"En camino hacia La Tuna"
LA TUNA, Badiraguato._ Ahí estaba la señora Consuelo, la madre de Joaquín El Chapo Guzmán Loera. Estaba en su casa, en La Tuna, resguardada por no menos de 20 personas armadas, algunos de ellos vestidos con uniformes camuflados, como si fueran militares.
A La Tuna se llegó como a cualquier otro pueblo de Badiraguato. A nadie se “avisó”, a nadie se “pidió permiso”. Se llegó a ese lugar y fue hasta entonces que se impidió el acceso para platicar con la madre de la persona considerada como “el narcotraficante más famoso del mundo”, extraditado a Estados Unidos el 19 de enero.
Las pocas personas que viven en La Tuna saludaron de manera amable, también lo hicieron las personas armadas, hasta pareció que intentaron “negociar” la plática con la señora Consuelo, con el argumento de que ellos son “la causa”.
“Ellos son periodistas, ellos son lo que sacan feria de esto, nosotros somos los de la causa”, dijo por radio un hombre que fue enviado para preguntar el motivo de la visita.
- “Nosotros no tenemos dinero”
“Si no traen dinero, entonces que le sauquen punta pa' tras, por donde vinieron...”
Ninguno de los hombres que estaban ahí, ni el que hablaba por el radio, explicó cuál era la “causa”, fue un comentario que se dejó a la interpretación, que podría significar muchas cosas y a la vez nada.
Podría ser o no, porque ese lugar parece vulnerable desde junio de 2016, cuando un grupo armado atacó y provocó el desplazamiento de las casi 200 personas que tienen su casa ahí y que aún no han regresado en su totalidad.
Es posible también que se etiquetaron así, como la “causa”, porque quisieron parecer personas afectadas por la violencia, llevados a la sierra mientras acompañan el duelo de una señora que tiene a uno de sus hijos encarcelado.
Probablemente ellos se dijeron “la causa” para intentar decir que todo lo escrito y dicho antes sobre el Cártel de Sinaloa está alejado de la realidad, para tratar de decir que es difícil sostener los dichos por los gobiernos de Estados Unidos y México sobre que son la organización más poderosa del País.
Quizás no fue nada de ello, sino sólo una excusa para pedir privacidad. No se puede afirmar nada de eso, no se puede porque ellos no explicaron si realmente estaban pidiendo dinero o era una manera de reclamarle a los periodistas.
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El camino a La Tuna es particular. Antes hay que pasar por una serie de pueblos enclavados en la Sierra Madre Occidental en los que nacieron otras “leyendas negras”, construidas con comunicados del Gobierno de Estados Unidos y el de México, relacionadas con grupos armados y traficantes de drogas ilegales como las familias Beltrán Leyva también Rafael Caro Quintero, Ernesto Fonseca Carrillo y Joaquín Guzmán Loera.
Son pueblos comunes de Sinaloa, con paísajes naturales, rurales y colonizados, dignos de aparecer en postales y galerías de arte. Son paisajes con centenares de colores, con amaneceres y atarcederes espectaculares.
Son paisajes donde también hay contrastes y puede verse la mano del hombre y el registro de violencia, puede verse camionetas desmanteladas o incendiadas, paredes de casas resanadas porque antes fueron disparadas y lozas de bienvenida grafiteadas con escritos para advertir que en esa zona sólo hay “gente de Guzmán”, en referencia a El Chapo.
Hay pocas personas en esos pueblos que están antes de llegar a La Tuna. Todas saludan, todas contestan, aunque sea con reserva, porque el tema habitual de los que no son de ahí es la violencia, los cárteles, El Chapo, mas no las otras necesidades que también han provocado el desplazamiento de decenas de personas, como la pobreza.
No puede decirse que eso es ajeno al Gobierno de Sinaloa o al federal, por esos caminos transitan camionetas de Diconsa, el programa de la Federación para el abasto rural, también pasan camionetas del Instituto Sinaloense de Educación para Adultos con funcionarios públicos.
Por ahí también transitan funcionarios del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, según consta en la última evaluación de pobreza en Sinaloa, que colocó a Badiraguato como el municipio más pobre del Estado.
Quien pasa por esos lugares tampoco puede decir o suponer que hay un “imperio” construido y escondido por el solo hecho de saber que todas esas “leyendas” del narcotráfico nacieron en esos pueblos.
La descripción más atinada de esos lugares es que son pueblos, son ranchos, son comunidades pobres, casi vacías que se tienen que cruzar porque es el camino que lleva a La Tuna, que lleva a la casa de la señora Consuelo, una persona que sigue siendo un “emblema” local por ser la madre de quien se ha dicho por los gobiernos de Estados Unidos y México que es el líder del Cartel de Sinaloa.
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La casa de la madre de El Chapo estaba custodiada por personas que tenían armas largas, eran armas AR-15 y AK-47, que son consideradas por el Gobierno mexicano como fusiles de asalto.
En ese lugar había dos tipos de custodios, unos vestidos de una manera común, con pantalones de mezclilla, playeras tipo polo o camisas de botones, con gorras con el número 701, que hace alusión a la posición que la Resvista Forbes dio en 2009 a Joaquín El Chapo Guzmán Loera entre las personas más ricas del mundo, con una fortuna calculada, según esa publicación, de mil millones de dólares.
También había personas que tenían puestas gorras con un trébol verde o dorado de cuatro hojas, uno similar al que Gerardo Vargas Landeros, el ex Secretario General de Gobierno en la administración de Mario López Valdez (2011-2016), utilizó como logotipo de campaña extraoficial buscando ser el candidato del PRI a la Gubernatura.
La mayoría de los custodios tenían ese tipo de vestimenta, pero había otros con uniformes camuflados, como de militar, con un logotipo dorado en sus mangas que no se podía leer fácilmente, también tenían botas como las que usan los militares y accesorios para portar más de un arma en su cuerpo.
Eran hombres que se diferenciaban no sólo por su uniforme, sino por su aspecto físico: eran delgados, morenos, con estructura atlética, altos y con una actitud reservada, seria, como para evitar intercambiar palabras. Una actitud muy similar a la de cualquier elemento del Ejército, de la Marina o la Fuerza Aérea.
A simple vista se podían contar alrededor de 20 personas, posiblemente 30, todas estaban armadas, formados alrededor de la casa de la señora Consuelo Loera.
Ninguno de ellos alzó las armas, las tocaban para mantener la boca de fuego hacia el piso. No las usaron para intimidar, tampoco para mostrar poder, las tenían colgadas a sus brazos como algo natural.
La conversación con ellos fue breve, limitada a conocer por qué se había ido a La Tuna. Al final hubo saludos de mano, de apretones de manos callosas y una sensación gomosa, como si tuvieran una cubierta de plástico.
La indicación que les dieron por radio fue despedir a los periodistas y acompañar hasta el límite de La Tuna para asegurar que no se tomaran fotografías o video.
Y así lo hicieron. Llegaron hasta el límite natural entre ese pueblo y La Palma, de donde son originarios los hermanos Marcos Arturo, Héctor, Alfredo y Carlos Beltrán Leyva y que hasta hoy sigue vacío.
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En junio del 2016, un grupo armado entró a La Tuna y, según los pobladores de ese lugar, comenzó una discusión con Ángel Guzmán, un sobrino de Guzmán Loera.
Ese grupo armado habría asesinado al sobrino de El Chapo e incendiado una de las casas que están de camino a la vivienda de la señora Consuelo Loera, lo que la habría obligado a huir, según Mario Valenzuela, que en ese tiempo era Alcalde de Badiraguato.
Además de la señora Consuelo, 300 familias, de acuerdo con el censo municipal, se desplazaron de unos cinco poblados cercanos a La Tuna hacia la cabecera municipal de Badiraguato y otros municipios como Culiacán y Salvador Alvarado.
Esos pueblos eran La Palma, Revolcadero, Arroyo Seco, Huixiopa y Bacacoragua, que conforme con el conteo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, juntos suman una población de 956 personas.
Después de los desplazamientos, el Gobierno de Sinaloa organizó un recorrido para medios de comunicación encabezado por Moisés Melo García, un militar retirado que fue instalado en la administración de Mario López Valdez como Coordinador General de Seguridad.
El discurso de Melo García fue para evitar la gravedad del atraco. Que pese a la casa incendiada y baleada, en esos lugares había paz y se tenía presencia de elementos del Ejército y la Marina para cuidar a los pobladores y pedirles que regresaran, dijo entonces.
Siete meses más tarde de ese recorrido y ese discurso, esos pueblos lucen semivacíos, ya no hay campamentos de militares o marinos, ya no hay señal alguna de autoridades que puedan asegurar que ahí no pasa nada.
Ahora, quienes repitieron esas frase son las personas armadas que cuidan de la madre de El Chapo, dijeron que ahí está todo tranquilo, que ahí no pasa nada, pero atrás de ellos se veía el pueblo, La Tuna, casi abandonado.
Antes de llegar ahí hay que pasar por La Palma, el pueblo donde nació la familia Beltrán Leyva y que ahora se ve desolado. Ahí no se vieron a las 350 familias que calcula el Inegi y que el Coneval las catalogó como parte de las más pobres del País.
También se debe pasar por Arroyo Seco, un pueblo dividido por el camino en el que se pudo ver a más personas que en La Tuna, la mayoría eran niños y señoras, similar a lo que se vio en Huixiopa, el pueblo con más población registrada por el Inegi en esa zona de Badiraguato.
Huixiopa es como un pueblo que sirve como algo similar a una aduana, es de paso obligado a La Tuna y ahí hay un hotel y una gasolinera sin registro, que tiene una bomba con el logotipo de Pemex.
En Huixiopa es donde se han documentado más casos de violencia en el último años. Ahí hubo un segundo desplazamiento en septiembre, provocado, según pobladores de ese lugar, porque estaba habitado por un grupo armado del Cartel de Los Beltrán Leyva, que habría sido expulsado por el Cártel de Sinaloa.
El registro más simbólico de ello es el grafiti en una loza de bienvenida a Huixopa, que dice que ahí es “pura gente de Guzmán”, seguido por el número 701.
Lo que es seguro es que ahí todavía hay casas y camionetas abandonadas, potreros abiertos sin rastro alguno de que se siga cuidando vacas y hombres con radios y otros más con armas, hombres que observan desde casas abandonadas a quien pasa por ese lugar.
Para ir a La Tuna también se debe pasar por Bacacoragua, donde se pudo ver casas y corrales vacíos, donde se pudo ver una escuela sin niños, un camión sin llantas y una camioneta desmantelada.
Quizás esa es la imagen de todos los pueblos que se cruzan antes de llegar a La Tuna: pueblos desmantelados.
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Al salir de La Tuna, una camioneta pasaba en sentido contrario, sobre de ella dos hombres que sonreían y saludaban.
En la parte de atrás de la camioneta esas personas llevaban colchones, estufas, cobijas, bolsas de ropa. Es probable que volvían a La Palma o a La Tuna, también es probable que llevaban esa carga para otras personas, lo cierto es que iban sonriendo.
Ese camino es angosto y difícil de transitar porque en tramos es tierra suelta y en otros son veredas de piedras talladas por el paso de los carros, camionetas, motocicletas y cuatrimotos que circulan por esos lugares.
Son tan angostos que se produce tráfico por cuatrimotos y motocicletas conducidas por niños y adolescentes que estudian en las escuelas que están en La Tuna, los niños y adolescentes que forman un cuadro de contraste de inocencia y violencia con los custodios de la señora Consuelo.
Esa imagen fue peculiar: ver a niños y adolescentes en motos, vestidos con el uniforme que dio el Gobierno de Sinaloa en su programa de Uniformes Gratuitos, con gorras que les cubrían el sol, gorras con un trébol de cuatro hojas o con el número 701.