Azteca 13 vs. 4T, un asunto de números, ¿o no?

Jorge Zepeda Patterson
18 abril 2020

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@jorgezepedap

Hace diez días el Presidente Andrés Manuel López Obrador elogió a Banco Azteca, del empresario Ricardo Salinas Pliego, por su apoyo para distribuir créditos a los necesitados sin cobrar comisión. Era la enésima muestra de intercambio de cariños entre el magnate regiomontano y el político tabasqueño. En algunos círculos privados se hablaba, incluso, de que el dueño de Elektra era el empresario del sexenio. Había otros capitanes del dinero que se habían acercado a AMLO, desde luego, pero ninguno tenía la satisfacción de que dos de sus directivos, Esteban Moctezuma y Jorge Mendoza, fueran incorporados directamente al gabinete en calidad de Secretario de Educación y Director de Banobras, respectivamente (algo que ni siquiera la Maestra Elba Esther Gordillo pudo obtener en el sexenio de Calderón).

Ya se barruntaba que existía una luna de miel, tan estrecha como improbable, entre el político que defiende a lo pobres y el hombre de negocios que les vende refrigeradores a plazos. Y digo improbable porque AMLO nunca había ahorrado epítetos en contra de las televisoras que durante décadas operaron en contra suya. Unos días antes de tomar posesión, López Obrador concedió una inusual entrevista: acompañado de su mujer, Beatriz Gutiérrez Mueller, recibió entre elogios y arrumacos a Javier Alatorre en su casa: “¿qué estábamos diciendo? Que aquí se te quiere mucho, mucho mucho”, dijo AMLO y su esposa reiteró, “sí, mucho”. Y en efecto, a lo largo de casi una hora los anfitriones le prodigaron elogios al conductor, le mostraron con absoluta transparencia y entre risas que revelaban su familiaridad, las habitaciones privadas, la ropa de los clósets, los espacios íntimos de los que ha sido tan celoso el tabasqueño.

Para muchos periodistas, y es mi caso, no fue fácil procesar la admiración que AMLO parecía tener por Javier Alatorre, un lector de noticias y boletines fiel al sistema, con todo lo que ello supone. Me pregunté qué televisión había estado viendo el Presidente todos estos años o qué entendería por periodismo.

Y ahora me pregunto si seguirá pensando lo mismo. Este viernes, como es sabido, la luna de miel se hizo trizas. Javier Alatorre atacó en el noticiero a Hugo López-Gatell en lo que pareció no solo una petición de divorcio sino una declaración de guerra: “Como todas las noches, el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell encabezó la conferencia sobre el Covid-19 en México. Pero sus cifras y sus conferencias ya se volvieron irrelevantes. Es más, ya no le haga caso a Hugo López-Gatell”, dijo el conductor. Más tarde, quizá para mostrar que no se trataba de un exabrupto o una improvisación, sino una posición oficial, el Twitter institucional de TvAzteca posteó la cita, literalmente.

El llamado de la televisora a desobedecer al coordinador de la campaña nacional en el contexto de una pandemia no es un hecho menor, por donde se le mire. Equivale a un desafío frontal del grupo Salinas al gobierno del que hasta ahora había sido compañero de viaje. Habría que preguntarse de qué tamaño fue el desencuentro entre el empresario y el político para que un medio de comunicación que tiene responsabilidades, morales y legales, se haya atrevido a promover lo que puede ser interpretado por sus adversarios como el boicot contra una campaña de salud que intenta salvar vidas.

Un desencuentro de más de 30 mil millones de pesos, dirán algunos, haciendo referencia a la deuda con el fisco que se le atribuye al grupo Salinas, según notas periodísticas. El viernes por la mañana el Presidente dijo que el SAT endurecería sus posiciones ante empresas acostumbradas a litigar aviesamente para no pagar impuestos. Una frase que parecía una advertencia a su amigo el empresario. No fue el único antecedente. Días antes otros miembros del gabinete afirmaron que impondrían castigos a las empresas que habían violado el confinamiento; aunque nunca se mencionó por nombre a los negocios de Salinas Pliego, este había hecho pública su renuencia a cerrarlos.

Y con todo, la respuesta fulminante y tan categórica de Grupo Azteca en cuestión de horas, parecería desproporcionada considerando que no carece de puentes para tratar el asunto con el Presidente. A menos que esa respuesta sea justamente el desenlace de un intento fallido de negociación entre ambos.

Impuestos aparte, lo cierto es que las posiciones sostenidas por Ricardo Salinas Pliego en contra de las medidas de distanciamiento social no son muy distintas de las que mantenía el Presidente hasta hace unas semanas. AMLO, en lo personal, no solo se resistió hasta el final a seguir las indicaciones de sus asesores de salud sobre Susana Distancia, también ha sido contrario a extender la suspensión de actividades productivas más allá de lo indispensable. Hace unos días externó su esperanza de que el 10 de mayo pudiera levantarse, pero debió ceder ante la posición de los técnicos encabezados por López-Gatell y admitir el plazo hasta el 31 de mayo. Lo que quiero decir es que, al menos sobre el tema del confinamiento, habría existido una afinidad propicia entre Salinas y Andrés Manuel para alcanzar un acuerdo.

Pero lo cierto es que al margen de los motivos, las implicaciones políticas son preocupantes. Si esta confrontación escala a un pulso de poder a poder, abre un flanco de desgaste adicional e inesperado a la 4T. La televisión abierta no es lo que era antes, pero sigue siendo importante entre los sectores populares afines al Presidente. Una campaña sistemática en su contra constituiría un misil político debajo de la línea de flotación.

Y por lo demás, el peso económico de las empresas del millonario más rico de México después de Carlos Slim y Larrea, según varias fuentes, tampoco es poca cosa. Más importante aún, sería la primera fisura de la alianza tácita que López Obrador había logrado con los amos de México, muchos de los cuales forman parte de su consejo de empresarios.

El Presidente así lo entendió, porque reaccionó de inmediato con un mensaje televisado este sábado con el propósito de desinflar el pleito; reprendió amablemente a su amigo Javier Alatorre: “cometió un error, todos cometemos errores, pero es una buena persona”, dijo, y defendió a López-Gatell sin acusar el golpe, como si hubiese sido un desliz personal del conductor.

Es comprensible que el Presidente quiera llevarla en paz con este poderoso grupo. La pandemia ya tiene demasiado drama como para además sufrir una telenovela del Ajusco en este momento. Para pelearse se necesitan dos, asumió AMLO, y respondió con mesura y generosidad, a pesar del clamor de las redes sociales que exigían sangre, por decir lo menos.

Esperamos que esta conciliación no signifique un cambio en la actitud del SAT o un perdón de los adeudos fiscales que están en juego. El notable acto de responsabilidad y madurez que adoptó el Presidente, solo lo seguirá siendo en la medida en que no exista un intercambio de favores de por medio. No lo creo; pero lo sabremos pronto.