Año dos

Federico Reyes Heroles
24 noviembre 2020

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frheroles@prodigy.net.mx


Las conmemoraciones y aniversarios tienen una razón de ser: llamar a la reflexión, convocar a la conciencia, en público o en privado. Dos años de gobierno, México se merece una reflexión seria y severa por parte de nuestros gobernantes.

El método de gobierno ha sido claro, la confrontación sistemática con todo tipo de sectores y ámbitos de actividades. Los empresarios en primerísimo lugar, seguidos de los medios, pero también los científicos, el sector salud, las universidades, las mujeres y claro los opositores abiertos. La confrontación supone tener por lo menos dos visiones que habrán de enfrentarse. En los juicios ese método, confrontar testigos, brinda resultados concretos. Los enfrentamientos y ruptura entre ellos es inevitable. Pero de qué ha servido a los mexicanos la confrontación entre nosotros, ricos vs pobres, buenos vs malos, liberales vs conservadores, fifís vs no sé qué. Seguiremos en el mismo barco, tendremos que convivir, nos necesitamos unos a otros.

¿Necesitamos científicos?, sí. ¿Empresarios?, por supuesto, generan 9 de cada 10 empleos, ¿Burocracias?, sí. Pero sobre todo necesitamos instituciones que nos garanticen libertades, justicia, discusión plural, y equilibrio en las decisiones. Madero no quería la destrucción de las instituciones, demandaba respeto a la ley. Allí empezó una verdadera Revolución. De qué ha servido a México sembrar la duda generalizada sobre corrupción en todo tipo de acciones e instituciones: el Poder Judicial, el INE, y los órganos reguladores, los fideicomisos, las instituciones de salud, etc. De nada. La confrontación jurídica aclara hechos y así ayuda a la justicia. Pero la confrontación como método de gobierno lo que consigue es el debilitamiento generalizado de los gobernantes y de las instituciones. Nadie gana.

El Presidente es hoy más débil, la credibilidad en los diputados y senadores sigue en el sótano. El registro de las mentiras gubernamentales cotidianas es muestra de desconfianza y descomposición. Confrontada, la inversión privada se desplomó, ello trajo más desempleo y pobreza. Y qué decir de la corrupción. En el sentir ciudadano, con números del INEGI, ha empeorado. Ni en el conteo de muertos nos podemos poner de acuerdo. Si el puerto imaginario al cual debíamos arribar era un país sin corrupción, pues ese no está en el horizonte. En cambio, a nombre del combate a la corrupción, hoy el Estado mexicano es mucho más frágil. Tiene menos recursos para atender la urgencia sanitaria o los desastres naturales que hieren a cientos de miles. CONACYT está debilitado en sus finanzas y prestigio, pero también CONAGUA ha sufrido recortes brutales. La Federación se ha apropiado de todos los recursos posibles sin importarle las consecuencias y, aun así, no alcanzan ni alcanzarán. Un tercio de los gobernadores se levantan en armas. Más consecuencias de la confrontación.

El desmantelamiento institucional nos hace a todos los mexicanos más débiles y vulnerables. ¿Sacudida necesaria? Lo que México vive hoy ha salido del control de los gobernantes. En ese escenario los ganadores van a ser los narcos con la violencia respectiva, los nuevos corruptos a la vista y los especuladores que la jueguen contra México. Pésimo negocio. La confrontación desde el poder puede provocar un naufragio en el cual ni los de la 4T se salvarían. Quién puede desear eso. De seguir con la confrontación como combustible político, el gobierno de izquierda y antiliberal, entregará los peores números en décadas de pobreza y desigualdad.

Muchos se preguntan quién puede detener la confrontación como brújula del gobierno. Y la respuesta apunta a un hombre y sus corifeos, el mismo que creyó y cree que su método de ascenso político, confrontar, sería una espléndida fórmula para conducir a una nación. Hoy queda claro: la confrontación es veneno puro.

En términos cristianos lo llaman examen de conciencia, en términos civiles se llama responsabilidad. Año dos, reflexionen.