Corazón resiliente

Vladimir Ramírez
29 octubre 2019

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Eran las 4 de la tarde del domingo 27 de octubre en el estadio de Dorados en Culiacán, la gente llegaba por cientos, poco más de 2 mil personas se estima, en su mayoría jóvenes, personas y familias de diferentes partes de la ciudad y con actividades distintas que se congregaron en un acto de manifestación pacífica. Los aglutinaba la convocatoria para reunir el deseo de paz y la preocupación por los niveles de violencia que se vivieron en los sucesos del jueves 17 de octubre en la capital de Sinaloa.

Ese domingo, diversas expresiones se pudieron observar y compartir esa tarde, la que muy seguramente queda para la historia y la memoria de muchos de los que pudimos estar y enterarnos de lo que ahí se vivió, organizaciones de distinta índole hicieron presencia para de muchas maneras expresar el anhelo de una mejor y más civilizada convivencia de quienes vivimos en esta ciudad. Un evento que representó una voz que significó la expresión de aliento, resiliencia y mutua aspiración por un objetivo común.

Yo estuve ahí, en el último tramo donde se concentraron todos esos corazones, que como bien lo expresa el logo que representa a la organización “Culiacán Valiente”: un ser humano sosteniendo, a fuerza de voluntad y compromiso, el corazón de una ciudad que palpita para compartirse, para ser sentido, observado y pensado. Y así fue, todos, los que de alguna manera u otra fuimos testigos de este acto de manifestación pública, nos quedamos con la reflexión y la esperanza de que algún día en nuestra sociedad el problema de la violencia y el crimen organizado sean parte de un pasado irrepetible.

Confieso que es un tanto difícil pensar que me hubiera gustado la presencia de más personas ese día, muchas más y no sólo el punto 0.2 por ciento aproximado de la población de Culiacán, -pero-, ese pero que de verdad me molesta tener que reconocer, pero que tengo que aceptar que no estuvimos todos los que somos, pero, es cierto también, éramos todos los que estuvimos, y por algo se empieza como se comentaba por los que asistieron.

“Culiacán Valiente no es sólo esta tarde, yo sí creo que será más que hoy, hay mañana para Culiacán Valiente”, me decía Arturo Soto, comunicador, amigo y paisano de Navolato avecindado en esta ciudad, con el que compartí algunos comentarios y el deseo de larga vida para lo que ahí se inició.
Soy un convencido de que eventos como los del domingo pasado son un valioso estimulante para pensar y reflexionar de la importancia de implicarnos como familias, ciudadanos y comunidad en la dimensión de problemas de violencia social como la que hoy vivimos. Una preocupación que se comparte y nos involucra a todos queramos o no, y que por ser un problema social nos incumbe inevitablemente.

No creo que en Culiacán haya persona que pueda negar o pensar diferente a que nuestro problema de violencia se origina en el narcotráfico y el crimen organizado, que sus causas son multifactoriales y que perdura de forma circular por factores como la corrupción, la impunidad, la pobreza, la desigualdad social, la pérdida de valores, la falta de oportunidades, una demanda creciente de drogas que rebaSa nuestras fronteras nacionales, por mencionar tan sólo algunos. O certezas tales como que sus efectos han debilitado el Estado de Derecho de nuestro País, dañado nuestro tejido social, amenazado nuestra seguridad pública y puesto en riesgo el futuro de nuestra juventud, sus familias y sobre todo el deseo legítimo de bienestar social como aspiración de futuro común.

El reto de cambiar esta realidad no es de ninguna manera menor, como tampoco sencillo, es complejo, requiere compromiso y conciencia social, exige una reflexión profunda y colectiva. Pensar y repensar lo que hasta ahora hemos hecho como sociedad, revisar experiencias y replantearse los supuestos sobre las causas y efectos.

Considerar estudios académicos y científicos que nos ayuden a comprender la diversidad de factores que la originan, como los resultados del estudio realizado por Daron Acemoglu, profesor de economía del Instituto Tecnológico de Massachusetts y James A. Robinson politólogo de la Universidad de Harvard, en su libro “Por qué fracasan los países”, una búsqueda por entender los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza en sociedades como la nuestra. Una hipótesis en el que se afirma que los países fracasan no por causas culturales o geográficas, un planteamiento que coloca de nuevo a las instituciones del Estado en el primer plano, en el que se afirma que los países mejoran cuando ponen en marcha instituciones políticas y económicas adecuadas para favorecer el crecimiento y desarrollo de sus habitantes, pero que a menudo fracasan estrepitosamente cuando dichas instituciones se anquilosan o no logran adaptarse a la dinámica de los cambios sociales.

Tal vez esta idea podría ser un referente para que en nuestra condición de ciudadanía, asumamos el compromiso de voltear a ver a nuestras instituciones del Estado, de conocerlas a fondo en tanto se crearon como organizaciones de interés público en el que descansa la responsabilidad de resolver y dar respuestas a las necesidades y demandas de una sociedad, como la nuestra, que requiere urgentemente disminuir, inhibir y evitar el crecimiento de la violencia y el crimen organizado desde su multifactorial y compleja diversidad. Tener la valentía no sólo de tomar y hacer nuestras las calles de la ciudad, sino también a nuestras instituciones. Ese es el Culiacán valiente que reflexiono, veo y pienso para el futuro después de lo que compartí aquella tarde del domingo 27 en el corazón resiliente de la ciudad y sus tres ríos.

Hasta aquí mi opinión, los espero en este espacio el próximo viernes.