154 mil pesos
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No se trata de que todos seamos pobres, sino que todos seamos ricos -pontificaba Cantinflas ante una audiencia televisiva que esperaba les cayera algo de esa carnita charoláis.
Y es que los diputados justicieros de la IV Transformación en Sinaloa, en un acto de autocompasión por los servicios prestados, se otorgaron un aguinaldo digno de un burócrata del llamado viejo régimen, del ancien régimen, ese que por abusivo los electores no les votaron y que ahora los diputados quieren mandar al basurero de la historia.
Pero, alto, sin ser tan radical.
¿Qué tiene de malo mantener un poquito de aquellos privilegios?
Un whiskey 18 años en las fiestas de Navidad y el Año Nuevo y regalos para la consorte, la plebe, la raza de la colonia o el ejido?
Nada.
Acaso, preguntarán, ¿no nos lo hemos ganado bloqueando las cuentas del Gobernador y los alcaldes que disponían del dinero público como si fuera propio?, ¿acaso no lo hemos ganado apoyando la causa del movimiento lésbico-homosexual, transgénero?, ¿acaso no lo hemos merecido impulsando leyes a favor de las madres solteras, contra los feminicidios... ¡Caramba es no entender que todo cuesta en la vida, no todo es gratis!
Que la gente se cansa y necesita un reparador y jugoso aguinaldo de cuatro o cinco dígitos?
De esos tan reparadores, como un bien frío Red Bull, a las 3 de la madrugada.
Que te da el avión para seguir como nuevo, listo para continuar el cambio de régimen, que de jodido no puede esperar, hay muchos que esperan justicia.
Y, para eso estamos nosotros, los justicieros de la IV Transformación.
Abran cancha, ¡qué ahí vamos!
Con nuevos bríos, con el ánimo de servir.
Que la gente de a pie, sienta que tiene aliados en el Congreso del Estado, aunque cuesten algo al contribuyente, a usted o a mí.
¡No como aquellos, que se los chingaban!
¡Que eran unos miserables!
¡Que se robaban el dinero, sin el menor rubor!
Sin pensar en los demás, en los que esperan que les caiga algo, aunque sea poquito, para los chescos con piquete de fin de año.
No, todo era para ellos y ahora hay/había la ilusión de que se están haciendo las cosas distintas.
Por eso, hay cierta autocomplacencia, en el aura creada por los nuevos justicieros.
Quizá, por eso no hay rubor, hasta la sobria Graciela Domínguez, explica, justifica, aprueba sin rubor ante el estoicismo mudo de las otras fracciones parlamentarias.
Aquellas, que están al tiro para cuestionar todo aquello que impulsa la fracción parlamentaria mayoritaria y es que, si se trata de dinero para todos, todos parecen estar de acuerdo, aunque la democratización del reparto a cada momento sea visto como botín de lo público.
Y, me pregunto, ¿por qué hay que preocuparse cuando aquello se reparte, dónde queda el rubor, el discurso de lo diferente, la apología de la austeridad y la rendición de cuentas?.
Vamos, cuando estamos ante las complicidades del poder.
Quizá, solo se salva la Diputada Flora Miranda, quien, con su renuncia a Morena, sale al paso señalando que aquello ya se jodió, que la austeridad republicana “es solo de los dientes para afuera”, que todos los incrementos se hicieron para “conservar el poder en dicho grupo parlamentario y en la Junta de Coordinación Política”.
Este acuerdo mina, rompe, la imagen de una opción diferente a los anteriores, la del llamado PRIAN, que en esa narrativa heroica eran los villanos de lo público y que los nuevos llegaban para pintarlo del color de la esperanza.
No son lo mismo, o corrijo, son peores porque el engaño está en la decisión que ahora buscan justificar con un escueto y penoso: “Antes eran mayores los aguinaldos del PRIAN”.
O sea, en esa lógica, hay excesos buenos, y excesos malos, depende de qué lado se está, qué haya que justificar.
Aquellos con el estigma de corruptos por siempre y los otros con el aura bendecida de la IV Transformación.
Después con qué argumento podrán volver a decir que son distintos, a quien convencerán con esa mentira, que apuestan a que se la lleve el viento.
La fracción de Morena, quizá no se ha dado cuenta o peor no quieren darse cuenta, de que estos incrementos tienen un costo en su imagen redentora, justiciera, que para muchos será más de lo mismo.
Pero, alguien dirá, qué importa si las encuestas señalan que aun con ello van arriba con la marca Morena, con o sin Rocha Moya, con o sin Jesús Vizcarra.
Pero, esto no es sólo un asunto electoral, una cuestión de votos, sino la esperanza misma que se vendió en la pasada campaña electoral y que con estas acciones se devalúa la marca.
Y ese es el drama, que esta decisión conlleva, por más que busquen minimizar, edulcorar con los infaltables discursos de justicia social.
Morena parlamentaria literalmente la regó -aunque el calificativo correcto sea otro, ese que huele a cloaca.
No sé si la gente se lo vaya a cobrar en la próxima elección, si haya desilusión entre los electores de la esperanza, lo que sí está claro, es que no fue lo que ofrecieron en campaña y quizá los diputados pasen un buen fin de año, mejor que nunca, mientras la mayoría sinaloense la pasará con un plato de lo mismo.
En definitiva, corregiría Cantinflas, el filósofo del pueblo, se trata de que unos, sí unos, sean ricos este fin de año. Los pobres pueden esperar.