Compartir nuestra luz
""
rfonseca@noroeste.com
rodifo54@hotmail.com
Cada uno de nosotros tenemos algo de luz para compartir a los demás. Ninguno está encerrado en la celda de la más absoluta tiniebla. Tal vez pensemos que no podemos transmitir demasiada luz, pero no es necesario que nos convirtamos en poderoso faro, basta con ser modesto relámpago que deshaga las tinieblas de la noche.
Es común escuchar expresiones acerca de lo mal que va el mundo. Se comenta a voz en cuello que todo es violencia, maldad, caos y desorden. Sin embargo, son pocas las personas que comprenden que de nada sirve pronunciar lamentos, sino que se involucran para tratar de remediar las tinieblas circundantes. Son conscientes de que con la luz de un pequeño fósforo bastaría para iniciar un portentoso incendio que erradique la oscuridad.
El filósofo oriental Hu-Song narró a sus discípulos una aleccionadora historia: “Varios hombres habían quedado encerrados por error en una oscura caverna donde no podían ver casi nada. Pasó algún tiempo, y uno de ellos logró encender una pequeña tea. Pero la luz que daba era tan escasa que aun así no se podía ver nada. Al hombre, sin embargo, se le ocurrió que con su luz podía ayudar a que cada uno de los demás prendieran su propia tea y así, compartiendo la llama con todos, la caverna se iluminó”.
Uno de los discípulos preguntó el significado de aquella narración: “¿Qué nos enseña, maestro, este relato?” Y Hu-Song contestó: “Nos enseña que nuestra luz sigue siendo oscuridad si no la compartimos con el prójimo. Y también nos dice que el compartir nuestra luz no la desvanece, sino que, por el contrario, la hace crecer”.
Jesús fue muy claro al decir que nosotros somos luz del mundo (Mt 5,13).
¿Comparto mi luz? ¿Me quejo de la circundante oscuridad?