Colgar de la cruz

Rodolfo Díaz Fonseca
26 abril 2020

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Jesús invitó a sus discípulos a tomar su cruz, pero en ocasiones nos parece un asunto metafórico o romántico. El sentido de su frase es muy directo y literal: nadie puede ir tras de él si no es capaz de participar del sacrificio que Él voluntariamente asumió.

Más que seguir el ejemplo de Jesucristo, algunos de nosotros preferimos escenificar el papel de quienes lo señalaron y condenaron gritando: “Crucifícalo, crucifícalo”.
Sí, es más fácil interpretar el papel de acusador o juez que el de víctima y acusado. La mayoría prefiere formar parte de quienes se burlan, señalan y acusan, que del bando de los que tienen que callar, orar y suplicar por los que “no saben lo que hacen”.
En la undécima estación del Vía Crucis -Jesús es clavado en la cruz-, participó un sacerdote que fue acusado injustamente y, posteriormente, a los 10 años fue absuelto al comprobarse su inocencia.
Expresó: “Como sacerdote, muchas veces medité esta página del Evangelio. Y cuando un día me pusieron en una cruz, sentí todo el peso de aquel madero: la acusación estaba hecha de palabras duras como clavos, se me hizo muy cuesta arriba, el padecimiento se me grabó en la piel. El momento más oscuro fue ver mi nombre colgado fuera de la sala del tribunal; en ese instante comprendí que era un hombre que estaba obligado a demostrar su inocencia sin ser culpable”.
No obstante, la recompensa fue más dulce que la miel: “El día que fui absuelto de todos los cargos, descubrí que era más feliz que diez años atrás; pude tocar con mi mano la acción de Dios en mi vida. Colgado en la cruz, mi sacerdocio se iluminó”.
¿Estoy dispuesto no solamente a tomar la cruz, sino a colgar de ella?
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@rodolfodiazf