Barbie y Ken
El éxito taquillero de la recién estrenada película de Barbie, es un buen pretexto para escribir sobre uno de los temas que más me apasionan: la comunicación no verbal. La mayor parte de nuestras expresiones se transmiten de esta manera; nuestros gustos, nuestros deseos, nuestro carácter, etc. Y está íntimamente ligada con nuestros referentes culturales.
En cuanto a las expresiones no verbales en cuestión de género, estas se forman y moldean desde nuestro nacimiento. Desde el primer día de vida se establece una diferencia que puede parecer puramente anatómica, pero a medida que crecemos, comenzamos a comportarnos como hombres o como mujeres.
Desde que una madre conoce a su bebé, y durante el resto de su vida, le hace saber de mil maneras no verbales que es un niño, o una niña. Al nacer, las niñas son arropadas con prendas de color rosa, con estampados de flores o corazones rojos. Por otra parte, los varones son vestidos de azul y estampados alusivos a marineritos.
Al tomarle en brazos, la familia les toma de distinta manera a uno y otra. Aún a muy tierna edad, los niños suelen ser sujetos a un trato más brusco, y a las niñas con mayor delicadeza. Incluso el tono de voz será distinto al dirigirse a ella o a él.
Cada vez que un niño o niña actúa de forma que concuerda con nuestras convicciones culturales, sobre cómo debe de vestir, hablar y moverse, reforzamos este comportamiento. Por ejemplo, recompensamos a las niñas cuando muestran rasgos femeninos, como jugar a las muñecas, pero desalentamos a los niños cuando hacen lo mismo. En cambio, se le emiten emociones positivas a ellos cuando juegan con carritos o pistolas de juguete.
En determinado punto de su desarrollo los niños y niñas comienzan a moverse de determinada forma. Estas maneras son todas aprendidas y varían de una cultura a otra. Por ejemplo, en nuestra cultura, un niño que mueve ligeramente las caderas al caminar, o cruza las piernas al sentarse, o flexiona los brazos en 90 grados en su postura erguida, se podría interpretar como movimientos femeninos.
Existen múltiples estudios desde las ciencias sociales, que demuestran que los indicadores no verbales en cuestión de sexo, como los movimientos corporales, no están programados por la biología, sino por la cultura, y se aprenden desde la primera infancia.
Por ejemplo, la antropóloga Margaret Mead ha explicado que, en algunas tribus, ambos sexos son bravíos y agresivos; en otras, ambos son dulces y maternales. En otras, el hombre es el que tiene un comportamiento pasivo, mientras que las mujeres son las enérgicas y no adornan su cuerpo.
Así, existen funciones y deberes dentro de la familia que culturalmente han sido considerados femeninos, como lo es la crianza de los niños. En cambio, la función masculina está ligada al sustento económico de la familia y a la protección.
Ahora bien, ¿qué tiene que ver todo esto con la muñeca Barbie? Que al igual que Ken, son juguetes (ahora personajes de cine) que, desde la infancia, se convierten en referentes culturales y pueden llegar a influir en las aspiraciones físicas y de género de las niñas y niños.
Una crítica recurrente es que Barbie presenta un estereotipo de mujer frívola, y establece un canon de belleza que no representa -en el caso de México- a los millones de mujeres que no son rubias, altas, ni delgadas, y que tampoco les gusta el color rosa.
Sería importante mostrar a nuestras niñas y niños que el modelo idealizado de ser como Barbie y Ken no es el único, ni el hegemónico. Que las prendas de color rosa no son exclusivas para las niñas. Que tampoco deben tener el cabello largo y rubio. En resumen, que construyan su idea de feminidad y masculinidad a partir de ellos mismos, permitiéndoles ser lo que quieran ser.
Es cuanto....