Balas que le pegan de rozón a Culiacán. Tepuche, inmutable corredor del terror
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alexsicairos@hotmail.com
A escasos 25 kilómetros de Culiacán, no más de media hora, está la zona de Tepuche, que desde marzo se convirtió en el principal núcleo de violencia en Sinaloa por el asedio de células de la delincuencia que pelean el control de la región. La cercanía geográfica con la ciudad capital es lo que vuelve extraño que las instituciones civiles o militarizadas de seguridad pública hayan perdido, si es que han intentado tenerlo, el control de un perímetro comunal del que se han adueñado los sicarios. Es el circuito del miedo.
Por razones más desconocidas que obvias, la Guardia Nacional y la Policía Estatal Preventiva dejan a los habitantes de dicha sindicatura en manos de comandos delictivos, lo cual ha derivado en la también sincronizada secuencia de ataques letales a cuerpos policiacos y sus mandos, al igual que a militares y pobladores. Parece ser, y ojalá no, el regreso a los pueblos sin más ley que la de los capos de las drogas y ciudades que alojan a autoridades pusilánimes.
El reciente domingo 17 de mayo la violencia retornó al punto del rojo vivo del fuego que vomitan las armas cuando se concretó un cerco delictivo contra la base de la policía en Tepuche. De acuerdo con el llamado de auxilio que lanzaron lugareños y elementos municipales de seguridad pública, mientras era bloqueada la sede policial dos vehículos artillados con al menos 10 facinerosos en total llegaban al domicilio de un agente de la Policía Ministerial y se lo llevaron retenido junto a otra persona, siendo liberados ambos por la tarde.
En otra versión, proporcionada por el Secretario de Seguridad Pública del Gobierno del Estado, Cristóbal Castañeda Camarillo, lo que ocurrió es que policías destacamentados en Tepuche realizaban patrullaje de vigilancia y se encontraron de frente con un comando de civiles armados y al verse superados por éste optaron por activar el botón de pánico para solicitar ayuda. Negó que haya habido disparos o que fueran secuestrados elementos del gobierno.
Sea cual sea la versión real, los dos posibles escenarios delatan la incursión sistemática de gatilleros del narcotráfico en esa región muy pegada a Culiacán y no obstante que la intimidante superioridad en personas y armas ha sido confirmada una y otra vez, llama la atención el efecto inmovilizador que ejercen sobre los policía y guardias nacionales esos núcleos delictivos que se mueven a su antojo ante la inferioridad táctica y numérica de las fuerzas del orden federales y estatales.
El 10 de marzo, antes de que la fase más grave de la pandemia de coronavirus desviara la atención pública del tema de la violencia en Sinaloa, los habitantes de Aguacaliente de los Monzón, también del área de Tepuche, se instalaron como autodefensas comunitarias al sentir que los había dejado solos el gobierno con todo y la tan llevada y traída Guardia Nacional, intervención del Ejército en las calles y corporaciones estatales que son la única y última apuesta del Estado contra la delincuencia organizada y la consuetudinaria.
A los días quedó patentizado el fracaso de tal acción ciudadana colindante con el ojo por ojo diente por diente, pero cuyo objetivo era llamar la atención de los operativos policiaco-militares. Un primer síntoma inequívoco de tan bárbara anarquía se tuvo el 24 de marzo cuando fue ultimado Luis Alberto Monárrez, ex comandante de la policía de dicha demarcación y quien fuera también candidato a síndico. El ominoso mensaje careció del acuse de recibo de la SSP.
Ya lleva muchas semanas la ventaja afrentosa del foco delictuoso que se asentó como poder fáctico en Tepuche y alrededores. La invasión de grupos armados se ha convertido en angustia de todos los días y mientras el hampa entra arrasante la ayuda de la Secretaría de Seguridad Pública llega una vez que los maleantes han consumado sus ilícitos. El 25 de marzo un grupo armado asesinó al comandante de Policía de Tepuche, Jovel Pérez Meza, en un crimen presenciado por los agentes subordinados a la víctima, que fueron neutralizados por los delincuentes.
Pasa el tiempo, siguen los gatilleros gobernando la región, crece el miedo de la gente a expensas de la ausencia de autoridad y todo eso ha resultado insuficiente para que en ese punto rojo de violencia sea instalada una base de la Guardia Nacional o que se queden allí a proteger a la población pacífica los militares a los cuales el Presidente Andrés Manuel López Obrador les extendió hasta 2024 el permiso para estar fuera de lo cuarteles.
¿Por qué se retiran los integrantes de la Guardia Nacional y los elementos de la Policía Estatal, de esa zona que casi a diario es ocupada por ejércitos civiles con sus arsenales y actitud de burla a la ley? ¿Cuántos homicidios y qué tanto horror se requiere para que la gente de bien sea salvaguardada en sus vidas y garantías constitucionales? ¿En qué se atora el discurso gubernamental que dice desplegar soldados, miembros de la GN y policías, sin que tal fuerza del estado se haga visible y eficaz?
Aquí, pegadito a Culiacán, se escriben episodios que inquietan e intrigan a los sinaloenses en general. Si pasa en Tepuche, de estrecha vecindad con la ciudad sede de los poderes legítimos, qué ocurrirá en los territorios agrestes de los municipios serranos cuyos caminos se allanan para la narrativa impune de crimen, muerte, impotencia y desolación.
Reverso
Aquí la gente qué diera,
Para que el gobierno escuche,
Los rugidos de la fiera,
Que marca con sangre a Tepuche.
Y enmudeció el Palacio
Hubo silencio en la mañanera de ayer de Andrés Manuel López Obrador respecto a la nueva jornada violenta que vive Culiacán después de que fue asesinado el “Chino Ántrax”, fundador del brazo criminal del Cártel de Sinaloa denominado “Los Ántrax”, y en el contexto de la escalada criminal contra Tepuche. No le gusta al Presidente hablar del narco ni siquiera cuando el amedrentador ruido de las ametralladoras monopoliza la conversación pública.