Comunión y sobriedad
En el Ángelus del domingo 14 de julio, el Papa Francisco se refirió a dos actitudes trascendentales que deben animar a todo ser humano: el sentido de comunión y la dinámica de sobriedad.
La importancia de la primera actitud es una verdad de Perogrullo: estamos llamados a caminar juntos y a formar comunidad para adquirir fortaleza. Bien dice el libro del Eclesiastés: “Más valen dos que uno solo, pues obtienen mayor ganancia de su esfuerzo. Pues si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo que cae!, que no tiene quien lo levante. Si dos se acuestan, tienen calor; pero él solo ¿cómo se calentará? Si atacan a uno, los dos harán frente. La cuerda de tres hilos no es fácil de romper” (4,9-12).
De igual forma, en el Documento de Aparecida, que son las conclusiones de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, realizada en Brasil del 13 al 31 de mayo de 2007, se puntualizó que la soledad y la vida cómoda no aprovechan ni son buenas consejeras: “La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad” (DA 360).
Por eso, Bergoglio subrayó: “Si, por el contrario, cada uno va por su cuenta, si lo que cuentan son solo las cosas - que nunca son suficientes -, si no nos escuchamos, si prevalecen el individualismo y la envidia, el aire se vuelve pesado, la vida, difícil y los encuentros se convierten más en una ocasión de inquietud, de tristeza y de desaliento que de alegría”.
Finalmente, preguntó: ¿me esfuerzo por caminar junto a los demás, compartiendo con ellos ideas y capacidades, con la mente abierta y el corazón generoso? Y finalmente: ¿Sé cultivar un estilo de vida sobrio y atento a las necesidades de los hermanos?
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