¿Adiós Trump?
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@DeniseDresserG
Uno de los peores presidentes que ha tenido Estados Unidos. Narcisista, polarizador, mentiroso, pillo, xenófobo, cruel. Donald Trump lleva cuatro años dividiendo y des-democratizando a su país, apelando a los peores demonios que aún andan sueltos. El racismo sistémico e histórico evidenciado por Black Lives Matter. Los sueños de supremacía blanca catalizados en cada orden ejecutiva contra los inmigrantes, contra los “otros”. El sexismo acendrado que subyace en tantos tuits, en tantos actos de campaña, en el nombramiento de jueces a la Suprema Corte con la encomienda de cercenar los derechos de la mujer. El populismo de derecha que se dice representante del pueblo mientras empeora su vida y la pone en riesgo con uno de los peores manejos de la pandemia en el planeta. Trump es producto de las pulsiones más oscuras de la sociedad estadounidense y se ha encargado de exacerbarlas. Aún así, y a pesar de lo deplorable de su paso por el poder, no queda claro que esté dispuesto a salir de la Casa Blanca de manera pacífica si pierde. En lugar de un “adiós” contundente, podría haber una larga y conflictiva despedida o un intento por atrincherarse en la Casa Blanca.
A pesar de que Biden consistentemente ha ido a la delantera en las encuestas nacionales, y su ventaja en estados clave crece, preocupa cuán cerrada es la elección. Trump tiene una base fiel de seguidores, dispuestos a creerle todo, perdonarle todo, permitirle todo. No importa cuántas investigaciones periodísticas exhiban su vileza, el apoyo incondicional e irracional sigue ahí. A pesar de la investigación del fiscal Mueller que sugirió obstaculización de la justicia, a pesar de la destitución votada en el Congreso por su involucramiento en Ucrania, a pesar de lo publicado sobre su evasión sistemática de impuestos, a pesar de los múltiples litigios pendientes en su contra, a pesar de los más de 220 mil muertos por Covid-19. Un 40 por ciento de los estadounidenses sigue pensando en reelegirlo. No parecen estar preocupados por la manera destructiva y divisoria en la cual ejerce el poder. El racista y sexista y supremacista blanco tiene quien vote por él.
Eso preocupa por el día de la elección, y por lo que podría suceder después de ella. Trump está convocando a los radicales en su base a ser vigilantes de casilla, armados de ser necesario. Lleva semanas sugiriendo que si pierde será debido a un fraude electoral, resultado de una conspiración en su contra. Mientras tanto, prominentes líderes del Partido Republicano, de la mano de jueces nombrados por Trump, están haciendo todo por suprimir el voto, aunque eso entrañe manipular el Servicio Postal para que las boletas no lleguen a tiempo para ser contadas, o inducir el miedo a votar en persona por violencia en las casillas y la posibilidad de contagios de Covid. El Partido Republicano se está preparando para cuestionar y apelar y litigar la elección, con la esperanza de que acabe en la Suprema Corte. Buscaría que le entregue la elección a Trump como lo hizo con Gore en el año 2000. Biden ganaría el voto popular, pero Trump permanecería en la Presidencia gracias a una decisión política, producto de una Corte cortesana.
Una forma de frenar este desenlace anti-democrático sería el triunfo incuestionable de Biden con márgenes amplios en los estados que conforman el Colegio Electoral. La famosa “Ola Azul” que algunos predicen y otros anhelan. El rechazo mayoritario expresado de manera contundente, que le reste a Trump la posibilidad de maniobrar y torpedear la elección como quisiera. Está asustado; está aterrorizado. Sabe que tiene cuentas pendientes con los fiscales y las cortes y los procesos legales en su contra. Si pierde la Presidencia, acabaría la inmunidad política de la cual goza e incluso podría terminar enjuiciado por defraudación fiscal, entre tantos delitos más. De ahí su estrategia confrontacional; de ahí su actuación extra-legal; de ahí su disposición a incitar a la violencia de ser necesario para permanecer en el poder. Y también sabe que en esta elección, Biden no estaría dispuesto a conceder para salvaguardar a la República y a sus instituciones como lo hiciera Gore. Por eso no sorprende que en una encuesta reciente, 61 por ciento de los estadounidenses temen una guerra civil. Una post-elección que parta al país. Ojalá no sea así, porque parafraseando a Lincoln: “Un país dividido contra sí mismo no sobrevive”.