Certezas
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Inicia el año de recuperación con una buena noticia, el aumento del salario mínimo decretado por la Secretaría de Economía y la campaña de vacunación contra la pandemia, que proyecta para abril o para mayo tener a toda la población vacunada.
Pese a los augurios pesimistas de los nostálgicos del pasado, los ciudadanos siguen firmes en su apoyo al cambio democrático que vive el País. El pueblo ha mostrado una gran madurez y comprendido que no puede bajar la guardia en lograr su objetivo, que es consolidar los cambios puestos en marcha para abatir las desigualdades y reducir el índice de pobreza prevaleciente en México, resultado del abandono en que se mantuvo a grandes núcleos sociales durante más de tres décadas, privándolos de los más elementales apoyos por parte del Estado.
Resultado de esa política elitista y clasista, de un universo de 8 millones de pobres que había en el País en 1982, se saltó a la increíble cifra de 62 millones de pobres el 2018, algo inédito en un país como México, uno de los más ricos en recursos naturales del mundo. Tal desastre fue lo que dejó la aplicación de las políticas privatizadoras que se establecieron y produjeron ese estallido exponencial de la pobreza que dejó atónitos a economistas y expertos en medir las desigualdades sociales.
No podían creer la terrible desigualdad que día a día se acumulaba ante la insensibilidad de los gobiernos prianistas, los cuales actuaban como si todo estuviera normal, no les importaban las carencias de los más débiles, no cambiaban de estrategia; al contrario, aceleraban más su idea de la privatización de la economía en detrimento de las mayorías, con serias consecuencias para la paz social; no les importaba el sufrimiento de los oprimidos.
Alcanzar la paz y la concordia después del desastre en que se sumergió al País, con una descomposición sin precedentes, es la tarea que ha emprendido el actual régimen democrático.
Después de la Revolución de 1910 se vivía una armonía fraterna, principalmente en la provincia. Con la llegada del neoliberalismo, con Salinas al poder, se dio al traste con la armonía social existente y se provocó un mal más entre muchos otros, que afectó el entramado de la familia, como nunca se había visto en todos los rincones de la Nación, dándose un giro completamente ajeno a la idiosincrasia de pueblo mexicano; hoy, dentro del cambio que viene impulsando el gobierno de la cuarta transformación, se incluye restaurar el entramado social como parte de volver a las raíces del carácter alegre y armónico que por siglos ha caracterizado a este noble pueblo.
Es mucho el trabajo que se tiene que desplegar en las aulas y en el seno familiar, para restituir la paz y la concordia que siempre ha prevalecido dentro de la sociedad de esta gran Nación; que, repito, se desquició a partir de las políticas erráticas establecidas por el salinato, hasta el 2018. Fueron cinco sexenios seguidos en el que los neoliberales gobernaron sólo en interés de una pequeña minoría de grandes potentados extranjeros y nacionales.
Esos intereses fueron derrotados en la elección del 1 de junio del 2018. Se espera que nunca más vuelvan esos políticos a sentar sus reales de rapiña y latrocinio, porque ya sabemos que son capaces de llegar a niveles inconcebibles de corrupción e impunidad. Es en esa larga noche neoliberal cuando sucedieron oprobiosos crímenes, algunos de lesa humanidad, que en este país nadie podía pensar que ocurrieran, el solo pensar lo que sucedió en Acteal, en Tlataya, en Ayotzinapa o, durante el negro periodo del criminal Calderón, da pena. El actual régimen, en muchos sentidos, se puede decir que es de reconstrucción nacional, vistos los hechos y estropicios de los gobiernos pasados.
Los ciudadanos están conscientes de lo que significa el triunfo de la derecha, por lo que en la elección del 6 de junio que viene van a concurrir masivamente a las urnas con una decisión inquebrantable: no permitir ningún retroceso y seguir avanzando en el cambio verdadero.