20 de noviembre: historia y aprendizaje
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Todo es historia, nos sugiere el historiador mexicano Lorenzo Meyer, es el pasado a ojos del presente. Ciertamente que la historia es siempre el resultado de la mirada, el entendimiento y el significado que se deriva del tiempo presente. Y por eso la historia cambia de un tiempo a otro, de un observador a otro, pero no sólo la historia reciente, sino toda. Es decir que la compresión de la historia se modifica de una generación a otra. Y esto, muy probablemente se deba a la manera en que se cuenta o por la forma en la que ha dejado de contarse.
Si bien la historia es un asunto mucho más amplio y complejo, no deja de ser también una cuestión cotidiana que nos incumbe, no porque seamos historiadores o no, sino porque de muchas maneras nos habita, somos y estamos hechos de historias y sucesos. Es por ello que esta ocasión despierta mi curiosidad, saber lo que representa para las actuales generaciones este día 20 de noviembre, en el que conmemoramos el aniversario de la Revolución Mexicana.
A 110 años de que esta gesta histórica iniciara, prácticamente no quedan ya protagonistas con vida, pero sí su memoria histórica cristalizada en la educación básica formal. No obstante, a lo largo de poco más de un siglo, su significado y presencia en la vida nacional ha ido cambiando; en la década de los 70, en la educación primaria que mi generación recibió, la Revolución Mexicana tenía una connotación muy distinta en el pensamiento de los maestros, padres de familia y alumnos de aquella época, el 20 de noviembre estaba rodeado de un discurso que evocaba una de las fechas más importantes en nuestra historia, en la que se registraba el establecimiento de las bases políticas y sociales para el progreso de México.
Un hecho histórico convertido en un mito asombroso que describía el acontecimiento y personajes extraordinarios que dotaban de significado e identidad al país y a los mexicanos. Historias que tonificaban la personalidad de una nación, no sólo en el ámbito de la educación, sino en el arte, en la música, en el espacio público con sus murales y monumentos, como en sus plazas, en el cine, las tradiciones orales y referentes morales de justicia, libertad, respeto y gratitud.
Se considera que los 70, fue la década del último aliento del México posrevolucionario. A partir de la siguiente década, una serie de sucesos políticos iniciarían un proceso que en los próximos 36 años sería el desmantelamiento histórico, cultural y político del país en las nuevas generaciones.
A partir de este periodo, inicia lo que Lorenzo Meyer describe, como el abandono de ese “gran relato” de la Revolución Mexicana. El impulso ideológico que jóvenes educados en las universidades de Estados Unidos, traerían consigo, la historia de un nuevo mito genial: las promesas ya no del progreso, sino de una nueva historia de modernidad sustentadas en los principios del neoliberalismo económico.
Así inicia el ciclo de una historia que termina por repetirse, a decir de Meyer, de 1910 a 1940, le tomó a la Revolución Mexicana desmantelar el Porfiriato y construir lo poco o mucho que le fue posible. La derecha neoliberal desmontó en un periodo semejante, de 1982 a 2017, ese poco o mucho que crearon los gobiernos de Madero y Lázaro Cárdenas, dejando al país a merced de la "mano invisible" del mercado o, mejor dicho, de las manos muy visibles de los pocos que lo manejan, como también a la política. El México de la oligarquía neoliberal, es muy similar al México de la oligarquía liberal porfirista.
Una de las expresiones atribuidas al economista norteamericano John Maynard Keynes, nos insta a reflexionar que, "Cuando los hechos cambian, cambio de opinión". ¿Usted qué hace, señor? En las nuevas generaciones, los educados en el periodo neoliberal que inicia en el gobierno de Miguel de Madrid y se detiene con la llegada del López Obrador, poco o casi nada saben de las razones históricas, sociales, económicas y políticas que dieron origen a la Revolución Mexicana, acaso se tiene registro del dato histórico como requisito académico, pero no más allá, como tampoco conocen o comprenden la irrupción histórica del régimen neoliberal, porque no se les ha enseñado.
En los últimos 30 años, se desestimuló el interés en el estudio de carreras del ámbito de las ciencias sociales, dando marcada preferencia a las relacionadas con aquellas carreras que se aplican en la concepción de un conocimiento que sirve, no propiamente a las necesidades de una sociedad en su conjunto, sino a las prioridades que atienden los fenómenos y requerimientos de una creciente economía globalizada.
La historia cambia continuamente, eso es inevitable, como también se vuelve inevitable la amenaza de los errores cometidos cuando no se conoce la historia. Esto se ha dicho por siglos. El también historiador y filósofo mexicano, Herbert Frey, razona en la idea de Nietzsche, que hace un ajuste de cuentas con la ciencia histórica de su época, en relación con el problema de la objetividad en la historia y la problemática del hombre como un animal que debe convivir con su historia, es decir con su memoria, y que sucumbe ante ello porque no es capaz de lidiar productivamente con su pasado. En México sucede algo muy parecido, especialmente en Sinaloa.
Hasta aquí mi reflexión, los espero en este espacio el próximo martes.