Cien días esperando la paz en Sinaloa
Un lunes sin homicidios, la efímera fe
Ayer se cumplieron 100 días del conflicto entre células del narcotráfico que altera la seguridad pública en la franja de Sinaloa que abarca desde Culiacán a Escuinapa, por cierto sin que se registraran homicidios dolosos en la víspera, el lunes, como si la paz nos llegara a cuentagotas con jornadas de violencia desbordada y lapsos de cero víctimas. Es evidente también que en la amplia zona de esta guerra proceden a establecerse islas de paz por el empeño de gente pacífica que necesita estar tranquila al menos durante las celebraciones de la época.
En esta especie de centena trágica queda en evidencia que no somos una comunidad que se acostumbre a vivir entre ajustes de cuentas del hampa. Tampoco un pueblo que añoremos la paz que nunca la hemos conocido completa. Infortunadamente en el último cuatrimestre de 2024 el salvajismo nos reduce a rehenes del amedrentamiento que sabíamos regresaría sin estimar acaso la dimensión de los apocamientos que traía consigo. Por mucho tiempo, desde la despiadada Operación Cóndor de los 70, hemos sido disminuidos una y otra vez a víctimas, deudos y sobrevivientes.
Desde hace al menos tres semanas hay días de alta y baja intensidad en la beligerancia interna del Cártel de Sinaloa, altibajos que la población traduce en breves encrucijadas para el encierro o hacer vida normal. A como sea, las plazas públicas, centros comerciales, calles y casas vuelven a palpitar con la movilidad y actividades fincadas en la esperanza del alto al fuego y el cese también de los hechos delictivos que derivan. No es la paz que provee el Gobierno ni la pax narca; es el esfuerzo ciudadano por superar miedos, reclusión y sentimientos de desamparo.
Pero hacía tiempo que la nota roja no carecía de la víctima letal que salpicara con sangre las portadas de medios impresos o los titulares de la cobertura periodística digital, no obstante que resulta imposible evaluar cómo estamos y lo que viene con base a sólo 24 horas sin asesinatos. Aunque acabara de tajo el enfrentamiento de los hijos de Ismael Zambada García contra los de Joaquín Guzmán Loera, el estado de psicosis perdurará en esta Navidad y la bienvenida al Año Nuevo sin funcionar en esta ocasión la apuesta a la desmemoria.
Un día sin muertes violentas seguirá siendo un reto para las autoridades federales y estatales, un ruego para el crimen organizado y una ilusión para los sinaloenses en general. Así como nadie imaginó ni previó las consecuencias del traslado forzado que por medios extrajudiciales puso a “El Mayo” a disposición de la justicia de Estados Unidos, tampoco hay alguien que conozca los plazos y el modo de desenlace de la presente situación de barbarie.
Cien días son pocos para tan alto saldo mortal, con el promedio de 5.8 víctimas diarias, y 673 personas privadas de la libertad, 6.8 cada 24 horas. Ese balance trágico, sin embargo, resignifica cualquier indicio de civilidad por mínimo que sea y el centenar de jornadas de sol a sol sintiendo que las balas están por alcanzarnos nos señalan el tamaño de los arrestos que tenemos que sacar a relucir como sociedad en la reconquista de escenarios de tranquilidad y legalidad cimentada en la civilidad, orden, educación, cultura y recreación al alcance de todos.
En el cotejo de esperanzas y desalientos es justo reconocer lo que el Gobierno ha logrado con la fuerza pública federal y estatal conteniendo a la gran delincuencia. Hasta el lunes, según el reporte del Secretario de Seguridad Pública de Sinaloa, Gerardo Mérida Sánchez, del 9 de septiembre al 15 de diciembre han sido detenidas 190 personas, aseguradas 905 armas de fuego de las cuales 765 son de alto poder y 140 cortas, así como 109 granadas, 4 mil 434 cargadores y más de 249 mil 100 cartuchos.
Aun así, ninguna institución o servidor público está en posibilidad de anticipar la conclusión o continuación de la barbarie como tampoco fue calculada en los plazos y efectos. El Gobernador ha sido reiterativo en que “la inseguridad ahí sigue, ahí está todavía latente, nos mortifica pero la estamos combatiendo”. En ese mismo sentido, el Secretario de Seguridad Pública y Protección Ciudadana del Gobierno Federal, Omar García Harfuch, lo ha dicho de manera más polémica: “durará lo que sea necesario”.
Y ya van 100 días y los resultados que presenta el Gobierno no alcanzan para erigir optimismos. Un destello de fe incita a recuperar los espacios públicos, a pausar el toque de queda domiciliario y en dichos afanes nos descubre la lobreguez de la desesperanza. Y forzamos a la Navidad para que nutra certidumbres aunque la expectativa positiva dure lo que una luz de bengala encendida. Por eso la intempestiva alegría por los días sin muertos está sujeta a que horas después la violencia nos reviente la burbuja de fe.
Entonces vamos por más días de cero violencia sin esperar de brazos cruzados a que sean por acto providencial sino por la acción ciudadana pacificadora. Que venga el aliciente de decenas de fechas en calma hasta que la realidad convenza de que una vez nos sintamos a salvo podemos reconstruirnos desde lo individual y lo comunitario.
En medio de los meses inciertos,
Al fin llegó un amanecer bien,
Pues en la víspera del día cien,
Sinaloa no reportó muertos.
Trayendo la instrucción de parte de la Presidenta Claudia Sheinbaum para no quitar el dedo del renglón hasta que estemos tranquilos los sinaloenses, ayer debió regresar a Culiacán el Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, seguramente con el balance sobre el despliegue de efectivos y labor de inteligencia de las secretarías de la Defensa Nacional, de Marina y Guardia Nacional. ¿Cambio de estrategia o alforja repleta de buenas noticias? La expectativa ciudadana en torno al funcionario federal anda por las nubes.