Adivinando la nueva normalidad mexicana

Alejandro Sicairos
17 mayo 2020

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Ninguno la conoce, pero no es la de la 4-T


alexsicairos@hotmail.com

Podría ser demasiado pronto, e igual descomunalmente tarde, que de la estrategia de control de contagios y contención de muertes por el virus Covid-19 hoy el discurso del Gobierno de México regrese al bálsamo de la esperanza con el que empezó a combatir la pandemia. En el principio, a endosarle la cura a remedios providenciales; ahora a dejar en manos de la ilusión colectiva cualquier probabilidad de salir a salvo de la incidencia de Sars Cov-2 que sigue infectando y matando a muchos en el País.
Nadie tenemos ni idea de qué significa para los políticos en el poder esa especie de alba, quizá sin sol quizá sin aurora, que existe al despertar de la pesadilla. No tenemos la verdad completa respecto a la presente emergencia nacional de salud. Tampoco tenemos la fe íntegra en las instituciones y en quienes las presiden. En realidad lo único que tenemos son más de cinco mil decesos y la multiplicación diaria de los contagios.
Pero sí tenemos, ¡oh fortuna!, el espejismo de la “nueva normalidad” de México, un concepto gubernamental tan elástico que bien puede ajustarse al peor o mejor de los escenarios. Es el eslogan que explicará el desastre, en caso de que fracasen el aplanamiento de la curva y la recuperación económica, o bien servirá como el edicto por la grandeza inmunológica de la raza azteca, si acaso logramos quitarle la corona al coronavirus.
Las construcciones orales “nueva normalidad”, “municipios de la esperanza” y “vamos a salir fortalecidos” son obra de propagandistas en cuyo manual de bolsillo poseen una frase para cada ocasión. Imaginemos una lluvia de ideas en el war room de la Cuarta Transformación donde todos los enunciados valen pues a cada cual le llegará la circunstancia útil, así como tuvieron su momento de gloria los términos presidenciales “hay que abrazarse, no pasa nada”, “esto nos vino como anillo al dedo” o “hay quienes quisieran que nos fuese mal”.
Hoy acéptese como motivador de moda a la “nueva normalidad” mexicana” que por supuesto la estamos viviendo en el territorio nacional, no se diga en Sinaloa. ¿Qué es? La autenticidad que construimos los ciudadanos y que les dará un vuelco radical a prototipos sociales y al modo en que manejamos las ilusiones. Es al antídoto patriótico contra la toxina política del engaño.
La “nueva normalidad” es que nos hemos unido para salvar a México a pesar de las ineptitudes de los gobernantes. La del distante abrazo fraternal a los más afectados por el coronavirus, dándoles desde la solidaridad cívica los equipos de protección al personal médico, suministrando alimentos desde la posibilidad individual a los que carecen de trabajo o medios de sustento, surtiendo de ventiladores y camas a hospitales u ofreciéndoles una moneda a sectores de trabajadores cuya última posibilidad de sobrevivir es la generosidad ciudadana.
La “nueva normalidad” es la que nos pone frente a los ojos la devastación de la salud pública sometida a la atávica corrupción y la posmoderna improvisación, aquella que cuenta bien a los muertos y lleva exacta la estadística de la propagación y sin embargo ignora qué hacer para avanzar hacia la recuperación. La misma que ocultó los cadáveres y luego los suministra en dosis a los bancos de datos. Ese confinamiento popular cuya razón de ser se diluyó con los embustes que pretenden tapar el sol con un dedo.
La “nueva normalidad” que echa abajo toda expectativa puesta en personajes que cautivan con encendidas proclamas contra viejos y recientes males y una vez que aprisionan la esperanza proceden a la veloz demolición de los sueños colectivos. La resistencia a instalar la voluntad popular por encima del egoísmo del yo. El sufrimiento de víctimas y sus familias que trasmutan a un semáforo frío y asincrónico que dirá cómo estamos pero no cómo salvarnos ni dónde están los puentes hacia esa realidad naciente.
Así entramos hoy lunes a la “nueva normalidad” mexicana donde algunos municipios, los de la esperanza, retoman el quehacer cotidiano y otros (podríamos llamarles los de la desesperación) recibirán pronto frescos conceptos discursivos, estimulantes palabras de aliento, sin que llegue la ayuda material, aquella que es fundamental para intentar que estados como Sinaloa se levanten ya no desde las cenizas sino desde la saliva enferma (la del Covid-19 y la de los predicadores demagogos).
Si es oportuna o morosa la “nueva normalidad” eso se sabrá luego. Por ahora la sociedad envía señales de auxilio mediante el humo de la frustración y el Gobierno no las mira entre la densa bruma del incienso ofrecido por fanáticos que antes muertos que realistas. Hagamos fila, pues, en la tarima de lo absurdo a ver si acaso quedamos entre los sobrevivientes.

Reverso
Padre López te pido piedad,
Si por mi mucha candidez,
No califico, oh gran juez,
Para tu nueva normalidad.

Síncope de datos
En el informe diario de la tarde del viernes 15 de mayo rivalizaron los números del Covid-19 en Sinaloa ya que la Secretaría de Salud federal reportó 98 casos nuevos y 7 fallecimientos en Sinaloa, mientras la Secretaría de Salud del Gobierno del Estado agregó 68 casos nuevos y 6 decesos. El sábado 16 de mayo siguió la discrepancia en la información oficial al dar a conocer Hugo López-Gatell 296 casos activos y 22 muertes en Sinaloa, mientras Efrén Encinas Torres se refirió a 725 casos activos y 12 muertes. Tal vez por ello la gente ya no atiende el balance gubernamental y realiza su propio cálculo según le va en el contexto de la pandemia.