Anfitriones del vampiro

Rodolfo Díaz Fonseca
08 noviembre 2024

El 21 de este mes se cumplirán nueve años del fallecimiento del actor Germán Robles, quien se consagró en el cine mexicano por la caracterización de Drácula. Nació en Asturias en 1929, pero se refugió en México en 1946 a raíz de la Guerra Civil en su país. Aunque quiso nacionalizarse, nunca pudo culminar este sueño. Sin embargo, su imagen perdura como el mejor vampiro mexicano.

Debutó con la película La dama de las camelias, dirigida por Enrique Rambal, pero su triunfo comenzó en 1957 con la filmación de El vampiro, donde interpretó al Conde Duval. Fue también el protagonista de la secuela El ataúd del vampiro, lo que le concedió mayor fama y prestigio.

Sin embargo, la identificación del actor con el personaje fue tan fuerte, que el público no aceptaba fácilmente su participación en otros papeles (algo semejante a lo que le sucedió a Julie Andrews después de protagonizar La novicia rebelde y, después, Cabaret).

Valga esta digresión para introducirnos a la última obra de Juan Villoro, No soy un robot, donde compara los teléfonos celulares con los vampiros:

“Todo esto nos lleva al vampiro que descansa en nuestro bolsillo. Si los teléfonos celulares sólo se pudieran conseguir en una tumba abandonada serían aún más codiciados. Como el conde de afilados colmillos, se alimentan de nosotros, oyen conversaciones, nos acompañan en forma inadvertida y resucitan cuando los reiniciamos. Nada de esto se percibe como una amenaza sino como un beneficio: «no es el vampiro quien elige a sus víctimas, sino las víctimas quienes, consciente o inconscientemente, eligen al vampiro»”.

Agregó: “Las aplicaciones nos reconocen y les confiamos nuestra vida: «¡Hola, Juan!», dice el sistema operativo. En el código de Transilvania eso significa: «¡Entre al castillo por su propia voluntad!»”.

¿Controlo a mi vampiro?