AMLO y The Economist: seudomesías y seudoperiodismo
Personalmente no es corrupto, habla en nombre de los que menos tienen y carece de los prejuicios que caracterizan a otros mandatarios populistas y autoritarios, sin embargo, afirma The Economist, Andrés Manuel López Obrador es un peligro para la democracia. Se trata de un falso mesías, según el título de la portada, porque no viene a salvar a México y sí a poner en riesgo a sus instituciones, la economía y la estabilidad política. El semanario concluye con una especie de llamado a los mexicanos para utilizar el voto y detener el avance de Morena y un exhorto al Presidente Joe Biden a utilizar el peso económico y político de Estados Unidos para intervenir en los asuntos mexicanos.
Como era de esperarse, las reacciones entre los obradoristas fueron igualmente apasionadas: la publicación fue calificada de amarillista y escandalosa, de prestarse a ser usada por los conservadores en tiempos electorales y dio lugar a las más severas críticas contra el intervencionismo “inglés” en asuntos de política interna y desconocimiento de las realidades mexicanas al pedir la injerencia de Estados Unidos.
En la sesión Mañanera, López Obrador acusó a la revista de ser “majadera, grosera y mentirosa” y tachó la pieza de propaganda explícita al buscar influir en el voto de los mexicanos. Afirmó que él “no va a Inglaterra a pedir que voten a favor de un candidato”. La respuesta formal provino del Canciller Marcelo Ebrard, quien en una carta al editor de la revista se queja de que ninguno de los argumentos vertidos en la entrevista, que había sostenido con el medio una semana antes había sido recogido en el texto. El llamado a votar en contra del Presidente y de su partido sorprenden, afirma Ebrard, “no por la posición ideológica de su medio, sino por su virulencia y fragilidad argumentativa”. La revista está permeada por “la visión de que la mayoría de la sociedad mexicana, sobre todo la de menos recursos, está equivocada y apoya a quien no debe”. El Canciller acusó a la publicación de repetir el sesgo antilopezobradorista que ya se había presentado en 2018, cuando aseguró que el tabasqueño difícilmente alcanzaría el poder y que, si fuera el caso, provocaría devaluación, hiperinflación, endeudamiento y un choque directo con Estados Unidos. “Nada de eso ha sucedido”, dice la carta y termina con una acusación: “La falla de las élites en entender a López Obrador hoy parece repetirse en sus páginas”. La visión elitista es que las mayorías están equivocadas y no saben lo que realmente les conviene, cuando en realidad “la mayoría de las personas está siendo favorecida por un sistema que por primera vez los tiene como prioridad. ¿Acaso no será tiempo de preguntarse si los que están equivocados son las élites enojadas y exasperadas con el Presidente López Obrador y no la mayoría que se siente representada?”.
Sobra decir que, por su parte, los críticos de la 4T festinaron la publicación contraria a López Obrador como si fuese el fallo definitivo y categórico por parte de un tribunal internacional inapelable; la condena imparcial y profesional que estaban esperando de parte de la corte celestial.
En cierta manera la publicación de este reportaje opera un poco en los dos sentidos. En efecto se trata de una portada y un texto que transpiran juicios de valor en contra de lo que López Obrador representa. La propia publicación se define a sí misma como un medio que abraza los valores impulsados por el modelo económico neoliberal. Según esta escuela de pensamiento, los países atrasados podrán ser lo que ahora son las potencias si se conducen con apego a la democracia formal, al mercado libre y la apertura de sus fronteras (The Economist se define en contra del Brexit). Bajo esa lógica, las premisas con las que opera la 4T trastocan los criterios de buen gobierno y manejo económico responsable que ellos sostienen. Sin embargo, también hay que decir, que esta revista intenta poner en práctica una versión inteligente y rigurosa, a pesar de su periodismo comprometido con tales posiciones ideológicas. Por lo mismo, tiene una reputación ganada en el mundo financiero y político. Más que un medio masivo se trata de una publicación influyente entre las élites. No está errado Ebrard cuando afirma que, justamente, sus editores estarían tan subsumidos en esa visión del mundo de las élites, que les cuesta trabajo entender un proyecto que prioriza objetivos encaminados al beneficio de otros sectores.
Ahora bien, más allá de los juicios de valor, la pieza es más equilibrada en lo que respecta al análisis puntual de aciertos y desaciertos de lo que deja ver el debate que ha desatado. Señala las incongruencias y disfunciones administrativas, describe el riesgo de algunos proyectos económicos y las inconsistencias políticas del Presidente. Pero también afirma que AMLO “ha hecho cosas buenas, tales como incrementar las pensiones, subsidiar programas de aprendices para favorecer a los jóvenes e incluso, a pesar de ser de izquierda, ha controlado el endeudamiento y el gasto público”. Reconoce que el 61 por ciento de las personas lo apoyan, en parte porque sienten que por primera vez un Presidente está haciendo algo por ellos. Sus objetivos son buenos, afirma la revista (aumentar el ingreso, mejorar los servicios públicos, abatir el crimen y eliminar la corrupción), pero muchas de sus medidas no son las correctas.
Si bien es cierto que el inventario de claroscuros es más bien crítico, las conclusiones categóricas a las que llega (pedir el voto en su contra y la intervención de Biden) son un exceso con respecto incluso al propio texto. En el análisis publicado no se menciona la palabra “mesías”, no obstante, los editores decidieron acudir al término utilizado por Enrique Krauze, un crítico opositor, para ilustrar la portada y vestir con un posicionamiento político lo que tendría que haber sido un balance periodístico. Más allá del momento político electoral en el que The Economist publica esta controvertida pieza, me parece que nos sigue debiendo el balance de fondo, profesional y riguroso sobre el gobierno de la 4T. La pregunta es saber si puede hacerlo a pesar de la discrepancia ideológica que tiene con lo que AMLO representa. Difícil exigir una imparcialidad política absoluta en un mundo tan polarizado, pero al menos podrían esperarse mínimos de honestidad intelectual, que ahora estuvieron ausentes, de parte de una revista que pretende ser un referente en la opinión pública.