Co-creación y trabajo público
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pabloayala2070@gmail.com
A Neto
Hay que tener la piel muy dura para dedicarse en cuerpo y alma a la empresa de formar ciudadanos comprometidos. Los obstáculos, innumerables e insidiosos, con facilidad abollan el ánimo, desdibujan los sueños y menguan la fuerza, tanto que, en ocasiones, lo más cuerdo es renunciar a la misión saltando por la borda. Por eso, quienes hacen de la educación ciudadana su causa no son, ni pueden ser, santos, mártires o héroes; son personas que se formaron en la fila de los hartos e indignados que supieron pactar con la obcecación para convertirla en su aliada. A fuerza de verse de frente tantas y tantas veces con la miseria, les resulta imposible verla pavonearse y permanecer en calidad de mudo testigo ante ella. Quienes abrazaron la tarea de formar en el compromiso ciudadano no son ese tipo de público que, cómodamente apoltronado, se conforma viendo la lidia de toros desde la barrera.
Con todo, no se sienten llamados a lo imposible. Son amantes de la vida; vividores a rabiar. Expertos en torcerle la mano a lo simple para que nos muestre su maravilla. Por eso, dicen, a la comunidad no solo se va a trabajar; a la comunidad también se va a comer, divertirse, convivir, reconocer, aprender, disfrutar e, incluso, pasar el tiempo. Están convencidos que el trabajo comunitario no debe resultar ingrato; fatigoso sí, pero no doloroso. Por eso, el encuentro con la comunidad siempre representa la oportunidad de vivir en ella un cacho del día y exprimir lo que reste de alegría en otro lugar.
En el mundillo de quienes se dedican a la formación ciudadana es amplia la coloratura de voces. Sigue estrujándome el compás de los tonos graves que provienen de voces amargas y afligidas; he vibrado de emoción con las inexplicablemente entusiastas; soñado con las comprometidas y maravillado con las admirables. La voz de Ernesto Benavides, el Neto, fue cantarina y entusiasta. Una voz que nunca dejará de resonar en mi cabeza.
La primera vez que escuché el término “Public Work”, trabajo público, vino de boca del Neto; mi descubrimiento se dio mientras comíamos en una de las tantas bancas que salpican las explanadas del campus Guadalajara. “¿En serio no te has metido a leer del Public Work y la co-creación? ¡No lo puedo creer! Estoy seguro que te va encantar; va en la línea de lo que tú hablas. Yo le he terqueado mucho a Harry Boyte, el mero mero en este tema, porque quiero que venga al Tec, pero no se ha podido; el viejo no se ha dejado convencer, pero yo soy más terco que él. Necesito que venga a enseñarnos técnicas para trabajar en comunidades marginadas, y bajar todo el rollo hasta las clases. ¿Qué Pablito? ¿Te avientas a estudiar el tema para que me ayudes a aterrizarlo en el servicio social?”. Siendo cosa de estudio y trabajo en comunidad, pensé, pero, sobretodo, conociendo a Neto, no pude negarme. Al tiempo confirmo que fue un gran acierto. Van unas cuantas razones de las que en otro momento hablé en este mismo espacio.
A inicios de este siglo, en el marco de la reflexión académica en torno a la formación ciudadana, comenzaron a resonar los términos participación activa, diálogo sostenido, deliberación, gestión ciudadana y, entre otros más, “agencia cívica”; en este caso, la traducción literal traiciona el espíritu del término, ya que podría entenderse mucho mejor si lo utilizamos como “agencia ciudadana”.
El punto de partida de la agencia ciudadana descansa en la siguiente premisa: la reconstrucción de nuestra sociedad, además de decisiones públicas coherentes, exige a la ciudadanía un compromiso profundo para trabajar codo a codo en la construcción y sostenimiento de la vida democrática. A esta forma de participar y organizarse en el espacio social Harry C. Boyte le denomina “trabajo público”.
Lo dicho suena a cosa fácil, sin embargo, el afán resulta ser más complejo de lo que parece, porque exige una serie de competencias que van mucho más allá de lo que hemos formado desde casa y las aulas.
Para Boyte, la ciudad se convierte en una instancia o agente formador de ciudadanos comprometidos con “el bien común”. Desde esta perspectiva, no puede haber un solo responsable de generar/crear soluciones a los problemas comunes, sino más bien, son los ciudadanos quienes trabajan de manera conjunta, para resolverlos. Va un ejemplo para clarificar la cuestión.
Imagine que al lado de la escuela que está frente a su casa hay un parque abandonado que suelen visitar personas para esconderse, drogarse o huir de quienes les persiguen. Más que un espacio público para la recreación, el parque es un depósito de basura, un peligro público. Estando las cosas como están, ¿cabría esperar que el Ayuntamiento o el vecino que todo lo resuelve se haga cargo del problema?
El planteamiento derivado del trabajo público y la co-creación señala que la atención de problemas similares al del parque abandonado, exige a los miembros de la comunidad el desarrollo de una serie de habilidades para auto-organizarse, co-dirigirse, poner en marcha esfuerzos a través de la cooperación justa e igualitaria y, entre otras competencias ciudadanas, identificar todos los incentivos que formen parte del bien común. Es importante hacer una precisión sobre este último aspecto: el trabajo público se refiere a prácticas que se dan al interior de las comunidades o entre ellas, distanciándose de aquellas iniciativas “democratizadoras” que se impulsan o promueven desde cualquier élite, por ejemplo, el grupo de estudiantes que organiza a las señoras del barrio para que entre ellas nombren a la representante que entregará las cobijas o las despensas que aquellos recolectaron.
En ese sentido, el trabajo público, está mucho más próximo al trabajo comunitario, es decir a esa forma de trabajo que realizan los grupos para dar solución a los problemas que les son comunes, y que no sería posible resolverlos si estos no se abordan de manera conjunta.
Como señalaba, aunque el horizonte del trabajo público resulta promisorio, al menos en el caso mexicano, existen muchas barreras para que una idea tan poderosa llegue a buen puerto. Como refiere el propio Harry C. Boyte, el trabajo público fácilmente puede confundirse con un ideal inalcanzable de ciudadanía, (no son muchos los vecinos que estarían dispuestos a dejar las sábanas el domingo para levantarse a limpiar el parque abandonado); tampoco parece sencillo que la ciudadanía, sin el impulso de una instancia externa, se auto-organice y de manera colaborativa, justa y equitativa se ponga manos a la obra para resolver los problemas que le aquejan, aunque sea más que sabido que las soluciones a nuestros problemas no caerán del cielo.
El Neto siempre estuvo convencido que la co-creación no era exclusiva de los países nórdicos. No se equivocó. Son muchos los espacios donde él, pegando sus hombros a los de la comunidad, cantarina, entusiasta y felizmente, logró que la agencia ciudadana dejara de ser un sueño.
No tengo duda que en la dimensión donde hoy habita, está viendo la forma de seguir co-creando. Gracias por todo Neto. Hasta siempre.