‘Aquí vamos de nuevo’
""
alessandra_santamaria@hotmail.com
@Aless_SaLo
“Here we go again” (“aquí vamos de nuevo”) seguramente pensarán al comprender que, una vez más, voy a hablar de una de las muchas injusticias a las que se enfrentan las mujeres simplemente por ser mujeres, y a la clase de críticas a las que se enfrentan cuando, como yo, se atreven a hablar de ellas.
Todos los miércoles tengo clase de arte contemporánea. La semana pasada veíamos impresionismo, en concreto, un cuadro que Manet pintó y titulado “Almuerzo sobre el césped”, que muestra a una mujer desnuda y sentada en el pasto, acompañada de dos hombres en traje. Esta mujer ejercía la prostitución en uno de los burdeles más famosos de aquel entonces en París y por ese motivo, el cuadro causó mucha controversia, incluso para una época en la que las noticias viajaban lento, como era 1863. A mí también me pareció ofensivo, pero no por los mismos motivos de decencia y ética que le importaban a los franceses del Siglo 19.
Me molestó que la mujer estuviera desnuda mientras que los caballeros no lo estaban porque automáticamente se posiciona como una figura vulnerable y sexualizada ante la visión de no solo los hombres que salen en el cuadro, sino de cualquier otro que lo ve.
En 1989, un grupo conocido como “Guerrilla Girls” (“Chicas Guerrilleras”) publicó un póster donde pretendían hacer una crítica al evidente sexismo del mundo del arte, y en particular al de Nueva York, y decía “¿Las mujeres tienen que estar desnudas para entrar al Museo Metropolitano? Menos del cinco por ciento los artistas en la sección de arte moderna son mujeres, pero el 85 por ciento de los desnudos son sobre mujeres”.
Dicha información resonó conmigo; me di cuenta que reflejaba una realidad innegable y probablemente aún vigente, por lo cual decidí compartirla con mis compañeros de clase cuando comenté que me incomodaba que únicamente la mujer estuviera sin ropa en el óleo de Manet.
“Ella era sexoservidora y estaba acostumbrada”, “Le pagaron por posar”, “No es una pose vulgar, no se le ven ni los genitales ni los pezones”, “Las mujeres no siempre son víctimas”, “Yo no lo haría porque me averguenzo de mi cuerpo, pero a ella no le da pena el suyo” fueron algunos de los argumentos que me dieron como respuesta.
Pero no se trata de eso. No importa que la modelo haya estado ahí consciente y deliberadamente, o que los hombres no la tocaran o que no se haya hecho con una connotación explícitamente sexual. Incluso los que nos juramos liberales vemos la desnudez (con algunas excepciones) como un estado de vulnerabilidad, sobre todo en un escenario social. No me parece ninguna estupidez pensar que es cuestionable un cuadro en el que una mujer (prostituta o no) está despojada de prenda alguna mientras conversaba con otros dos hombres, de manera amigable e inocente o no, porque refleja para aquellos que se atreven a reconocerlo, que la mujer era (y sigue siendo) una entidad vulnerable. Un objeto que se puede observar al gusto, solo porque es bonito. No es lo mismo apreciar la desnudez de una misma en una pintura como “La danza” de Matisse, donde es un grupo y no un individuo de féminas desnudas, mientras bailan agarradas de las manos y que ha sido ampliamente utilizado como símbolo de liberación y hasta de brujería moderna, a lo que hizo Manet y que fue tan defendido por mis compañeros.
Esto no es en contra de mis amigos y tampoco quiero atacar el trabajo artístico de Manet. Pero creo que es importante que, aunque aveces parezca repetitivo, continúe escribiendo estas columnas donde presento mi perspectiva desde mujer, porque dentro de la industria del periodismo, del arte, de la política, y muchas otras gamas, no hay espacios para hacerlo.
La lucha del feminismo es una de las más actuales y con más seguidores en la actualidad, Y mientras continúen ocurriendo pequeñas pero significantes anécdotas, continuaré escribiendo sobre ellas. Ojalá que las disfruten.