Bye baby boomers
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Una generación que luchó por la vida colectiva, por amor, paz e igualdad en el bienestar, por la equidad de género, “por todo para todos, o casi todos” y que topó con pared más veces de las que avanzó, hoy se acerca a lo único que sí es para todos, la muerte, la extinción de “todos, o casi todos”; y no puede resistirse a ella.
Las necesidades del mundo actual, la economía y la libertad de movimiento de los jóvenes, resultan prioritarios sobre la necesidad de los baby boomers de prolongar su permanencia en la tierra; no hay otra salida, la economía no puede durar detenida más tiempo. Se buscan frases amables para la reapertura responsable de esta sociedad, que no está preparada para reiniciar ni puede seguir cerrada, se dice que “se vigilará que se tomen todas las medidas sanitarias para evitar que regrese la temporada de contagios”, que “las empresas trabajarán con todas las medidas de protección sanitaria”, pero son imposibles.
Carlos Marx lo sentenció, el capitalismo “… Desgarró implacablemente los abigarrados lazos feudales que unían al hombre con sus superiores naturales y no dejó en pie más vínculo que el del interés escueto, el del dinero contante y sonante, que no tiene entrañas.
“Echó por encima del santo temor de Dios, de la devoción mística y piadosa, del ardor caballeresco y la tímida melancolía del buen burgués, el jarro de agua helada de sus cálculos egoístas. Enterró la dignidad personal bajo el dinero y redujo todas aquellas innumerables libertades escrituradas y bien adquiridas a una única libertad: la libertad ilimitada de comerciar”. No hay mejor descripción del mundo moderno que esa.
Los sectores económicamente productivos, los dueños de los medios de producción decíamos entonces, necesitan seguir generando riqueza individual; ellos tienen el poder y son la generación que viene a sustituir a los nacidos después de la guerra y antes de los Beatles.
Los que pensaron que la epidemia habría terminado con la globalización se han equivocado, la globalización es la economía mundial, siempre va a estar por encima del ser humano y depende de su consumo, a cambio ofreciendo un salario tan mínimo que va deteriorando poco a poco al individuo, hasta su inutilidad física y fallecimiento, mientras llega uno más joven a sustituirlo.
El país se abre porque la economía mundial globalizada lo exige, así como en 1914 exigió que, en defensa de las patrias, fuera a la guerra, donde más de 20 millones de seres humanos murieron en las trincheras; y como tal sacrificio no fue suficiente, 20 años después exigió que volvieran a las armas para conservar la democracia y las libertades burguesas, cobrando 60 millones más de vidas.
Sin olvidar las 50 millones de víctimas de la pandemia de la gripe española entre 1917 y 1920, ¿cuántas más vidas ha exigido la economía mundial después de 1945? Corea, Vietnam, Palestina, Líbano, Irak, Afganistán, Irán, Egipto y ese monstruo indecente ahora exige la reapertura mundial cuando todavía no estamos listos los nacidos después de la bomba atómica y antes de los Beatles para salir porque nos vamos a contagiar, y un 80 por ciento estamos en riesgo de terminar en el crematorio.
Ya despedimos a los músicos Óscar Chávez y Little Richard; a los actores Andrew Jack, de Star Wars, y Mark Blum, de Los Sopranos; al autor del hit I love Rock and Roll, Alan Merill; al empresario inventor del Resistol 5000, Adolfo Patrón Luján; al futbolista y entrenador serbio Radomir Antic; a Tom Dempsey, pateador de futbol americano que implantó el récord del gol de campo de más yardas; el rapero Ty, el periodista Jose Ma. Calleja, el cantante Yoshio y muchos más, con menos reconocimiento.
Cada una de estas pérdidas nos dice que la muerte viene en serio y no bastarán las medidas de protección para las poblaciones en riesgo; desafortunadamente el reencuentro con los jóvenes significará para nosotros el encuentro con los mosquitos de la malaria y parece que llegó el momento de decirnos bye a los baby boomers.