Cambiante permanencia
Somos la misma persona que nació hace algunos años, la que se acostó a dormir ayer y la que se levantó hoy de la cama. Sin embargo, aunque conservamos la misma identidad, en cierto sentido no somos iguales, porque hemos cambiado a través del tiempo. La identidad y el cambio conviven en el mismo ser; es decir, somos identidad diacrónica, cambiante permanencia.
Aristóteles asumió esta dualidad con los conceptos de sustancia y accidente; la sustancia permanece y solamente cambia en algo que es accidental. Si no hubiera algo que permanece, todo sería absoluto e inconsecuente cambio.
El escritor Jorge Luis Borges expresó: “El presente tiene siempre una partícula de pasado, una partícula de futuro. Y parece que eso es necesario al tiempo. En nuestra experiencia, el tiempo corresponde siempre al río de Heráclito, siempre seguimos con esa antigua parábola. Es como si no se hubiera adelantado en tantos siglos. Somos siempre Heráclito viéndose reflejado en el río, y pensando que el río no es el río porque ha cambiado las aguas, y pensando que él no es Heráclito porque él ha sido otras personas entre la última vez que vio el río y ésta”.
Agregó: “No es necesario que yo recuerde, por ejemplo, para ser quien soy, que he vivido en Palermo, en Adrogué, en Ginebra, en España. Al mismo tiempo, yo tengo que sentir que no soy el que fui en esos lugares, que soy otro. Ése es el problema que nunca podremos resolver: el problema de la identidad cambiante
Precisó: “Decimos: La planta crece”. No queremos decir con esto que una planta chica deba ser reemplazada por una más grande. Queremos decir que esa planta se convierte en otra cosa. Es decir, la idea de la permanencia en lo fugaz”.
¿Asumo mi cambiante permanencia?