Concentración estratégica

Carlos A. Dumois
27 noviembre 2019

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Saber gestionar oportunidades es la base de la creación de valor.

Primacía de la oportunidad sobre el objetivo, decía Carlos Llano, fundador del IPADE. Esta frase es un llamado al realismo. No podemos pensar que en nuestros planes y proyectos podemos contener toda la realidad. Ella siempre será mayor que la más potente imaginación.
El ejercicio elemental de la Dueñez radica en asegurarnos que nuestra organización está centrada sobre sus mejores oportunidades. Este es justamente el sustento de la relevancia.
El empresario que sepa aplicar el principio de la concentración estratégica tendrá la esencia de la producción de riqueza. Este principio nos lleva por un camino selectivo, no queriendo ser siempre más grande, ni ofreciendo todos los productos o mercados, sino solamente aquellos que fortalezcan nuestro liderazgo y generen mayores rendimientos.
El principio de la concentración estratégica se basa en tres postulados fundamentales. Comprenderlos es fundamental.
El primero dice que manejemos cada negocio como si fuera el único. Esto significa que si la empresa esta conformada por un grupo de negocios, hay que armar todo para manejar cada uno realmente como si fuera el único.
Lo anterior implica pintar rayas: los dirigentes de la empresa tienen que verla como un portafolio de negocios donde las líneas divisorias entre todos ellos estén claras. Los contadores de la empresa han de aprender a llevar cuentas de cada negocio y de cada parte del negocio, segregando y midiendo cada uno por separado.
Los planeadores tienen que hacer planes de cada negocio, como si fuera único. Cada uno tiene que ser líder, rentable, permanente, exitoso. Que estas líneas divisorias sean cuidadas y respetadas es algo que al máximo líder le toca exigir.
El segundo postulado dice: los mejores recursos a las mejores oportunidades. Hay que apuntarle a lo mejor, a no perder el tiempo en negocios marginales. Se trata de asegurarnos de que los mejores tiempos y personas, talentos y productos, estén asignados para ser aprovechados en pos de los mejores mercados, proyectos, problemas, retos, clientes, etc.
Mejores recursos a mejores oportunidades es un continuo reacomodo, es dirigir la empresa con un radar multidireccional, activo todo el tiempo, para detectar, ante los retos y prioridades actuales, cuáles son nuestras mejores opciones y cómo atenderlas con lo mejor que tenemos.
El tercer postulado nos plantea el abandono estratégico. Esta afirmación significa que lo no seleccionado no va, que lo no elegido no cabe. Si hemos puesto rayas para dividir la medición de cada negocio, ¿para qué continuar desgastándonos en negocios mediocres donde no podemos ser líderes.
La oportunidad y el recurso que no son óptimos, ¿para qué atenderlos? El abandono es doloroso, y a quien más le duele es al dueño; y precisamente por eso la exigencia de abandono debe provenir de él, es responsabilidad suya.
La decisión cabal de concentración no existe si no hay abandono; éste es fruto del coraje, de la voluntad de crecer sin engordar. Abandonar es eliminar distracciones, es liberar energías gastadas en opciones pobres para ponerlas a disposición de mejores derroteros.
A veces uno dice: “pero es que ese negocio no me quita tiempo; es que ese mercado no consume muchos recursos; es que a esa línea de producto no hay que destinarle muchas horas de máquina; es que a ese proyecto no hay que invertirle mucho; es que...”. Son pretextos para solapar la mediocridad. El abandono cierra el círculo, garantiza que la decisión de concentración sea plena, maximiza la generación de valor; es el resultado de una Dueñez eficaz.
Cada negocio como único. Mejores recursos a mejores oportunidades. Abandono oportuno. Ésta es la ruta de la concentración estratégica, que constituye, en sus tres aspectos, el quehacer propio de la Dueñez. Aprendamos a interpretarla y a aplicarla: ¡aprendamos a crecer creando valor!


Carlos A. Dumois es Presidente y Socio Fundador de CEDEM.
* “Dueñez®” es una marca registrada por Carlos A. Dumois.