Campañas, calor y Cambio Climático

Juan Carlos Rojo Carrascal
20 mayo 2024

Sin exagerar, éstos últimos días he vivido los peores calores de mi vida. Pasar más de dos semanas con temperaturas que pasan los 45 grados en la ciudad de Mérida me ha llevado a reflexionar sobre todo lo que nos espera este año y los siguientes mientras no hagamos cambios radicales en nuestros estilos de vida. El sur de Brasil y el noreste de Afganistán se inundan, Canadá y México arden en incendios forestales, la ciudad de México no puede controlar la contaminación y el calor rompe todos los récords en nuestro país apenas a mitad de la primavera. Todos estos acontecimientos están generando migraciones forzadas, enfermedades y la pérdida de vida de miles de personas en el mundo.

En México, luego de padecer una de las peores sequías en los últimos meses, pronto estaremos hablando de grandes inundaciones y violentas tormentas como está sucediendo ya en otros países. Y aunque sufrimos de sequía, la nuestra es mínima comparada con el llamado estrés hídrico que sufre el Oriente Medio y el Norte de África, donde el 83 por ciento de la población está expuesta ya a la carencia del vital líquido.

La quinta y última extinción masiva, según teorías científicas, sucedió aproximadamente hace 66 millones de años luego del impacto de un meteorito en Chicxulub, en la península de Yucatán. Ahora los investigadores no dudan en afirmar que estamos ya viviendo la “sexta extinción masiva” y la primera que no es provocada por la actividad natural de la Tierra, sino que está siendo promovida por una sola especie que prolifera sin freno por todas las latitudes: el Homo Sapiens. Somos nosotros mismos quienes estamos generando una nueva extinción en el planeta que lo único que provocará es la regeneración de nuevos ecosistemas donde el ser humano quizá ya no tenga cabida.

Por lo pronto seguimos sin aceptar abiertamente el cambio climático ya presente en nuestras vidas. Se habla mucho, pero no se actúa nada o muy poco y de forma excesivamente lenta. El planeta está urgido de cambios radicales que no sucederán hasta vernos obligados a ellos. El modo de consumo desenfrenado en que estamos inmersos nos hace ignorar la realidad. No habrá una solución a este escenario si no es con sucesos de grandes impactos como cada vez se verán más en el mundo. Los incendios, volcanes, temblores, huracanes, inundaciones, pandemias, contingencias ambientales y las temperaturas cada vez más extremas; serán las que nos harán inevitablemente frenar este ritmo, como ya lo hizo un microscópico virus en todo el mundo.

Nada de los anteriores sucesos son de origen natural, todos son provocados por la acción humana. Los cambios de temperatura están proliferando en las grandes ciudades donde cada vez se deforesta y se pavimenta más. Las inundaciones suceden cuando se invaden zonas de riesgo y se impermeabilizan y erosionan los suelos en las ciudades. Los temblores generan tragedias por el desconocimiento -o quizá la desatención- de la naturaleza de un lugar. No concibo, por ejemplo, que luego de los grandes sismos de la ciudad de México se construyan edificios como la torre Mitikah con 68 pisos que solo significa una lamentable muestra de la ilimitada soberbia humana que cada día crece más.

El cambio climático es una realidad, lo estamos padeciendo y no hemos mostrado a nivel mundial, el mínimo esfuerzo por enfrentarlo. El pasado 17 de mayo el termómetro marcó una sensación térmica de 47 grados centígrados en Mérida. Se tenía previsto como el día más cálido de la temporada y así fue. Ese día el viento fue ligero y excesivamente caliente. Se apreció durante todo el día una espesa neblina que acentuaba un ambiente apocalíptico donde ni las aves se mostraron activas como generalmente sucede en la ciudad. Atinadamente se suspendieron las clases en todos los recintos escolares a causa de las altas temperaturas registradas.

En este ambiente, las campañas electorales no bajan la guardia y las propuestas de los y las candidatas lamentablemente no ofrecen más que seguir con este ritmo de expansión en las ciudades. Sigo de cerca las campañas para las alcaldías de Mérida y de Culiacán, y sus “mejores” ofertas se centran en la pavimentación de miles de calles y darle “más fluidez” al tráfico vehicular sin pensar en las consecuencias que esto traerá. Esta tendencia se debe, seguramente, a que una de las mayores aspiraciones ciudadanas es tener su calle pavimentada y ser propietario de un automóvil. Deseo que es la consecuencia de construir por décadas un modelo de ciudad para los automóviles sin promover nuevas estrategias urbanas.

Pocas propuestas se escuchan entre los y las candidatas de una reforestación masiva de la ciudad o de la generación de incentivos fiscales para que la ciudadanía incremente área verde en sus predios, incluso con azoteas verdes o para construir edificios que no demanden tanto consumo de energía. Esto nunca se ha impulsado desde el gobierno. No escucho propuestas para impulsar una verdadera reducción y separación de basura o para multiplicar la cantidad de parques y espacios recreativos o de ocio. Tampoco se exponen estrategias claras y convincentes de cómo generar condiciones para que la gente pueda caminar o usar la bicicleta con mejores condiciones de seguridad y comodidad. Incluso no se habla de posibles estrategias para detener la expansión urbana que se asume como algo “inevitable” a lo que debemos adaptarnos.

La reflexión a la que te quiero invitar estimado lector es que todos formamos parte del problema. Estas condiciones de temperatura nos hacen abusar cada vez más de los sistemas de refrigeración -quienes tenemos el privilegio de tenerlo- y en Mérida esto ha generado una excesiva demanda que ya está generando continuos apagones por las limitaciones que tiene el suministro de energía. Los apagones, que se extienden por varias horas, se dan justo en los momentos de mayor demanda, es decir cuando más intenso está el calor. Esto ha generado verdaderos estragos en varios sectores de la población, incluso en quienes no disponen de aire acondicionado -que son la mayoría- y no pueden disponer de la energía para hacer funcionar un ventilador o un refrigerador. Esto comienza también a suceder en Culiacán y este año, a partir de julio, cuando las temperaturas suban, se verá con más frecuencia.

Finalmente, debemos saber que cuando nos desplazamos en automóvil, inconscientemente estamos contribuyendo con el incremento de calor en nuestras ciudades. Muchos dirán que es inevitable hacerlo y tendrán razón, pero no podrán negar que cada vez que hacemos un desplazamiento en automóvil en la ciudad -me incluyo- generamos una poderosa razón para que muchas personas renuncien a realizar sus desplazamientos caminando o en bicicleta. Somos el problema y somos la solución.

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