Cherán, la participación ciudadana y Sinaloa
12 agosto 2017
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No soy tuitstar pero tengo mis troles. Uno que se distingue por su constancia es Guillermo Prieto. Don Memo no me baja de sionista y promotor de la “democracia Mickey Mouse”.
Normalmente no contesto descalificaciones porque no hay sustancia allí, sin embargo, dentro de las acusaciones, don Memo insiste en una idea interesante: el modelo político de Cherán y sus posibles implicaciones para la política sinaloense y nacional.
Le cuento: Cherán es uno de los 113 municipios de Michoacán. Según Wikipedia tiene un territorio de 223 kilómetros cuadrados y en el censo del Inegi (2010) registro 18,141 habitantes. Su población es mayoritariamente purépecha.
Pero lo que hace “especial” a Cherán no es su clima templado, sino que en 2011 un movimiento ciudadano canceló las elecciones constitucionales y eligió su ayuntamiento sin intervención de partidos políticos mediante el sistema de usos y costumbres. Es decir, echaron fuera a delincuentes y a la “casta política corrupta” (cómo le dice Don Memo) y “el pueblo” se apropió del poder.
Hay dos preguntas a explorar sobre Cherán. Primero, ¿un modelo comunitario como el de Cherán es replicable en Sinaloa u algún otro territorio? Y segundo, por mucho que se antoje correr a nuestros diputados, ¿podemos encontrar maneras más efectivas de organizarnos cuando es obvio que la acción ciudadana no han sido suficiente para que la clase política cambie?
El modelo de Cherán es romántico pero insuficiente. Como señalan Nick Srnicek y Alex Williams en “Inventar el futuro”, la democracia directa funciona en poblaciones pequeñas donde los miembros son capaces de conocerse personalmente y confiar entre ellos; dónde no es necesaria la mediación y la afinidad es factor de unidad.
En Cherán los partidos políticos fueron prohibidos porque los consideran causa de división. Cada uno de los cuatro distritos eligió a un representante para un consejo del pueblo. Además se establecieron puestos de control armados en las tres carreteras que llegan al poblado. Cinco años después, todavía existen esos puestos de control según una nota de la BBC. El pueblo es vigilado por miembros de la Ronda Comunitaria, una fuerza formada por hombres y mujeres que detiene a cada vehículo para preguntar a sus ocupantes de dónde vienen y hacia dónde van.
Sacar a políticos y delincuentes “a patadas” suena bonito pero no alcanza para un modelo democrático general y escalable en un mundo definido por las reglas del capitalismo y el libre mercado. Es cierto que en Cherán la violencia se redujo dramáticamente, pero siguen siendo un pueblo pobre. Los gobiernos Federal y Estatal respetan su modelo de organización pero les siguen dotando de recursos y servicios públicos.
Por eso creo que la verdadera lección de Cherán no es su comunitarismo sino la pregunta de hasta dónde la acción ciudadana puede cambiar las cosas más allá del ámbito local. Todos hemos visto la tensión a la que hemos llegado en Sinaloa entre ciudadanos y políticos en la cancha del Congreso. Los primeros se ven cada vez más enojados y los segundos se dicen agraviados. No hay construcción posible allí, puro diálogo de sordos.
En el mismo libro, Srnicek y Williams critican la “política folk”. Un concepto que rechaza la complejidad del mundo actual (globalización, política internacional y cambio climático) y que surge más como una respuesta al espectáculo de la política contemporánea que como una propuesta alternativa. Un concepto que no alcanza para articular soluciones estructurales en un mundo dominado por el paradigma neoliberal. Y lo dicen de un modo brutal:
“...el problema de la democracia hoy en día no es que la gente quiera tener voz y voto en todos y cada uno de los aspectos de su vida. El verdadero asunto del déficit democrático es que las decisiones más importantes de la sociedad están fuera de las manos de las personas comunes”.
Es decir, el horizontalismo que enfatiza la acción directa, el rechazo a las formas de dominación y la adhesión a la democracia directa permiten una especie de válvula de escape pero a menudo no alcanza para cambiar lo importante. Eso sí, genera un amplio impacto mediático por su naturaleza empática: “uno siente que hace algo, aunque no cambie nada”. Podemos decir misa, pero nuestros diputados hicieron su trabajo y nos pasaron por enfrente su descaro: aprobaron la regresiva reforma al artículo 37 y las cuentas de Mario López Valdez. ¿O no?
¿Entonces no hay que manifestarse y protestar? Claro que sí, lo que intento precisar es que es un comienzo y no un destino. Para que sea efectivo hay que llevar la organización a niveles más sofisticados (con metodología, seguimiento, coordinación e institucionalización). Porque si queremos cambiar sistemas y estructuras hay que hacerlo con dos herramientas: información e instituciones.
Cambiar nuestra política es posible. Desde afuera, con presión, y desde adentro, con inteligencia.
Librero
¿Es posible pensar una nueva izquierda? Seguro. ¿Cómo debería ser? Ahí está el detalle, pero le aseguro que no es la que propone El Peje. Lea: “Inventar el futuro: poscapitalismo y un mundo sin trabajo”. Nick Srnicek y Alex Williams (Malpaso).