Ante la pandemia, la resistencia
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Escogí la palabra resistencia para hacer la connotación del verbo resistir en nuestra experiencia frente a la enfermedad del Covid-19 y su alcance pandémico que castiga a la humanidad desde hace más de nueve meses. Y es que todo parece indicar que ante la amenaza real del coronavirus, la humanidad resiste de formas distintas su duelo contra este padecimiento que nos acecha sin que se tenga todavía un remedio médico para detenerlo.
En México como en el mundo, desde la segunda mitad del Siglo 20 y lo que va del actual, hemos sobrellevado otros tipos de pandemias como el virus de la influenza, pero ninguna había tenido las implicaciones y la extensión como la del Covid-19. Sus consecuencias son prácticamente inevitables en todos los sentidos y ámbitos de la humanidad, sabemos ahora que ha generado crisis económicas profundas, pero lo más terrible han sido las consecuencias en el ámbito de la salud con la muerte de más de un millón de personas en el mundo, de los cuales hasta el día de ayer 82 mil 726 corresponden a nuestro país.
Para el psicólogo y catedrático español Fernando Chacón Fuentes, las epidemias y pandemias infecciosas parecen fenómenos que tienen que interesar únicamente a biólogos y a un buen número de especialidades médicas, pero no a científicos del comportamiento como psicólogos, sociólogos y antropólogos. El fantástico y exitoso desarrollo de vacunas y tratamientos para reducir la prevalencia de enfermedades infecciosas muy letales, que han convivido con los seres humanos durante siglos, puede ser una de las razones de esta forma de pensar. Sin embargo, resulta paradójico que medidas de prevención dirigidas a la población, tales como el desarrollo de hábitos higiénicos o el mantenimiento de un distanciamiento social, así como el ajuste adecuado de la percepción de riesgo, entre otras, que tienen un indudable carácter psicológico, se hayan planificado y desarrollado sin el concurso de expertos en el comportamiento humano.
Ahora sabemos los alcances del daño y los efectos psicológicos al enfrentar súbitamente emociones de incertidumbre, ansiedad, angustia y la experiencia constante de estar alerta frente a la inminencia no solo de la muerte, sino de un presente y futuro incierto tanto en lo personal como en lo familiar. Chacón Fuentes afirma que esos efectos en muchos casos son reacciones de adaptación a una nueva circunstancia estresante, mientras que en otros son debidos al agravamiento de una psicopatología previa. La acción estresante del contexto pandémico no afecta a toda la población por igual. Es posible que una gran mayoría podrá afrontarlo sin ayuda y no generará ninguna huella psicológica por haberlo vivido.
No obstante, en una realidad más cercana, como el caso nuestro en la ciudad de Culiacán, este tipo de trastornos psicológicos que supone la pandemia genera secuelas distintas, pues a poco más de siete meses de vivir la pandemia y las consecuencias del confinamiento, la adaptación a la llamada nueva normalidad y sus procesos de continuo desconfinamiento, han repercutido de manera diferente en las personas adoptado conductas de resistencia de forma ambivalente:
Por una parte se encuentra aquella población que asume este proceso de adaptación y regreso a las actividades laborales y sociales con una dosis notable de negación a las consecuencias de la pandemia, como si ya no estuviera latente y como si el anuncio oficial de la disminución de los contagios fuera también el anuncio del fin de la pandemia. Como consecuencia y afectación psicológica del confinamiento, también están aquellos que su resistencia tiene que ver con resistirse a creer que pueden contagiarse o contagiar a alguien más.
Para el psicoanalista argentino Alberto Fernández, los denominados negacionistas son aquellos que salen a bares, o hacen asados multitudinarios en casas o se van de vacaciones, como si nada pasara. Es una actitud de re-negación, sé que hay peligro pero creo que no me va a pasar nada, es un miedo negado. Sería comparable a aquel que bebió mucho alcohol y sale con su auto porque está convencido de que él no chocará, pese a que tiene grandes posibilidades de tener un accidente.
Y por la otra parte están los que resisten de otra manera, los que, a conciencia se apropian de las implicaciones de una pandemia y asumen la resistencia en el sentido de encarar y adaptarse a los cambios que plantea esta nueva realidad, que implica también atender las exigencias en la adquisición de nuevos hábitos y responsabilidades en el cuidado personal y colectivo mientras dura la pandemia.
En Culiacán, como sucede también en otros municipios de Sinaloa y el País, la resistencia de la población ante la pandemia se sitúa entre la negación y aceptación del contagio, en cada una de ellas se viven consecuencias diferentes, pues en una se asume la enfermedad en el cuidado y en otra se padecen las consecuencias del descuido.
La gran lección de la pandemia será sin duda haber aprendido a asumirla o padecerla, a reconocernos con responsabilidad o aprender a comportarnos de forma responsable con nosotros mismos y a pensar en los demás, porque al final del día habremos entendido que el Covid-19 es contagioso pero no contagia, contagiamos las personas.
Hasta aquí mi reflexión, los espero en este espacio el próximo martes.