Acuerdo laxo, ambiguo y no vinculante
Hace unos días despertamos con la noticia de que México se suma al acuerdo de la COP26 para combatir y revertir la deforestación de bosques para 2030. México al final sí se sumó al acuerdo anunciado por la 26ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático sobre la recuperación de los bosques del mundo.
Este acuerdo señala que en nueve años, es decir, de aquí a 2030, los países firmantes detengan y reviertan la pérdida de bosques y la degradación de la tierra. Sin embargo, este acuerdo es demasiado laxo, ambiguo y por si fuera poco no es vinculante.
Por lo que da licencia para que de aquí al 2030 continúen afectando zonas de gran biodiversidad en México, los bosques y selvas mexicanas.
En el acuerdo para combatir y revertir la deforestación de bosques, no se especifica cuáles son las causas de raíz de la deforestación en cada región y por lo tanto se hace complicado vislumbrar un camino concreto a seguir, para poder revertir y combatir este problema.
En el actual contexto del cambio climático es urgente tomar acciones efectivas y contundentes para detener la deforestación y degradación de los bosques. Es por eso que hay que mencionar que desde el 2010 el Gobierno mexicano se comprometió a través de su Visión de México sobre la Reducción de Emisiones derivadas de la Deforestación y Degradación de los bosques (REDD+) hacia una estrategia nacional de alcanzar cero emisiones netas de gases de efecto invernadero por deforestación y degradación para el año 2020, es decir, el año pasado, dando prioridad al buen manejo forestal por parte de comunidades y ejidos.
Lamentablemente, este compromiso adquirido en 2010, no se tradujo en los cambios urgentes en la política forestal que nos permitan avanzar hacia ese objetivo. Lo cual, ahora, nos hace ser mucho más incrédulos y cautelosos, con este nuevo compromiso adquirido que además, es mucho más débil y laxo en comparación con el adquirido en 2010.
Asimismo, la deforestación en México continúa incrementando. De acuerdo al Global Forest Watch, desde 2002 hasta 2020, México perdió 662 mil hectáreas de bosque primario húmedo, lo que representa 16 por ciento de su pérdida total de cobertura arbórea en el mismo periodo de tiempo. Tan solo en 2020, México perdió 295 mil ha de bosque natural, lo que equivale a 134 megatoneladas de emisiones de CO₂.
Por otra parte, algo similar ocurre con el compromiso global de metano, el cual al no incluir la reducción de la carne en este compromiso, es una oportunidad perdida, e incluso implica que los gobiernos están dando un pase libre a la industria cárnica y láctea.
Además, recordemos que la ganadería industrializada es una de las principales industrias productoras de metano, un gas de efecto invernadero que es 80 veces más potente que el dióxido de carbono a corto plazo (en sus primeros 20 años). Sin embargo, éste, se disipa con relativa rapidez (unos 12 años), por lo que las emisiones generadas por los animales en el pasado -en particular de las vacas- dejan de calentar el planeta relativamente pronto si no se sustituyen esos animales. Por lo tanto, la reducción de producción y consumo de carne y productos lácteos ofrece una forma inmediata de reducir significativamente el metano a corto plazo. Esto nos daría una oportunidad real de mantenernos dentro de los 1.5 grados de calentamiento global.
Reducir el metano de la ganadería nos permite ganar tiempo mientras nos descarbonizamos por completo. Necesitamos soluciones reales a nuestros sistemas agrícolas insostenibles e injustos, es necesario transitar hacia sistemas sostenibles como la agroecología.
Actualmente, el sistema alimentario es responsable de alrededor del 80 por ciento de la deforestación que se está produciendo actualmente en algunos de los bosques más biodiversos que quedan en la Tierra, siendo la ganadería y la expansión de los piensos el principal motor de esta destrucción.
Se están destruyendo bosques y ecosistemas de vital importancia. Reducir el metano es el freno de emergencia y tenemos que accionarlo. Reducir rápidamente la producción y el consumo de carne y productos lácteos nos ayudaría a ganar un tiempo precioso. Si no se controla, se prevé que la agricultura produzca la mitad (52 por ciento) de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (19 por ciento en la actualidad) en las próximas décadas, el 70 por ciento de las cuales procederá de la carne y los lácteos.
La autora es especialista en Agricultura y Cambio Climático en Greenpeace México.