Caterva

Lorenzo Q. Terán
30 septiembre 2020

""

lqteran@yahoo.com.mx

 

Pese a cierta premura, fruto de su poco eco social -y, la cada vez más cercana, elección intermedia de 2021-, los conservadores han intentado sembrar nubarrones en el cielo del ambiente nacional, con magros resultados, más bien perdiendo credibilidad.

Esas nubes se han diluido, sin que se produjeran los impactos deseados por el conservadurismo en el ambiente político, más allá de su cobertura en los medios tradicionales, que se ven rebatidos puntualmente por las “benditas redes sociales”.

Estos barruntos son algo normal, e indican un adelantado inicio de la contienda electoral, que cubrirá la agenda del próximo año, donde 15 estados elegirán a su nuevo Gobernador y habrá de renovarse la Cámara de Diputados.

Que se disipen los augurios de tormenta, en parte, se atribuye a la ecuanimidad del Gobierno de garantizar las libertades políticas de manera plena, sin que haya lugar a represiones de ningún tipo, ni de infiltrados tirapiedras, listos para actuar como provocadores en la oportunidad que se les presente. Qué diferencia tener un gobierno democrático, que respeta la libertad de manifestación, a aquellos antaño espectáculos de represión y del uso abusivo de la fuerza pública para imponer sus cacareadas “reformas” neoliberales.

Por lo que observamos, las fuerzas del atraso, que buscan esparcir la incertidumbre, van derechito al fracaso y a una pérdida creciente de credibilidad. De ahí las expresiones de crispación, los rostros de sus líderes enfadados, el desencanto de sus seguidores, sus casas de campaña vacías de gente.

Para el pueblo y la democracia el panorama político nacional pinta bien. Lo sentimos por los nostálgicos del antiguo régimen, su añoranza está de antemano frustrada, pues nadan a contracorriente de la ciudadanía, que no olvida ni perdona todos los estropicios y corruptelas que cometieron sus gobiernos.

El régimen actual, por el contrario, privilegia un gobierno honesto, de corte popular, con programas que ayudan a los marginados, tratando a toda costa de reducir la franja de las desigualdades sociales
Esa política cuenta con un amplio consenso ciudadano en el País. En la medida que se impulse la economía de los de abajo, se aumentará el consumo, produciéndose un desarrollo sostenido en los sectores que forman el entramado de la sociedad; y, en automático, todos los núcleos sociales se insertarán en el desarrollo, rompiendo con inercias ancestrales, sobre todo por la forma equivocada en cómo se venía concentrando la riqueza en sólo un reducido grupo selecto, que cada vez amasaba inmensa fortunas al amparo del Estado mexicano; no se trata de dichos, sino de hechos.
Cuando afirmamos lo difícil que es que los partidos políticos tradicionales puedan triunfar en las próximas elecciones en el País, es porque hay una fuerte repulsa por parte de la ciudadanía que sufrió su desdén y autoritarismo en carne propia. Para que los partidos tradicionales vuelvan al poder político, como dice la gente coloquialmente, “está en chino”; existe un ofuscamiento social muy bien ganado por esa caterva de políticos en todo el territorio nacional; no hay, de Norte a Sur, opiniones de los ciudadanos que los favorezcan, todo se resume a un rechazo abrumador al prianismo por parte de la ciudadanía.

En conclusión, los candidatos del cambio y la regeneración del País van en caballo de hacienda apoyados por una ciudadanía entusiasta. Los que contienden por los partidos tradicionales tienen magras esperanzas, vienen de gobiernos con gran opacidad y los ciudadanos, que los estigmatizan, los consideran “cartuchos quemados”. Porque debemos saber que los ciudadanos no son masoquistas, como para votar por los que sistemáticamente los han traicionado,
Un futuro lleno de buenas nuevas es lo que los mexicanos advierten en el horizonte nacional, con optimismo y entusiasmo ven un porvenir que los espera.