Como anillo al dedo: AMLO
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alopez@noroeste.com
“Nos vino esto como anillo al dedo para afianzar el propósito de la cuarta transformación”, dijo López Obrador en una de sus más desafortunadas frases desde que el Covid-19 llegó a México.
El dicho presidencial alimenta el nerviosismo. Puesto que una pandemia no es un anillo, obliga a preguntar: ¿cuál es ese propósito?
Lo sabremos hoy a las 5 de la tarde, cuando el Presidente presente su plan económico para hacerle frente a la recesión que ya está encima. Bajo la premisa de que durante las crisis de este tipo todos pierden, las acciones que AMLO presente hoy mostrarán cuales son las prioridades de su gobierno y definirán el rumbo del mismo.
El marco económico mínimo de lo que viene puede encontrarse en los Precriterios 2021 donde Hacienda reconoce una recesión de entre -3.9 por ciento (pesimista) y 0.1 por ciento (optimista) para 2020 y de 1.5 a 3.5 por ciento para 2021; una inflación de 3.5 por ciento para 2020 y de 3.2 para 2021; un tipo de cambio de 22.9 para finales del año y de 21.3 promedio para 2021 y un precio promedio de 24 dólares por barril de petróleo para 2020 y de 30 para 2021.
Mientras la incertidumbre domina, el Presidente se reitera “optimista” y asegura que no estamos ante un debacle. En contraste, Bank of America estima una caída catastrófica de hasta -8 por ciento.
El economista Santiago Levy publicó en Nexos el ensayo “Superemos juntos la emergencia”, con propuestas muy puntuales para conseguir tres objetivos: 1) minimizar los costos humanos de la pandemia; 2) minimizar el impacto regresivo de la crisis protegiendo los ingresos de los trabajadores, principalmente los pobres; y 3) preservar la estabilidad macroeconómica y la capacidad de retomar el crecimiento después de la pandemia.
Sobre el primer objetivo, la estrategia del gobierno federal en materia sanitaria es clara: aplanar la curva, ganar tiempo, comprar equipo y evitar lo que nadie quiere ver: que los enfermos saturen los hospitales y no haya capacidad de atenderlos. Nadie quiere repetir la experiencia de España o Italia, sin importar filiación o ideología política. También es cierto que hemos hecho muchas menos pruebas que otros países y, ahora que el contagio comunitario empieza a determinar la curva, cabe la posibilidad de un subregistro peligroso.
En lo segundo la cosa es más compleja: Levy plantea apoyar a cuatro tipos de trabajadores: 1) con transferencias directas a beneficiarios pobres de Becas Benito Juárez; 2) con la suspensión durante 4 meses de las aportaciones obrero-patronales de asalariados al IMSS, así como otros 4 meses de subsidio parcial de esas nóminas para reducir los costos laborales de las empresas entre 17 por ciento y 26 por ciento, así como la suspensión del impuesto estatal sobre nómina y el acceso a crédito a través de la Banca de Desarrollo pero solo para empresas que no despidan a nadie; 3) con transferencias directas a no asalariados inscritos en el SAT; y 4) a los asalariados y no asalariados no inscritos a ninguno de los anteriores, es decir los informales, por medio de programas sectoriales y estatales. El objetivo general sería “cero despidos y cero cierres de empresas”, recalca Levy.
En el tercer objetivo el economista plantea que México necesita tomar deuda para aumentar el gasto contracíclico, pero dada la debilidad estructural de la economía, la condición crítica de Pemex y el nivel de riesgo país, nuestro país no puede endeudarse igual que Alemania o Francia. Por eso sugiere legislar una sobretasa de impuestos que entre en vigor una vez superada la crisis a mediados de 2021. Eso implicaría un gran pacto político, empresarial y obrero.
Coincido con muchas de las propuestas de Levy, pero más allá del diseño y la instrumentación específica de este u otro plan, hay que recordar el elemento clave que se encuentra ausente: la confianza. Pues a pesar de las reuniones entre el sector empresarial y el Presidente, ayer Canacintra reiteró que no hay ningún acuerdo con el gobierno federal para mantener el empleo o reactivar la economía: “... nos está pidiendo lo imposible: pagar al 100 por ciento de impuestos y contribuciones teniendo cero ingresos”. Coparmex se ha manifestado en el mismo sentido de la urgencia y la necesidad de construir un pacto colectivo para atender la crisis.
Por su parte, el Presidente ha dejado entrever que su idea es seguir recaudando para mantener los programas sociales para grupos vulnerables. Eso está bien, pero no puede hacerlo a costa de sacrificar el sector más productivo: las pequeñas y medianas empresas que generan el grueso de los empleos formales de este país. No es un asunto ideológico, simplemente no es sostenible.
El plan ya va tarde, pero ojalá el Presidente López Obrador presente hoy un plan incluyente, preciso y acorde en magnitud con el reto que tiene -¡tenemos!- enfrente. Si insiste en dividir, si se mantiene inflexible y desdeña la evidencia y las recomendaciones, la realidad lo alcanzará muy pronto. Perderá entonces la oportunidad histórica de transformar al país y su derrota será la de todos. Tristemente, al igual que en otros países, esta crisis nos dejará miles de enfermos y miles de muertos, todavía no sabemos cuántos... pero muchos más pobres.