Arcoíris emocional
En nuestra vida se suceden un cúmulo de emociones, como si fuera un gran arcoíris o mosaico en donde tienen cabida todas las posibles situaciones anímicas. Sin embargo, en ocasiones subrayamos más las emociones negativas, incluso, aunque nos duelan, parece que nos estacionamos permanentemente en ellas.
En efecto, cuando experimentamos gozo y alegría, nos sentimos merecedores de esas gratificantes recompensas; en cambio, cuando se alternan momentos de sabor ácido, doloroso y amargo, nos frustramos y declaramos que no merecíamos atravesar el caudal de ese tumultuoso río.
No obstante, la paleta de emociones es generosa, aunque no captemos la riqueza de sus colores. Como en un encendido arcoíris, la oferta emotiva incluye el color escarlata del enojo; el naranja del asombro y sorpresa; el amarillo de la explosiva alegría; el verde de la serenidad natural; el azul de la nostalgia y tristeza; el violeta del ancestral miedo.
Lógicamente, para tener salud mental es necesario hacer un equilibrado batido integral de las emociones, sin permitir que alguna emoción negativa se convierta en el principal ingrediente, ya que desencadenaría estados de ánimo nocivos, como serían ansiedad, resentimiento, depresión.
David Goleman, quien popularizó el estudio de la inteligencia emocional, recalcó la importancia de tener una claridad emocional, pues eso nos capacitará para controlar los estados de ánimo negativos.
Esta regulación emocional proporciona el marco adecuado para canalizar las emociones negativas, como indicó el monje budista, Thich Nhat Hanh: “¿Qué debería hacer cuando me siento triste? Algo maravilloso es sonreír a tu tristeza. Esta es una práctica muy simple, pero tiene gran efecto. Tu sonrisa es como un rayo de sol. Puede haber un rayo de sol con la lluvia. Puedes sonreír y llorar al mismo tiempo, y será como si estuvieras haciendo un arcoíris”.
¿Sonrío a pesar de la lluvia?