Atrapadas en jaula de oro
Aprendemos mucho cuando los posibles clientes nos cuentan sus historias, sobre todo cuando se muestran abiertos a entrar en detalles. Recuerdo un caso reciente de una empresaria dominicana con un negocio muy exitoso en el sector de la construcción de infraestructura. Su familia ha estado en esta actividad por más de 50 años.
Desde que su papá falleció ha vivido cambios muy trascendentes en su organización. Ella es la mayor de tres hermanas y jugó el rol de subdirectora de la compañía con su padre por largo tiempo. Los primeros años después de la partida del padre, ella asumió la dirección general, como se había acordado en el Consejo de Familia.
Su hermana del medio tomó inmediatamente la posición que ella ocupaba en la subdirección, y la más joven continuó jugando el papel de directora financiera, como lo había hecho también desde antes.
Al pasar el tiempo, las tres hermanas empezaron a enfrascarse, cada vez con mayor frecuencia, en discusiones acaloradas muy incómodas. Generalmente en estas ocasiones las diferencias se han resuelto por votación, y siempre deciden contra su opinión las dos menores.
Ella y la menor están casadas y con hijos. La del medio es divorciada y no tiene hijos, vive sola. Las relaciones familiares también se han visto afectadas por sus diferencias y conflictos.
Hemos tratado de ayudarles a que clarifiquen sus querencias y aprendan a manejar discrepancias, pero parece que la hermana del medio trae resentimientos fuertes por la preferencia que siempre tuvo el padre por la hermana mayor.
La del medio se destacó siempre por su capacidad para las relaciones públicas y la comercialización. La compañía ha estado creciendo de manera importante gracias a sus logros, lo que le llevó a plantear un cambio en la estructura organizacional, proponiéndose ella como directora general. Como ya era usual, hubo grandes discusiones al respecto, hasta que llegaron a la votación y entre las dos menores decidieron invertir los papeles, la mayor como subdirectora y la del medio como cabeza de la empresa.
Bajo el mando de esta hermana, la empresa continuó un proceso de crecimiento acelerado y de diversificación en otros segmentos y geografías. En algunas decisiones riesgosas la hermana mayor ha planteado actuar con prudencia, pero las dos menores no le hacen mucho caso y siguen adelante.
Hasta ahora, la hermana mayor ha ido cediendo posición y ha preferido no confrontar a su hermana. La menor muestra no tener firmeza y siempre termina cediendo a lo que la del medio dice.
Con los bonos variables por resultados, la mayor percibe un ingreso varias veces superior al de sus hermanas. Ella ha implantado un límite estrecho a los dividendos a pesar de que las utilidades son cada año más altas.
Últimamente hemos percibido que la mayor va perdiendo el gusto por el trabajo, se muestra insatisfecha y desmotivada. La organización sigue evolucionando y ella parece no pertenecer a ella.
Gradualmente esta empresaria ha ido cayendo en cuenta que se encuentra en una encrucijada. Sus perspectivas de crecimiento como dueña y como ejecutiva ahora están envueltas en un espacio cada vez más limitado. Su patrimonio está en manos de sus hermanas con quienes poco puede hacer como dueña.
A ella le preocupa lo que pudiera suceder con sus hijos cuando ella se retire o fallezca. No le molesta que su hermana lidere el grupo, lo que le preocupa es que ha perdido su voz en las decisiones más relevantes, y tal vez sus hijos mantendrán esa posición.
Nuestra amiga ahora ha decidido renunciar a la subdirección y ha tomado las riendas de otro pequeño negocio que tenían desatendido. Está encontrando posibilidades interesantes para aplicar ahí su talento empresarial, aunque sabe que, si encuentra un camino de crecimiento, se topará con la necesidad de negociar con sus hermanas el aportar más capital. ¿Será este un camino de solución? ¿Qué harían ustedes mis queridos lectores?
* “Dueñez®” es una marca registrada por Carlos A. Dumois.
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