Atrocidades y la pinza del silencio oficial y social
Así como debemos entender de qué está hecho el escándalo en la conversación pública, también debemos entender de qué están hechos los silencios que enseñan los límites de esa conversación. Mientras es común que, por ejemplo, se hable masiva e insistentemente de algún amor o desamor entre personas de la farándula, en cambio, el silencio ahoga las atrocidades, aún si hay registro videográfico, como sucede con el material que muestra a integrantes de la Guardia Nacional en una casa en León, Guanajuato, donde, luego de retirarse los uniformados, asesinaron a cuatro mujeres y niños. Se informó que “los uniformados dejaron la vivienda cinco minutos antes del crimen”.
Escribo en viernes 14 de junio, esta información está fechada el pasado lunes 10: “A las 21:22 del pasado domingo, un grupo de sicarios entró en una casa de la calle Pénjamo, en León (Guanajuato). Los vecinos escucharon los disparos y llamaron a emergencias. Dentro habían sido asesinadas seis personas: cuatro mujeres, un niño de 2 años y un bebé. La masacre conmocionó a un estado sumergido en una espiral de violencia. Pero la aparición de un video de una cámara de seguridad ha multiplicado las preguntas sobre esa noche. Cinco minutos antes de la matanza, elementos de la Guardia Nacional salieron de esa vivienda cargando una bolsa”.
La misma nota refiere que una fuente militar confirmó que esos uniformados “no tenían órdenes de estar en la colonia Industrial ni donde se perpetró la masacre”. He confirmado con la reportera que firma esta información que no hay comunicado oficial del Gobierno federal ni de la Fiscalía General de la República, hasta este momento.
Por un lado, están las acostumbradas prácticas institucionales de opacidad que hacen posible que una información así no merezca comunicación oficial inmediata y subsecuente, con un relato convincente que asegure la rendición de cuentas sobre los hechos; por el otro, están las prácticas sociales del silencio. Son dos silencios en pinza (“desde arriba y desde abajo”): el oficial y el social. Las excepciones que levantan la voz ni de lejos generan la presión mínima necesaria para que el hecho sea significado como relevante a cielo abierto.
Miembros de la institución militar en tareas policiales que el Gobierno federal colocó en el centro de la política de seguridad federal, han sido vistos abandonar el lugar antes de una masacre contra mujeres e infantes y, en los días que siguen, lo único confirmado es el silencio. Peor imposible.
¿Por qué peor imposible? Porque si a nadie o a casi nadie le importa si no hay consecuencias sobre este evento, entonces se confirma, una vez más, que se ha instalado la tolerancia política, institucional y social ante las peores atrocidades.
Los silencios de las instituciones y de las sociedades deben ser estudiados porque representan muchas cosas importantes. Cuando hay videos como el comentado, yo tiendo inmediatamente a preguntarme sobre sus efectos en la construcción del miedo; es muy difícil medir esto, pero en mi experiencia no ha sido difícil encontrar personas uniformadas y armadas, civiles y militares, que significan el miedo que su figura puede provocar como algo a su favor.
Habrá quien piense que eso está bien porque supone que el miedo hacia las personas en funciones policiales inhibe las violencias y la delincuencia, pero eso tiene dos problemas; primero, tal presunción debe ser comprobada en función de escenarios específicos y, segundo, puede suceder exactamente al revés, siendo ese temor un factor de alejamiento y desconfianza entre las instituciones que representan y la sociedad a la que deben servir, creándose así más y no menos oportunidades para la inseguridad. La generación de temor está asociada a los modelos policiales militarizados que son precisamente los que generan los peores abusos.
En 2019 se adicionó lo siguiente en el artículo 21 de la Constitución: “La formación y el desempeño de los integrantes de la Guardia Nacional y de las demás instituciones policiales se regirán por una doctrina policial fundada en el servicio a la sociedad...”. ¿Cómo conciliar tal mandato constitucional con esto que llamo la pinza del silencio oficial y social? Si en efecto nos importa la letra de la norma suprema, el mandato es un acierto; la versión a mi parecer más avanzada del quehacer policial en democracia lo asocia a un perfil de servicio, solo que una cosa es el texto normativo y otra la práctica.
Y desde luego nada de esto es sencillo, menos en entornos de violencias crónicas con armas de fuego; pero si queremos discutir en rigor qué funciona en el quehacer policial, debemos buscar las estrategias comprobadas en su grado de impacto, como las que enseña esta plataforma de evidencias, justamente en su capítulo de “policiamiento”. Lo cual nos lleva a la pregunta obvia: ¿cuáles son las estrategias comprobadas de la Guardia Nacional bajo esta doctrina policial de servicio?
La próxima Presidenta, Claudia Sheinbaum, ha confirmado su preferencia por consolidar la Guardia Nacional, una institución que, ante hechos extremos de barbarie que parecen involucrarla, hace parte de la pinza del silencio oficial y social.
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@ErnestoLPV
Animal Político / @Pajaropolitico