A quien honor merece

Miguel Ángel González Córdova
13 marzo 2020

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magco7@hotmail.com

 

Recuerdo haber escuchado a algunos hombres identificar a sus compañeras con el mote de “mi costilla”, en evidente réplica de la versión bíblica según la cual Eva fue creada a partir de la extracción de una costilla de Adán, estableciendo así una suerte de supremacía original masculina al sugerir que la mujer desciende vitalmente del hombre, cuando en realidad el género femenino tiene la primacía de poseer el organismo desarrollador de la creación humana.

A través de los siglos ha privado la absurda incongruencia histórica de subyugar el inmanente valor de la mujer y hacerla víctima ancestral de una injusta relación de falsa superioridad masculina en función de la cual se ha perpetuado un consuetudinario atentado que se ha hecho presente en actitudes y hechos que van desde una sistemática discriminación hasta los más abominables crímenes ahora tipificados como feminicidios.

Era de esperar que la tolerancia femenina fuera rebasada por el hartazgo que actualmente aflora trepidante en todo el mundo y que en México está cobrando un histórico perfil en lo que parece configurar el parteaguas de una nueva etapa de reivindicación genérica.

Los acontecimientos que tuvieron lugar durante el inicio de esta semana, y que sacudieron la conciencia colectiva, tanto en el ámbito local como en todo México y en otros países, dejaron constancia de un estallido femenino que conmovió lo mismo mediante el silencio de una ausencia programada, que con los decibeles liberados por el grito de protesta que vibró en las calles.

Esta realidad se palpó el lunes 9 en un Culiacán que durante las primeras horas de la mañana no pareció semidesierto, sino desierto. Así de sensible impactó en la cotidianidad de la ciudad la ausencia física de las mujeres que horas más tarde, con su presencia, protagonizaron una manifestación sin precedente que dejó como impronta el reclamo justiciero de un género victimado.

Esa sensación ha dejado constancia de que los actos promovidos para conmemorar el Día Internacional de la Mujer y el paro sucesivo denominado “el nueve ninguna se mueve” lograron a plenitud el objetivo propuesto, lo cual no puede ser menoscabado por la infiltración vandálica de grupos minoritarios, ellos sí agentes de una irrupción de violencia que atenta contra el espíritu de esas marchas, y que por tanto es ajena del todo a los propósitos de las manifestantes.

Ahora vale esperar que el efecto de tan memorables jornadas no sea transitorio, sino que cobre realidad en los ámbitos determinantes para establecer los cambios de actitud que permitan accionar un frente contra la impunidad lo cual, en principio, respondería a una de las más vehementes demandas de las que han sido víctimas del acoso, la agresión, el temor y la indolencia oficial ante sus denuncias.

La realidad de un cambio así no asoma por el momento en el sombrío panorama de un terreno minado por el machismo de quienes, obnubilados por un desequilibrado sentimiento de superioridad, encuentran en la mujer a un ente creado para servirle en todo y por todo, reduciéndola como objeto sexual y colocándola en condiciones vulneradas por los extremos criminales de un bestialismo cavernario.

La presencia feminicida no reconoce óbices por cuanto a la edad de las víctimas y así cobra constancia en los atentados en contra de niñas, aunque también las jóvenes son tributarias frecuentes del enajenamiento criminal, lo cual se corrobora con el registro de más de dos casos fatales durante los días de la reciente exaltación femenina, cuya continuidad debe prevalecer como algo más que una fecha.

El tema de las exaltaciones femeninas revistió esta misma semana un caso de orden personal, pero de inmensa dimensión como acto de justicia a la entrega humanitaria que late incesante en la vida de una mujer culiacanense que ha consagrado su vida ejemplar a la lucha social, a la defensa de los indefensos, al auxilio de los desvalidos. Sobra aclarar que la referencia es a Mercedes “Meché” Murillo Monge, quien se hizo profesional del Derecho para abogar contra la injusticia, y que ahora fue distinguida con la primera entrega de la medalla “Norma Corona Sapién”. Honor a quien honor merece.