Con disfraz
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Lo que parecía vil propaganda -es un “peligro para México”- está ante nuestros ojos. Ya no se trata de posturas ideológicas o partidarias, de filias o fobias personales. Debemos admitirlo: nuestra democracia está en peligro.
Peligro, porque el jefe del Ejecutivo está enfermo, lo admite. Su salud es muy frágil, las dolorosas exhibiciones de su desvaríos, cada día son más frecuentes. Si eso ocurre frente a las cámaras, qué estará ocurriendo en los pasillos. En peligro, porque sus decisiones y actitudes son cada vez más descabelladas. Los relevos en la Secretaría de Economía, justo en el momento de mayor tensión formal con nuestro principal socio comercial, momento crucial en que se demanda experiencia y conocimiento de la materia, no auguran nada bueno. La derrota en el panel puede afectar el ingreso de millones, muchos de ellos pobres.
En peligro, porque escuchar no es lo suyo, pero ahora, en la desesperación, no tiene oídos para nadie. O casi. En plena tempestad, con el narco festejando el descontrol y su penetración en las esferas políticas que ya es grotesca, el Presidente de nuevo niega la realidad. Su legitimidad cae a diario nadando en un mar de cash. Aquellos que él cree son sus amigos, no lo cuidan, hoy aprovechan su debilidad para colocar sus fichas.
¿Amigos? El General Secretario viene dando muestras de insensatez desde hace tiempo: declaraciones amenazantes, el ostentoso pecho repleto de insignias, muchas más de las que cargó Churchill. Todo esto en el contexto de un yes man. ¿Aduanas?, véngase a mi reino; aeropuerto, puertos, línea aérea; banco, de todo. Mexicanos Unidos contra la Delincuencia, en un excelente estudio -“El negocio de la militarización”- calcula 277 funciones civiles absorbidas por las Fuerzas Armadas. Las otrora contenidas, hoy son miradas desde Estados Unidos como la línea conductora de la penetración de droga. Pero el General Secretario vive en Sedenalandia, allí todo lo que se pinte de verde olivo, es auténtica ganancia. Y en esas estaban, cuando se les cruzó la Guacamaya y ahora son sinónimo de debilidad, justo ellos, hackeados. También de ineficacia, ya no son esperanza. A pesar de los crecientes dineros, la seguridad solo empeora, la complicidad está a flor de piel. Qué decir de la corrupción. ¿Por qué tanta opacidad en sus adquisiciones y contrataciones? Envanecido, el General Secretario en los hechos traiciona a la institución a la que se debe. Aceptar funciones para las cuales no están capacitados, no es simple obediencia, es irresponsabilidad frente a México.
Su lectura de nuestra República asombra. Rechazó su comparecencia en la sede de los Diputados a los que pidió ir a su oficina y después les canceló. La rendición de cuentas pactada en el Senado recibió, como bienvenida, un escupitajo. O será que no estamos leyendo bien. Cuatro años de abierta militarización de tracto sucesivo, sin pausa. Suponíamos que el Jefe Supremo las mandaba. ¿Será? El recuento sacude: desplazamiento de las fuerzas civiles de seguridad; regiones en las cuales los carteles parecen operar con licencia; la liberación del hijo de “El Chapo” que los ridiculizó, porque no entendieron las prioridades de Palacio, eje superior; violaciones a derechos humanos que se ahogan en la CNDH; muchos dineros para uso discrecional, cero rendición de cuentas; legislaciones a modo aprobadas como trámite. ¿Ir a la Cámara? Pero si ya somos otro poder.
Las Fuerzas Armadas ya están en control de áreas estratégicas. Hay varios gobernadores bajo sospecha de sólo ser fachada. Las votaciones en el Legislativo se logran pisando colas que las y hay muy largas, abriendo expedientes o amenazando con tales. El Presidente amaga desde su tribuna, lo cual es ilegal, a periodistas y medios, a opositores, a jueces y ministros y, por supuesto, al órgano electoral, como lo haría un dictador.
Administradores, constructores, policías, están por todos lados. Admitámoslo aunque nos duela, está no es una dictadura en ciernes, simplemente llevan disfraz. Ya ocurrió.