4T y neozapatismo
A estas alturas del gobierno de la Cuarta Transformación (4T) son más que evidentes las diferencia y discrepancias con proyectos políticos que lo rebasan por la izquierda, como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). El más reciente cuestionamiento del líder de la CT al neozapatismo ocurrió el jueves 24 de marzo en la conferencia de prensa mañanera en la que el presidente Andrés Manuel López Obrador tenía como invitado especial al presidente de Bolivia Luis Arce.
Preguntado por el periodista independiente Ernesto Ledesma, de RompevientoTV, sobre la posible nacionalización del litio, como lo hizo Bolivia, López Obrador se desplayó y habló nuevamente del neozapatismo.
Los acusó, nuevamente, de que no salieron a protestar en sexenios anteriores ante gobiernos neoliberales y conservadores. Así lo dijo: “Incluso, grupos de izquierda que llamaban a no votar porque todos éramos iguales, eso fue lo que hizo el movimiento zapatista, hablando en plata. No protestaban con Fox, no protestaron con Calderón, no protestaron con Peña. Y era no votar ¿para qué? ‘Todos son lo mismo, todos son iguales’. (...) Entonces, ya en el gobierno, quienes no creían que se podía llevar a cabo una transformación por la vía pacífica y por la vía electoral se quedaron ofendidos, porque se apostaba de que desde el flanco izquierdo, sólo por la vía armada se podía llevar a cabo la transformación y nosotros dijimos: No, se puede por la vía pacífica, creando consciencia en la gente”.
Y esta es otra falsedad: el movimiento neozapatista no apostó por una vía armada como dice López Obrador. Tan es así que desde los primeros días de enero de 1994 no han vuelto a disparar un tiro. Apostaron por las vías que propuso la sociedad civil y los acuerdos con el Estado mexicano que posteriormente fueron traicionados.
Como escribí hace casi tres años (https://bit.ly/3coyQiX), estas críticas muestran el desconocimiento de la relación entre neozapatismo y la izquierda electoral mexicana. La crítica tajante del EZLN a sumarse a AMLO o cualquier proyecto de la izquierda estadocéntrica es producto de una historia y del resultado de incumplimientos de esta última con el zapatismo.
Cuando las comunidades mayas organizadas en el EZLN irrumpieron declarando la guerra contra el Estado mexicano el 1º de enero de 1994, muchos simpatizantes y militantes de la izquierda electoral se solidarizaron de modo auténtico con las comunidades insurrectas. Una buena mayoría de ellos estuvieron en las marchas y manifestaciones exigiendo un alto al fuego al gobierno de Carlos Salinas de Gortari, que había lanzado al ejército contra los zapatistas. Estas mismas bases de la izquierda electoral acompañaron los diálogos de San Cristóbal entre la comandancia zapatista y la delegación del gobierno federal.
El acabose llegó en abril de 2001 cuando el PRD votó junto al PAN y el PRI en el Congreso de la Unión para impedir la aprobación de los Acuerdos de San Andrés que reconocía demandas y las formas autónomas de gobierno de los pueblos indígenas del país. Esa traición del PRD a compromisos firmados puede leerse como el fin de todo intento zapatista de vincularse con la izquierda electoral. Hasta antes de esta traición, el EZLN distinguía al PRD, del PRI y del PAN. Luego de ese hecho, para ellos quedó claro que la izquierda electoral (ahora Morena) formaban parte de la misma partidocracia que apuntala al sistema.
En 2005, con la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, quedó expuesta de forma abierta y clara la postura anticapitalista y antisistémica del EZLN, y su diagnóstico de que por el actual sistema liberal de democracia representativa es imposible conseguir los cambios de fondo necesarios para que la mayoría tenga una vida digna. En ese documento se proclaman una izquierda anticapitalista y antineoliberalista y se dicen dispuestos a alianzas con otras organizaciones de izquierda, pero que no sean electorales.
Algunos seguidores de AMLO y de Morena, la autonombrada “esperanza de México”, parecen plantear que este partido es distinto al PRD que traicionó al EZLN. Muchos de buena fe, y otros no tanto, creen que ambas fuerzas políticas son de izquierda y que su eventual alianza o convergencia o coincidencia potenciaría una fuerza política de transformación social en el país. Pero estos seguidores de AMLO no reparan que en realidad se trata de proyectos políticos distintos e irreconciliables.
El proyecto de Morena es un proyecto de reforma del Estado para, supuestamente, ponerlo al servicio de la mayoría de la población, pero a la vez ofrece crear condiciones para el buen funcionamiento de la economía capitalista. ¿Economía nacionalista? ¿Socialdemocracia? ¿Posneoliberalismo? ¿Extractivismo? Quién sabe cómo se llame el proyecto político-ideológico de Morena, pero la mayoría lo justifica como una Realpolitik que propone gobernar primero para los pobres, pero respetando los acuerdos con los capitales privados.
El neozapatismo es otro proyecto. Es uno que ya no mira al Estado nacional como agente central de la reproducción de la vida de sus comunidades y que buscan el aquí y ahora para procurarse una vida digna. Desde antes y más luego de la 6º declaración, el EZLN ha dejado en claro que su lucha es anticapitalista, por trece demandas para la mayoría de la población y por la construcción de su proyecto a través de los gobiernos autónomos, para alcanzar esa vida digna aquí y ahora y no en un eventual futuro revolucionario.
De este modo, los intentos de conciliar el neozapatismo y el gobierno lopezobradorista caerá en el vacío, por falta de memoria de las iniciativas precedentes y por el desconocimiento de que son dos proyectos políticos distintos, irreconciliables: uno propone regenerar el sistema, otro propone sustituirlo.