sus sectores de salud. Entre tanto, presenciaremos algunos brotes inflacionarios y algunos cuadros de poco, nulo o negativo crecimiento económico. Entonces, las economías más aptas serán las primeras en pasar a una nueva etapa de recuperación, regreso a la senda del crecimiento y esperando por nuevas crisis o retos por afrontar. Todo es cíclico. Ha sido, es y seguirá siendo cíclico. Sin embargo, estos ciclos pueden durar semanas, meses o años y en éstos algunos hacen fortuna y otros van a la bancarrota.
La comparación más cercana al escenario que vivimos en este momento la tenemos en la década pasada, cuando en octubre de 2014 la misma Organización de Países Exportadores de Petróleo tenía su cónclave oficial. En ese año se veía venir una baja en los precios del crudo por una expectativa de desaceleración, coincidentemente, de la economía de China. El crudo había gozado durante los tres años previos de una alta cotización, donde el West Texas Intermediate había oscilado entre los 90 y los 100 dólares por barril, pero después del verano de 2014 los precios empezaron a bajar.
Fue entonces, cuando el crudo de referencia tocaba los 40 dólares por barril, que Arabia Saudita y sus colegas de la Organización, decidieron no reducir sus cuotas de producción para detener la caída del precio. Sin embargo, en esa ocasión el objetivo era otro. Estados Unidos había desarrollado desde 2008 y 2009 una nueva tecnología que le permitía extraer petróleo reventando las paredes petrificadas de los yacimientos que se mantenían impregnadas: literalmente encontraron la manera de sacar oro negro de las piedras. Había llegado el fracking.
Esta nueva técnica, que además de no ser amigable con el medio ambiente, es poco eficiente, compleja y cara, le permitió a Estados Unidos pasar de ser el principal consumidor de petróleo del mundo a ser uno de los principales productores en apenas un lustro. Esto no agradaba del todo a los productores tradicionales. Así que decidieron dejar que el precio del barril de crudo siguiera cayendo, hasta menos de 30 dólares, incluso, nivel que se encontraba por debajo de los niveles de costo de los nuevos productores norteamericanos, pero no de los costos de los viejos productores tradicionales. Mientras el petróleo rondó los 100 dólares por barril, fue rentable para los productores norteamericanos; cuando la cotización bajó de 40 dólares, dejó de serlo.
Este ejercicio de competencia energética, como era de esperarse, tuvo consecuencias para México. El tipo de cambio interbancario pasó de noviembre de 2014 a enero de 2017 de menos de 14 a 22 pesos por dólar. En ese lapso hubo otros elementos que deterioraron la valuación de la moneda azteca, entre los que destacan la agresiva campaña presidencial de Donald Trump hacia México cuando pretendía llegar a la Presidencia de nuestro vecino país del norte.
Así, justo un día antes de la toma de protesta del Presidente Trump, el peso mexicano presentó su segunda peor cotización interbancaria intradía histórica en 22.03 unidades por dólar (sólo superada por el 22.66 interbancario de ayer, cuando la Organización Mundial de la Salud categorizó formalmente al coronavirus como pandemia). Después de ese momento, las condiciones económicas y financieras empezaron a favorecer al peso mexicano y a la vuelta de seis meses la paridad interbancaria se encontraba rondando los 17.50 pesos por dólar. El peso mexicano, después de una intensa depreciación de más de 26 meses, se había apreciado más de un 20 por ciento en seis meses. La paridad no regresó a los 14 pesos por dólar, tampoco mantuvo una depreciación perenne.
¿Qué consecuencias tendremos en México? La actual baja en los precios internacionales del crudo afecta directamente al precio de las mezclas mexicanas (entre las que destaca el Maya) y, en consecuencia, no ayuda a la paraestatal mexicana Petróleos Mexicanos. La entidad perdió en 2018 180 mil millones de pesos y en 2019 aumentó drásticamente su pérdida a más de 340 mil millones de pesos. Si bien tocó un punto bajo de inflexión en la producción en octubre de 2019, para retomar una incipiente inercia de crecimiento de noviembre a la fecha, la empresa está lejos de alcanzar su punto de equilibrio. Además, la actual baja en los precios del crudo no le favorece en nada para dicho propósito.
El riesgo latente más cercano que tiene México es la baja en la calificación de Petróleos Mexicanos. Algunos analistas creen que las calificadoras se han tardado en la degradación, pero es un hecho que el Gobierno de México todavía cuenta con algunos saldos a favor de tres fondos de estabilización. Atentos, el mayor de ellos, Fondo de Estabilización de Ingresos Presupuestarios, inició el 2019 con un saldo de casi 280 mil millones de pesos y recibe 2020 con un monto de menos de 160 mil millones de pesos. De más está decir que se utilizaron más de 120 mil millones en circunstancias mucho más halagüeñas que las que se avecinan.
Una baja recaudación por concepto de impuestos en nuestro país tampoco ayuda a generar confianza. El paquete presupuestal 2020 presupone un crecimiento económico de 2.0 por ciento, con los cobros de impuestos correspondientes a dicho nivel de actividad económica. Un crecimiento económico más bajo, automáticamente se traduce en una menor recaudación por parte de autoridad, afectando la situación de las finanzas públicas y abonando, también, a una baja en la calificación crediticia del País. Una baja en la calificación crediticia deriva altas tasas de interés, menor crecimiento económico y, a la postre, depreciaciones de la moneda.
Si el Gobierno de México puede sortear estas dos vicisitudes que se avecinan, seguramente veremos una recuperación del peso mexicano después de la crisis que impera actualmente. En este tenor, podríamos esperar que una vez estabilizados los mercados, tanto el peso mexicano, como otros activos de riesgo se revalúen y recuperen algo del valor perdido en el frenesí de los fatalistas. No podemos saber hasta dónde ni cuándo se tocarán los máximos o los mínimos, pero sí podemos intuir que la actividad económica mundial se estabilizará y volverá a florecer alcanzando nuevas etapas de auge.
Hay que estar atentos. Los más agresivos pueden encontrar estos niveles de volatilidad para comprar instrumentos de renta variable a mucho menor costo comparado con las cotizaciones de hace apenas unos días. Los más conservadores pueden esperar y ver como las variables económicas y financieras tarde o temprano tienden a regresar a la calma. Sigamos atentos; nos vemos en la próxima colaboración.