Benítez y Estrada, de villanos a víctimas. Acusan a otros de sus propios desatinos
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Cualquier asesor político, hasta el más incapaz, les aconsejaría a los alcaldes de Culiacán y Mazatlán que en la actual etapa de descrédito que enfrentan, procedan a declararse víctimas de personas, instituciones, medios de comunicación y circunstancias. Cuando ya no les quedan asideros legales o de tráfico de influencias, subirse por gusto propio al altar de los sacrificios es la táctica de Jesús Estrada Ferreiro, que enfrenta el juicio político, y de Luis Guillermo Benítez Torres, en tránsito hacia el desafuero y posteriores procedimientos legales en su contra.
Hazte mártir para que la conmiseración pública te absuelva antes de que la ley te haga culpable de tus actos, les aconsejaría algún consultor de quinta. Y sí: el pobre Alcalde mazatleco se declara acosado por la prensa y el ex Presidente Municipal de Culiacán se sitúa como perseguido por políticos y tribunales e intenta en las máximas instancias judiciales echar abajo las acusaciones que originaron que perdiera el cargo.
Ellos son los socialmente inmolados y no los ciudadanos afectados en sus derechos, patrimonios e integridades, que eternamente lo aceptan y padecen todo, inclusive compadeciendo luego a los trasgresores. Es el arte de un día agraviar a la gente con toda la fuerza del poder, y al siguiente clavarse en la cruz para que los ultrajados les pidan perdón. La artimaña del sí robé, atropellé y abusé, pero poquito.
En tal culpabilidad no admitida sino transmitida, fueron la sociedad, medios, fiscales y jueces los que llevaron a Benítez Torres a cometer las peores prácticas de la función pública que tocaron fondo con el oscuro contrato para dotar a Mazatlán de luminarias, esos 400 millones de pesos de los que dispuso el Alcalde tal vez con la intención de llevar una tajada o quizá para favorecer a amigos proveedores. Endílguense a los mazatlecos la cauda de abusos, corruptelas, frivolidades y autoritarismos que cada día durante casi cuatro años ha perpetrado “El Químico”.
A los culiacanenses cúlpeseles del arbitrario proceder de Jesús Estrada Ferreiro consignado en las cajas repletas de expedientes que sostienen la causa penal. El Alcalde que derrochó la oportunidad lograda por la vía democrática y que ahora añora recuperarla, hay que reconsiderarlo santo de todas las devociones y ponerles atención a sus aureolas y no a las colas que arrastra solo porque hoy plantea que “esta lucha por defenderme es por eso, y a la vez defiendo los derechos de cualquier ciudadano, los derechos del Ayuntamiento de Culiacán, los derechos de las instituciones, no el mío nada más”. Sí, muy bien, ¿pero porque no amparó a los culiacanenses cuando era Alcalde?
¿Cuándo los ciudadanos ejercieron presión sobre estos gobernantes para que en su desempeño acudieran a las peores prácticas de la función pública? ¿En qué momentos los periodistas y medios de comunicación hicieron el compromiso de solaparles sus fechorías? ¿Quién de los órganos de procuración e impartición de justicia les extendió un certificado de impunidad ad causam? ¿Qué tanto valor civil les hace falta a Jesús Estrada y Luis Guillermo Benítez para aceptar que son ellos, nadie más, los que labraron la canoa del desprestigio en que van?
De las arbitrariedades cometidas los dos trasmutan al abuso psicológico al manipular el sentimiento social para que se compadezca de ambos que, pobrecitos, solo hicieron lo que tantos han hecho a su paso por el Gobierno. Véanlos: el inocente “Químico” que no hizo nada aparte de ser soberbio y abrirle grandes cauces a la corrupción; el inofensivo Estrada que violentó los derechos de las viudas de policías caídos en el cumplimiento del deber y quiso quitarles el descuento en tarifas de predial y agua potable a jubilados y adultos mayores.
Allí están los actos que por decisión propia perpetraron y también está aquí la obligación de las autoridades competentes a quienes se les exigen acciones agresivas de sanción, más allá de los dramas histriónicos de los posibles responsables y de la repetitiva costumbre de dejar que el llano arda y nadie arroje la primera cubetada de agua para apagarlo. Ya con la lumbre en los aparejos qué fácil es para Benítez y Estrada apelar a la piedad de los lastimados.
Victimizarse es la moda, pero no necesariamente significa patente de impunidad. La conversión de alcaldes atrabiliarios a ediles atormentados por el grito de justicia que brota en los agraviados no es otra cosa mas que la catarsis que antecede a la prevalencia de la ley por encima del ardid para que los truhanes acaben siendo venerados por las masas. Es signo de los tiempos nuevos que a cada diablo le den su infiernito.
El Alcalde de Mazatlán y el de Culiacán sí son perseguidos, pero por sus propios fantasmas. Si acaso se ven acosados es por la conciencia que los atormenta y les exige arrepentimiento y disposición a aceptar las consecuencias jurídicas. Los demás es la parodia de los presuntos implicados: se dicen víctimas para volverse a burlar de los victimados.
Los dos políticos avestruz,
Sabrían si ataran los cabos,
Que ellos eligieron su cruz,
Y hasta afilaron los clavos.
Se le está dando manga ancha a la Alcaldesa Margot Urrea para que convierta a Navolato en otro “San Pedro de los Saguaros”, el pueblo que en La Ley de Herodes sintetiza lo ruin de la política mexicana. La Presidente Municipal utiliza la marca Morena en apoyos que se entregan con recursos públicos que no son de ni para un partido sino para el beneficio de la población en general. Urrea cree que en la hermana república navolatense ella puede mandar al diablo a las leyes e instituciones.