Atentos a lo que somos
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En repetidas ocasiones cuidamos demasiado las formas. Actuamos como los demás esperan de nosotros y no como quisiéramos obrar. Aparentamos ser lo que las otras personas esperan que seamos. Lo trágico es que no somos sinceros, presentamos una máscara o antifaz y, a la larga, nos derrumbamos frustrados, deprimidos y angustiados porque no nos hemos realizado.
Se nos olvida que a la gente nunca le vamos a dar gusto, que siempre habrá quien nos critique o señale con el índice flamígero, que inevitablemente habrá alguien que no esté de acuerdo con nuestro aspecto o proceder. Lo más sano es seguir el consejo de Francisco de Quevedo: “ande yo caliente y ríase la gente”.
Una antigua narración dice que Nasrudín iba un día a dar una conferencia acompañado de dos embajadores. Los tres iban en burro, pero como los embajadores iban detrás de Nasrudín, éste, tratando de ser educado no quiso darles la espalda y montó el burro a la inversa; es decir, mirando hacia atrás.
Las personas de todos los lugares por donde pasaban se reían al ver el desfiguro de Nasrudín, por lo que los embajadores le pidieron que se sentara en el modo usual para que la gente ya no se mofara.
Entonces, Nasrudín les respondió que eran más tontos que quienes se reían, porque estaban más atentos a ver lo que la gente pensaba y no reparaban en lo que estaban haciendo.
José Fernández Moratiel señaló que es común caer en la trampa de estar atentos a lo que la gente piensa o dice, lo cual constituye un engaño social y cultural. Lo fundamental es estar “atentos a lo que somos, no a lo que puedan pensar de nosotros”.
¿Busco la aprobación de los demás? ¿Me rijo por su opinión?
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@rodolfodiazf