Cambio de escenario

Juan de Dios Trujillo
14 diciembre 2019

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A pesar de una caída del PIB en dos puntos porcentuales y el aumento de las muertes violentas, parece que las cosas se le están acomodando bien al gobierno de Andrés Manuel López Obrador para el próximo año. Así es la rueda de la fortuna. Vale la pena reflexionar al respecto.
Más allá de cuál sea nuestra crítica al T-MEC, con las reciente modificaciones hechas el gobierno actual ganó la disposición de voto favorable del liderazgo demócrata. Ahora es cuestión de tiempo para que sea puesto a votación, tanto en Estados Unidos como en Canadá, pero ya no hay incertidumbre en cuanto a que pase a ser legislación. En tal sentido, se ha eliminado un factor de incertidumbre para la inversión, sobre todo la externa. Las expectativas están siendo alteradas de manera positiva.
La reciente detención de Genaro García Luna en Estados Unidos, acusado de dar protección al Cártel de Sinaloa, tiene un efecto similar, pues debilita a una oposición que buscaba articularse a través de proponer una estrategia alternativa basada en el uso de la fuerza. Sus posibles liderazgos pueden verse afectados por las investigaciones y la presentación de pruebas en los tribunales. Lo que es más importante, más allá de coincidencias ideológicas o de que pudiera haber sido útil a sus intereses, el actual gobierno de Estados Unidos está mostrando que no se siente comprometido con dar protección a lo que fue la élite política de México en tres sexenios.
La dinámica de la negociación del T-MEC dio lugar a un escenario favorable para el aumento de los salarios y la reforma laboral en México, que el actual gobierno federal buscaba, de manera que disminuyó la resistencia en el sector privado a medidas que de otro modo serían fuerte factor de confrontación. El consenso amplio en torno a la continuidad del tratado requería tener que aceptar esas amargas medicinas. Ya concluidas las negociaciones, lo más probable es que la legislación nacional respecto a la subcontratación (“outsourcing”) sea reformada a principios del siguiente año; implica evasión fiscal y precarización del trabajo, pero en su momento fue presentada como flexibilidad laboral para el aumento de la productividad.
La conducta activista para conseguir lo más rápidamente posible la aprobación del T-MEC en Estados Unidos desmantela la idea de regreso a una economía cerrada como propósito de gobierno. Algo similar puede decirse respecto al compromiso casi dogmático con la austeridad, el superávit público, el descenso de la carga de la deuda pública y la lucha contra la corrupción, así como en relación con la independencia del Banco de México. Se desmorona la imputación de peligro para la estabilidad macroeconómica.
Este gobierno sacrificó crecimiento en aras de asegurar la estabilidad macroeconómica. Se ha registrado una cierta apreciación del tipo de cambio -contra lo anticipado e incluso deseable para el crecimiento- y el objetivo de inflación del Banco de México se ha alcanzado. Si se alteran las expectativas de las empresas, es muy probable que la inflación termine en niveles por debajo del 3%.
Por otra parte, en un clima de desaceleración global del crecimiento y de reacción social en diversos países, sobre todo en América Latina, contra medidas que buscan disminuir el riesgo que implica un alto endeudamiento y el cierre de la brecha entre ingresos y gastos fiscales, México no se mira mal.
Ante la caída de los ingresos por petróleo y la crisis de Pemex, el gobierno impuso un programa de ajuste severo para equilibrar las finanzas públicas, pero al mismo tiempo adoptó un enfoque redistributivo hacia segmentos de menor ingreso, eliminado programas y concentrando los recursos públicos en un menor número. En este tenor, la agricultura comercial salió afectada negativamente. Contra el discurso en los medios, el gobierno de López Obrador sí estuvo dispuesto a arriesgar su voto electoral.
Los datos trimestrales de INEGI muestran la caída en el crecimiento económico y, también, la existencia de un piso, de ahí que se anticipe la recuperación. En tal sentido, la discusión está en cuanto al nivel de la tasa de crecimiento para el próximo año. En este aspecto, las expectativas son fundamentales. Se es dependiente de cuál sea la reacción de la inversión privada ante el T-MEC, el crecimiento económico en Estados Unidos y de qué tanto se concrete el plan de inversión recientemente anunciado por las autoridades, así como del comportamiento de la tasa de interés.
Aunque continúe siendo un problema, existe ya la percepción social clara de que las medidas anticorrupción están funcionando y de que ésta ha disminuido. Además, todavía buena parte de la población da el bono de buena fe al nuevo gobierno de que va a disminuir el grado de violencia que ha caracterizado el país por largo tiempo. Por otro lado, el sector privado está siendo menos homogéneo en su apreciación. La duda se ha insertado, pues este gobierno está haciendo cosas que otros gobiernos más proclives no se atrevieron a hacer; de ahí que la oposición esté teniendo dificultades para articular lo que pudiera ser una visión alternativa aglutinante.