China, la extraña máquina del tiempo
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En muchas ciudades chinas podemos ver cómo conviven los rascacielos con los tejados tradicionales de barrios antiguos, a veces tan cercanos que podemos tomar una de esas fotos surrealistas de “lo viejo y lo nuevo”. Podemos ir a villas alejadas de las grandes urbes y ver la vida rural que se sigue pareciendo a la China clásica, pero ese tipo de cosa existe en prácticamente todos los países. Hay una segunda “máquina del tiempo” en la moderna sociedad china, reconocible sólo por occidentales. Nosotros estamos acostumbrados a referirnos a nuestra línea de tiempo de una manera convencional que damos por hecha: Edad Media, Renacimiento, Reforma, Ilustración... y de forma más cercana, agrupamos convenientemente eventos y manifestaciones culturales por décadas: decimos cómo fueron los 60, los 70 y así. Pero “los 60” ó “los 70” en China no tienen ninguna relación con los “nuestros”. China se abrió al mundo en 1982, pero los primeros años fueron de apertura tan sólo comercial y la llegada de importaciones culturales no empezó sino hasta más tarde, de forma limitada. A finales de los 80 una Coca-Cola era un artículo de super lujo, por poner un ejemplo.
Entonces tenemos como resultado que, en tan sólo 25 años, China ha intentado digerir muchas décadas de producción cultural occidental, y lo que podemos ver hoy mismo es una curiosa mescolanza de cosas que son de vanguardia con cosas que para nosotros son “pasadas de moda”, así como intentos constantes y a veces cómicos de “ser modernos”.
Tenemos a jóvenes que son más fans de Internet que nosotros; gente que ya hace literalmente todas sus compras en línea; y pioneros de la novela por entregas en redes sociales. Y por otro lado una escena musical casi desprovista de toda creatividad, que mezcla las fórmulas de Kenny G con el pop más meloso y genérico de los 70 y 80. El cine que se hace es vanguardista en efectos especiales, pero sigue reciclando las historias de héroes marciales de toda la vida; la televisión ha pasado en 15 años de ser un medio de difusión cultural típico de un estado centralista, a una espantosa amalgama de lo peor que ofrece Occidente (como reality shows) con las sensibilidades más cursis y propagandísticas del país.
En fin, que la lista sigue y sigue, pero como digo, estos contrastes son notables sólo para occidentales, pues los chinos no tienen un marco de referencia para hacer la comparación para poder ver “de qué década proviene” cada cosa que se pone de moda.
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El autor es académico ExaTec y asesor de negocios internacionales radicado en China