Confidencias de Montaigne
Confidencias fue una revista muy popular, especialmente para damas, que se publicó en los años 50 y 60 del siglo pasado. Tuvo una gran difusión porque trataba temas de interés y consejos prácticos aplicables en la vida diaria. El término proviene del latín y significa algo dicho con toda confianza, o una persona que es digna de brindársela. La palabra contraria (o antónima) sería infidencia, que equivale a perder, traicionar o violar la confianza.
Algunos escritores, en tono intimista y coloquial, acostumbran narrar confidencias de su vida, preferencias, costumbres, apetencias o anécdotas de personajes. Estos relatos pueden estar enmarcados en autobiografías o en simples memorias contadas al alimón, como hizo Montaigne en los Ensayos, que podríamos calificar como su autorretrato: “He aquí un libro de buena fe, lector. Él te advierte desde la entrada que con él no persigo ningún otro fin que el doméstico y privado. Yo no he tenido en consideración ni tu servicio ni mi gloria”.
Precisó, aún más, el objetivo de sus confidencias: “Si hubiera sido hecho para buscar el favor del mundo, me hubiera adornado mejor y me presentaría en una actitud estudiada. Yo quiero sólo que en él me vean con mi manera de ser sencilla, natural y ordinaria, sin contención ni artificio, porque es a mí mismo a quien pinto. Se leerán aquí mis defectos en vivo y mi forma de ser ingenua tanto como me lo ha permitido el respeto público”.
Señaló que trató de guardar recato y decencia en la narración, porque en su país no se permitía pintarse “de cuerpo entero y totalmente desnudo”. Incluso, previno al lector de que, como él era la materia de estudio, “no es razón para que ocupes tu ocio en tema tan frívolo y vano”.
¿Me gustan las confidencias?