Alternancia en Sinaloa: una itinerante desilusión
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@vraldapa
A casi cuatro meses de que el Congreso convoque a elecciones estatales en Sinaloa, las precampañas han iniciado tanto en lo formal como en lo informal, donde cada vez más los pretensos hacen públicas sus aspiraciones y con ello el juego de la democracia electoral inicia de nuevo su conocido ciclo en el que a pesar de los serios estragos de la pandemia, todo parece seguir su cauce en el reducido universo de los partidos políticos; una misma rutina de pautas preestablecidas y bien entendidas, en donde la clase política en todos sus niveles se conduce bajo reglas escritas y no escritas ya muy conocidas, estudiadas y aprendidas. Una suerte de normas y códigos que le dan sentido y justificación a las relaciones y comportamiento de sus actores, una condición que les ha permitido sostener cierto orden y continuidad a los rituales de la política en México.
De ahí que la actual crisis sanitaria y económica por la que atraviesa el País no afecte el transcurso por el que cotidianamente se desenvuelven las aspiraciones electorales. Aquí la llamada “nueva normalidad” no parece perturbar a la actividad política, por el contrario, le permite instrumentalizarla. Podrá estar en crisis la salud pública, la economía, pero en este caso la política no, puesto que el estado normal en el que se desenvuelve la práctica de la política es en las situaciones de crisis, por su utilidad para resolver conflictos.
Ahora bien, cuando un político busca acceder a un cargo público, como lo menciona Fernando Escalante Gonzalvo en su libro clásico de El principito, o sea el oficio de políticos, se le ofrecen por lo común dos caminos: el de la popularidad y el de la astucia. Consiste el primero en ser elevado por el espontáneo y acaso arrebatado entusiasmo de la gente, que lo empuja por afecto; y el segundo en hacerlo por medio de alguna maquinación más o menos disimulada.
Nada nuevo como se afirma en el texto de Escalante Gonzalvo, así hemos visto cómo esto de los procesos electorales se han convertido en historias ya vividas por generaciones de votantes y aspirantes en un mismo escenario, de ahí que las reglas y normas escritas o simbólicas sean ya conocidas por la mayoría de la población. Aunque se afirme que todo proceso electoral es diferente, las prácticas, usos y costumbres siguen siendo los mismos, y por consecuencia también los resultados.
Por otra parte, es importante distinguir la diferencia que representó el significado político y electoral del triunfo de Morena en 2018, esta diferencia contrasta con el resultado de los gobiernos locales, en tanto resultó ser no sólo “más de los mismo”, sino que en ocasiones “lo peor de lo mismo”. Esta situación, dio como resultado un nuevo aprendizaje en un mismo escenario. Se puede afirmar que la elección del 2018, como suceso histórico distinto y trascendente, no tuvo una misma implicación en las entidades y municipios como se observa y se comunica desde la Presidencia de la República. A decir que la promesa de la cuarta transformación se vive y se percibe de formas distintas y en ocasiones contradictorias, en las que parece que el proyecto de nación que ofrece el gobierno de López Obrador, no tiene forma que lo distinga, ni fondo que sea posible de interpretar en un mismo sentido.
Las razones de contradicción que se advierten en los gobiernos locales de Morena obedecen a factores muy conocidos y también padecidos en los anteriores gobiernos, sólo que en muchos aspectos han resultado ser más inexpertos y torpes para gobernar.
A casi dos años de los gobiernos municipales en Sinaloa, la experiencia nos enseña que la mayoría de los candidatos de Morena llegaron con un discurso y gobernaron con otro. Una falta de congruencia que no los hace diferentes, acaso moralmente inferiores por mentir y no cumplir con lo prometido.
Otra razón evidente es que ganaron sin saber para qué, pues no se lo esperaban, quizá sí estaban convencidos de la posibilidad del triunfo de López obrador, pero no del triunfo de ellos, razón por la que no se tenía previsto la dimensión y responsabilidad para gobernar un municipio o legislar en el congreso.
Un aspecto más es que al no tener previsto que ganaría la elección, se vieron en la necesidad de gobernar sin conocer con quienes, de conformar equipos de trabajo al vapor, lo que puso de manifiesto los conocidos conflictos con las síndicas procuradoras, la renuncia de servidores públicos y de la incompetencia de otros en sus gabinetes.
Pero lo más decepcionante como resultado es que se ha ejercido un mando para que todo sigua igual, con algunas acciones diferentes, más accesorias que de cambios profundo, en las que queda de manifiesto los afanes de poder y atribución, en vez de la esperada capacidad de administrar distinto un gobierno y sus instituciones.
Dos tiempos históricos se bifurcan y a la vez se tropiezan en este periodo electoral para 2021, una búsqueda de confirmación o rectificación a la hora de votar, una encrucijada nada sencilla para los miles de electores que votaron por el cambio en 2018 y no vieron resultados. El dilema será: ¿por quién votar y en quién confiar ahora? Una tarea nada fácil para los candidatos.
Hasta aquí mi opinión, los espero en este espacio el próximo viernes.