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"Opinión"

"Trabajo y pobreza"

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    A mis estudiantes de Ética

     

    Esta semana, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) anunció que “El poder adquisitivo del ingreso laboral de los hogares se redujo 1.0 por ciento entre el tercero y el cuarto trimestre de 2016. Sin embargo, este nivel aún es mayor que en 2015”. ¿Qué significa tal declaración?

     

    Me valdré de un ejemplo para simplificar la cuestión. Recuerde la última vez que hizo la compra de su despensa. Ahora imagine que a fin de mes irá a la misma tienda llevando la misma cantidad de dinero. El chasco que se llevará es que en esta ocasión solo podrá comprar el 90 por ciento de los productos que había adquirido la primera vez.

     

    Si la inflación continúa al ritmo actual, la próxima vez que usted vaya a realizar la misma compra es probable que en lugar de comprar el 90 por ciento, adquiera el 85 por ciento de los productos o, incluso, menos, porque mes tras mes los ingresos laborales resultan insuficientes para adquirir una canasta básica completa. Me explico.

     

    La guía del Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) dice que la canasta básica mexicana está integrada por 80 artículos que deberían considerarse como el “conjunto de bienes y servicios indispensables para que una familia pueda satisfacer sus necesidades básicas de consumo a partir de su ingreso. [...] La canasta básica tiende a actualizarse, a través de cambios en su ponderación o en la aparición o desaparición de algunos de sus componentes, dados los cambios tecnológicos, aparición de bienes y servicios, o bien un aumento del ingreso familiar y los cambios en los hábitos y preferencias de consumo de los consumidores”.

     

    En nuestro caso particular, los cambios señalados en la anterior definición, más que el resultado de cambios tecnológicos o la aparición nuevos bienes y servicios, responde a nuevos hábitos de consumo que tienden a precarizarse a la par de la capacidad adquisitiva de los salarios. La cuestión no es menor, porque un trabajador que gana el salario mínimo requeriría 193 horas laborales para adquirir una canasta alimentaria, lo cual equivale a poco más de 24 días de trabajo. Piense en cuántas veces usted ha tenido la necesidad de comprar artículos y servicios “básicos” para su casa, y podrá comprender mejor la magnitud del problema que “crípticamente” plantea el Coneval, aprovechando que la atención nacional está puesta en las “trumpterías”. Así, mientras “La Peña de Nieto” balbucea frente a Trump, los trabajadores pobres se siguen haciendo más pobres, aun sin ostentar el indigno título de desempleado. Volvamos nuevamente a otro ejemplo para hacer más claro el asunto.

     

    Retrocedamos en el tiempo, ubíquese en 2016 e imagine que es un trabajador que gana el salario mínimo, el cual, en ese entonces ascendía a 2,190 pesos. Un día de tantos, con su quincena en mano (la cual era de 1,095 pesos) se dirigió a la tienda a comprar la canasta básica. Los 32 productos considerados como abarrotes comestibles básicos sumaban 889.7 pesos, mientras que los abarrotes no comestibles añadían a la cuenta otros 511 pesos. He aquí la primera decisión de compra: o reduce el número de artículos comestibles básicos o deja por fuera el detergente, los pañales, el jabón de baño, el papel higiénico, la pasta dental, etc. Como su quincena es de 1,095 pesos, le faltarían 305 pesos para poder adquirir los 16 productos que se consideran abarrotes no comestibles.

     

    Ahora bien, en caso de que usted no estuviera muy preocupado/a por los abarrotes no comestibles, y decidiera consumir cereales, tubérculos y carnes, deberá invertir 264 pesos para conseguir un pollo entero, un kilo de carne de cerdo y otro de bisteck de res. Si su familia no es afecta a los cereales y tubérculos y, por ello, decide agregar a su canasta básica frutas y verduras deberá sumar otros 239 pesos más.

     

    El drama contenido en este ejemplo es que los abarrotes comestibles, regularmente, son insuficientes para el consumo promedio de una familia de cuatro integrantes, con lo cual, en su próxima quincena usted sólo podrá imaginar qué se siente comer pescado, marisco, grano, semillas, lácteos y embutidos.

     

    Por tanto, cualquier trabajador/a que gane un salario mínimo (hay más de cinco millones de trabajadores registrados con un salario mínimo) no tiene más remedio que condenarse a vivir en la más cruda e indignante pobreza, porque la canasta básica apenas da para una parte “muy básica” de las necesidades alimenticias, dejando por fuera aspectos tales como la calidad y espacios de la vivienda, el acceso a servicios básicos, la seguridad social o la educación.

     

    Según datos ofrecidos por el Coneval en una encuesta aplicada por el INEGI en 2014, había 55.3 millones de personas viviendo en situación de pobreza, de las cuales 11.4 millones eran pobres extremos. La población vulnerable por carencias sociales ascendía a 31.5 millones y 8.5 por ingresos. Sólo 24.6, de los 116 millones, eran no pobres o no vulnerables.

     

    Ante este escenario, ¡vida mía de Trump!, cómo no va a estar preocupado pensando que en cualquier momento los más de 50 millones de mexicanos pobres se verían tentados a saltar el cerco o el muro movidos por uno de los imperativos morales más poderosos de los que tengamos memoria: ir hacia ese lugar donde sea posible acceder a una vida digna.

     

    Así, mientras el gabinetazo busca la manera de hacerle frente a las amenazas del desequilibrado de Trump, la Tendencia Laboral de la Pobreza sigue espesando el caldo de cultivo que nutre la migración, la violencia, la corrupción, el desánimo, la desconfianza, la apatía ciudadana, la desigualdad y, entre otros muchos males sociales más, la desesperanza.

     

    Al final del día, resulta muy claro que la batalla contra el desquiciado de Trump resulta muy conveniente, porque es mucho más fácil “pelear” con él, que contra los tantos factores estructurales que generan los actuales niveles de pobreza, que impiden que un trabajador en activo sea capaz de comprar una canasta alimentaria básica.

     

     

    @pabloayalae

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