Borrado tecnológico: más allá de la brecha digital
¿Alguna vez te has preguntado qué hay detrás de lo que ves en Internet? Al igual que en la vida física, el espacio digital está plagado de desigualdades que privilegian ciertas narrativas e invisibilizan otras. Esta situación no es casual, responde a lógicas geopolíticas y económicas diseñadas para mantener estructuras de poder y control.
Durante mucho tiempo, el borrado de ciertas voces del espacio digital se ha justificado por lo que conocemos como brecha digital, problemática que abarca las desigualdades en el acceso, conocimiento y uso de Internet, y dispositivos tecnológicos. Como respuesta a este desafío, muchas políticas públicas globales se han centrado en expandir la infraestructura de Internet y fomentar la educación digital. En México, por ejemplo, el programa CFE Telecomunicaciones e Internet para Todos ha logrado cubrir aproximadamente el 95.3 por ciento del territorio nacional.
Aunque el acceso y el conocimiento sobre Internet y herramientas tecnológicas son fundamentales, especialmente dado que la digitalidad es un aspecto esencial de la vida pública y privada, el acceso a la infraestructura es sólo una de las limitaciones físicas que enfrentamos en el espacio digital. Pensemos también en el costo que representa, en la electricidad que se necesita y en la estabilidad para garantizar conexiones efectivas a la red.
Más allá de las barreras físicas, al igual que en otras esferas de la vida, en Internet existen reglas destinadas a controlar lo que sucede en dicho espacio, qué está permitido y qué no. Sin embargo, a pesar de que las reglas son necesarias para el funcionamiento de la sociedad, pueden generar exclusión y discriminación, especialmente cuando son desiguales, violatorias de derechos humanos, promueven ambientes homogeneizantes o están diseñadas bajo lógicas de mercado.
En el ámbito digital las reglas se presentan mediante normas comunitarias o términos de servicio dictados por grandes transnacionales, diseñadas con base en un modelo de negocios que limita las narrativas que pueden existir y alojarse en la red, generando una cámara de eco para los discursos e identidades “permitidas” y borrando parcial o completamente aquellas que se alejan de sus intereses. Un ejemplo de esto se encuentra en el informe Remoción de contenidos: desigualdad y exclusión del espacio cívico digital, que documenta casos en los que personas involucradas en procesos de resistencia -ya sea corporal, sexual, política o territorial- son excluidas del espacio digital a través de la censura, simplemente por no ajustarse a las reglas impuestas por la hegemonía.
Por ello, resulta esencial identificar y cuestionar las reglas que impiden una participación plena en el espacio digital. Según Paola Ricaurte, existe una “carrera desenfrenada por la hegemonía científico-tecnológica”, ya que desarrollar tecnología implica controlar su despliegue, uso e impacto. Esta carrera está impregnada de lógicas coloniales que benefician y reproducen los privilegios de aquellos actores que, a través del despojo y la explotación, borran a los cuerpos e identidades disidentes. En otras palabras, en la carrera por el desarrollo y control tecnológico solo participan las hegemonías políticas y económicas, a expensas de la mayoría global.
Este control tecnológico no es casual; delimita quién y cómo puede acceder y usar Internet, promoviendo un enfoque homogeneizador que resulta en el borrado de voces que no se alinean con las narrativas impuestas por estos gigantes y en la limitación de la creación de tecnologías emancipadoras. En otras palabras, “solo cabes en el espacio si sigues mis reglas”. Por ello, el simple acceso a Internet se ha convertido en una medida insuficiente para abordar las desigualdades tecnológicas en un contexto global marcado por dinámicas de poder y neocolonización.
Más allá de criticar las políticas de conectividad, este texto busca hacer un llamado a ir más allá de la infraestructura y examinar las dimensiones más profundas de la brecha digital. La violencia y el borrado epistémico, junto con la desigualdad como orden social, se han materializado en la opresión política y técnica a través de instituciones coloniales y saqueo territorial, entendiendo el cuerpo físico y colectivo, el idioma, la construcción social y cultural, y el conocimiento como territorios en disputa.
Bajo el modelo actual, el ejercicio de los derechos humanos está en entredicho, controlado por actores cuyas motivaciones son puramente económicas y políticas. La brecha digital no es sólo una cuestión de acceso; es una cuestión de poder, control y exclusión. Para que el Internet sea verdaderamente un espacio de libertad, diversidad y justicia, debemos cuestionar y reformular las reglas que rigen este entorno, y apostar por el fomento al desarrollo y uso de tecnologías que se adapten a los diferentes contextos y necesidades de la población. La verdadera emancipación digital requiere una lucha constante contra las estructuras de poder que buscan silenciar y controlar, promoviendo en su lugar un entorno que garantice que cada voz e identidad pueda ser expresada, escuchada y protegida sin censura ni exclusión.
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La autora es María José De Icaza, investigadora del programa de Derechos Digitales en ARTICLE 19 México y Centroamérica.
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