AMLO año 1
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¿Y si falla Andrés Manuel López Obrador? Para sus seguidores es una pregunta insolente. Para los que lo aborrecen es una obviedad, porque todavía no asumía el poder y ya “llevaba años” fallando. Pero lejos de filias y fobias y de los extremos –tan cultivados en estos días–, la pregunta vale cuando se cumple el primer año de Gobierno. De verdad, de verdad: ¿y si falla?
Para los que votaron por Vicente Fox Quesada con grandes expectativas esa pregunta habría sido importante; al menos habrían encontrado un camino para sacar la frustración, porque, ya sabemos, fue un sexenio vergonzoso y no me voy a meter a detallarlo. En cambio, yo creo que Felipe Calderón no le falló a sus votantes aunque le falló a México: era un marrullero, se quedó la Presidencia con marrullerías, gobernó como un marrullero y… así nos fue (y esa es otra historia). La pregunta con Enrique Peña Nieto, sin embargo, era otra; siempre se supo que era un títere de la élite más corrupta de México y se sabía que era un político ignorante e ineficiente pero efectista; la pregunta habría sido: ¿y si acierta? No acertó, y aunque le hizo un gran daño a México, al menos se cargó a su partido, el PRI, que quién sabe cuándo podrá recuperarse, si es que se recupera.
Lo primero sería definir el término “fallar”, en el caso de Andrés Manuel. Contra algunas muestras del Presidente de medir su éxito por medio de la aceptación popular (no habrá golpe de Estado si tengo seguidores; errores como el “culiacanazo” hacen crecer mis redes), creo que hay renglones muy medibles. Empezaría por tres: seguridad, economía y desarrollo. Gran debate. Dentro del rubro “seguridad” no hay más: deben bajar las cifras de la violencia. En “economía” tampoco hay mucho hacia dónde hacerse: el país debe empezar a crecer. Y en “desarrollo”, aunque hay una definición técnica, creo que se deben mostrar resultados en dos subvalores: pobreza y desigualdad; es decir, reparto justo y oportunidades por igual. La combinación de estos tres renglones (seguridad, economía y desarrollo), sin mucho debate, traerían, o bien una tormenta perfecta o bien un crecimiento sostenido y sustentable. Concentrémonos en estos tres; todos estaríamos de acuerdo en que son prioritarios, salvo que se le busquen tres pies al gato. En torno a éstos podría medirse, grosso modo, éxito o fracaso.
Ahora, habría que razonar qué se espera de AMLO para saber qué significa “fallar”. Damos por un hecho que hay un compromiso puntual de combatir la corrupción y el dispendio que marcó al país durante décadas. Eso va caminando, aunque, sugiero, podría acelerar el paso y ponernos ejemplos puntuales, no sólo cimientos. Se impone ir por peces gordos.
Sobre los otros tres temas. Primero, creo que nadie en su sano juicio podría demandar que acabara la desigualdad en seis años; creo que esa materia, que es la que más urge, es la que llevará más años (muchos más que seis, por supuesto) por el daño provocado en décadas, y quizás siglos, sin exagerar; y porque ha sido el gran reto de todos los países. Hasta para destruir se necesita tiempo: el neoliberalismo se tardó 36 años para mostrar su fracaso en México; en algunos países, hasta 50 años.
Ahora, la economía: el despunte podría colocarse como pendiente de corto plazo. Debe suceder en los siguientes años; los gobiernos, absolutamente todos, tardan en que la economía refleje el efecto de las políticas públicas; pero sí debe mostrar resultados concretos muy, pero muy pronto para que el capital privado haga su propia apuesta. Esto debe pasar en los siguientes meses y años, y definitivamente en su sexenio.
Y la seguridad. Allí, creo, los resultados debieron ser inmediatos. Y si no fueron, deben empezar a sentirse a la voz de ya. Se puede vivir pobre, pero no se vive con violencia. Literal: no se vive. Los miles de muertos no tendrán oportunidad de esperar a que cierta estrategia funcione. Hay prisa de que funcione; y se verá en los siguientes meses qué tanta prisa: meterá una presión que no se sentirá en los rubros de desarrollo o de economía.
De regreso a la pregunta: ¿Y si falla AMLO? Claramente hay un grupo opositor que nunca quedará conforme, haga lo que haga; se vale, pero allí la pregunta sobra. Pasa con los seguidores a ultranza como con los opositores a ultranza: hay poco que se pueda discutir al respecto; todo argumento, como venga, para ellos está envenenado. Pero hay otro grupo que está midiendo y es una mayoría; que se separa de la política y que espera que su vida cambie para bien. Y es al que debe ir dirigido cualquier argumento.
Lo deseable, como mexicanos, es que no falle Andrés Manuel. Ya nos fallaron todos. Pero hay que entender que aunque no se alcance a producir un cambio rotundo, una izquierda democrática y progresista es opción frente al desastre de este mundo. Y no se le debe renunciar. Aunque no lo hemos advertido con plenitud, somos otra vez la avanzada de cambios: eso fue la Revolución de 1910, la primera gran revolución del siglo xx. El liberalismo económico es a ultranza y se acabó; las políticas neoliberales ahondaron la desigualdad. La opción debe ser la misma: mantener firme la esperanza, y apurar el paso; aprender lecciones y no dar marcha atrás sobre la decisión que se ha tomado. Faltan cinco años, todavía. Como digo, lo ideal es que AMLO aprenda de sus errores y corrija porque tiene tiempo para corregir y enmendar; para acelerar donde se ha quedado corto y para recular donde tomó malas decisiones.
El péndulo es siempre una tentación. Cuidado. Como pasa en otras partes del planeta, donde se ha corrido hacia una derecha radical (aún con todos los males que arrastra) por la desesperación, debemos aspirar a que esto tome rumbo, más que desandar. Hay tiempo, pero no mucho. Dejo esto: los que están cerca de él deben ayudarlo a apretar el paso. Hay tiempo como hay, también, muchos desesperados. Fallar no debe ser opción porque si falla AMLO, fallamos todos.