Comparaciones desafortunadas
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Dice un refrán que las comparaciones son odiosas. Y sí, hay comparaciones que lesionan la dignidad de las personas, como cuando se compara a un hermano con otro y se dice: “¿Por qué no eres como él?”
Sin embargo, no todas las comparaciones son odiosas. Hay comparaciones que ayudan a comprender y dimensionar mejor las cosas. Una metáfora o comparación actúa a manera de ejemplo y ayuda en muchas ocasiones a clarificar lo que se desea acentuar y compartir. Por ejemplo, si dijéramos “el Messi mexicano”, quedaría claro que estamos hablando de un futbolista mexicano fuera de serie o que se sale de la media, aunque ahorita el brillo del argentino no esté en su mejor momento.
No obstante, es fundamental comprender dónde y cómo hacer recurso a una comparación. A veces no se tiene en cuenta el lugar, momento, auditorio o la forma debida para enunciar una comparación. Y esto, a fin de cuentas, puede dar al traste con la seriedad y propósito de la declaración.
Llegados a este punto, creo que será muy claro al lector el tema de esta columna. Nos referimos a la desafortunada comparación que utilizó el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en su discurso para participar en la reunión a distancia de la ONU.
Hablando de Benito Juárez, prácticamente lo equiparó con el fascismo: “Se le conoció como el Benemérito de las Américas. Fue tan importante su proceder y su fama que Benito Mussolini lleva ese nombre porque su papá quiso que se llamara como Benito Juárez”.
No era una “mañanera”, era un comunicado oficial ante la ONU. No es la primera comparación desafortunada, recordemos cuando dijo que México había actuado mejor que España respecto a los efectos sanitarios y económicos provocados por la pandemia.
¿Cuido mis comparaciones?