Anestesia del corazón

Rodolfo Díaz Fonseca
17 mayo 2019

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@rodolfodiazf

 

 

 

Es admirable la madurez con que Amado Nervo, en su poema “En paz”, condensó la trayectoria de su vida. El inolvidable bardo nayarita (que murió antes de cumplir 50 años) se mostró conforme con las alegrías y tristezas que en su vida cosechó. Su tranquilidad se asentó en la firme convicción de que, al final de su rudo camino, él fue el arquitecto de su propio destino.

 

No obstante, es fácil constatar que hay muchas personas inconformes con su situación. Seres humanos que lamentan la falta de oportunidades laborales, así como las estratificadas injusticias y marginación social. Hermanos nuestros que sufren exclusión y el desgarrador zarpazo de la violencia.

 

¿Serán ellos los arquitectos de su propio destino? Podemos tranquilizar nuestra conciencia diciendo que nosotros no somos los autores de esa problemática, que a nosotros no nos atañe su situación, que son harina de otro costal.

 

Uno de los más grandes males que padecemos es nuestra falta de solidaridad. El individualismo se ha convertido en el traje con que nos ataviamos todos los días. Somos seres que dormitamos en la inacción mientras el mundo gravita aceleradamente hacia su destrucción. Somos víctimas de una cruel indiferencia que anestesia miserablemente nuestro corazón, y nos conduce a repetir con Caín: ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano? (Gn 4, 9).

 

Estamos llamados a vivir la fraternidad. No importa que se nos tache de soñadores. Es preferible soñar a conformarnos con la contrastante realidad. Aunque nos dijeran que la justicia para todos es un sueño, es preferible seguir soñando con la justicia. Es necesario conservar intacta la fe en aquel ser humano de que habló Paul Valery, en el hombre “que es capaz de extraer de la nada un canto de esperanza”.

 

¿Tengo anestesiado el corazón? ¿Vivo la fraternidad?