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"Opinión"

"Los militares como policías"

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21/02/2017

    Fernando A. Orrantia

    Felipe Calderón incurrió en un grave error. Ordenó al Ejército y a los marinos salir de sus cuarteles y realizar las funciones que los policías de todo el país no podían realizar por no tener la preparación adecuada. La única fuerza civil de policía relativamente eficaz es la de la capital del país, por muchas razones buenas, malas y pésimas que no es el caso examinar ahora. Por ello el índice de muertos en lo que fue el Distrito Federal es el más bajo del país, en proporción a su población, después de Yucatán, tierra de gente honrada y respetuosa de las leyes y las buenas costumbres.
     
    En todos los países del primer y segundo mundos los gobernantes saben que los militares deben estar en sus cuarteles, salvo cuando se trata de problemas de terrorismo o de vigilancia preventiva especial, como lo hacen Francia y España, a pesar de que en esos países existe una policía militar que generalmente cuida los pueblos o ciudades pequeñas que no tienen el presupuesto suficiente para tener su propia policía suficiente. Esos cuerpos especiales, en el caso de Francia y España, no son parte de las fuerzas armadas, sino que se dedican a proteger a los diplomáticos de otros países, así como museos y edificios públicos que deben estar protegidos contra ataques terroristas, ahora frecuentes en Europa.
     
    Nuestro problema en México es distinto, pero sin duda es también causa de violencia. La muy discutible prohibición de las drogas ha sido evidentemente la causa de casi todos nuestros problemas de violencia urbana y rural. Si se prohíbe el consumo, pero no se puede evitar la producción y el comercio clandestinos, nuestras autoridades están jugando al gato y al ratón, sin poder solucionar el problema. 
     
    La experiencia terrible de la “prohibición” de las bebidas alcohólicas en Estados Unidos (1919-1933), enseñó a politólogos, médicos, políticos, policías y militares, que es imposible evitar la producción, el comercio y el consumo de drogas y que el único resultado de prohibirlas es la corrupción de las autoridades encargadas de obligar al cumplimiento de leyes que son imposibles de cumplir. La corrupción de los policías, jueces y autoridades en Estados Unidos en esa época terrible, enseñó que las debilidades humanas deben regularse, pero nunca prohibirse, porque todos los intentos de eliminar el comercio y el consumo de esas sustancias naturales o químicas es una labor inútil que solo genera corrupción.
     
    En México tenemos casi un siglo de padecer el problema de las drogas, porque nuestro vecino al norte repitió el error de prohibir en lugar de regular. México produce, gracias a su clima adecuado y favorable, mariguana, amapola que produce opio y muchas otras sustancias químicas sintéticas que son objeto de un comercio creciente y generoso en utilidades, lo que produce corrupción y violencia, porque es imposible impedir su producción y consumo. 
     
    Respecto de la exportación a Estados Unidos, los expertos opinan que es evidente que el paso de gran parte de las drogas por la frontera es el resultado de la corrupción en la que incurren los que deben impedirlo, al otro lado de la línea fronteriza. Ahora que algunos estados de ese país han eliminado la prohibición de la producción, comercio y consumo de mariguana, aunque subsiste la prohibición en la legislación federal, el mercado se ha ampliado y la exportación de México de varias sustancias naturales o artificiales sigue convertida en un gran negocio que no es posible eliminar, con o sin las fuerzas armadas, simplemente porque ese comercio es generalmente discreto y eficaz, con mucha corrupción y reparto de dinero. 
     
    La prohibición en México debe eliminarse y emprender en las escuelas la enseñanza de todos los problemas, enfermedades y violencia que causan las drogas, aunada a la labor indispensable de los padres de familia, que deben aconsejar, educar, vigilar y corregir a sus hijos de los terribles efectos de las drogas de toda clase. La prohibición en México produce extorsión, secuestro y homicidios, aumentando los problemas de seguridad.
     
    Recurrir a los militares para realizar un trabajo imposible de tener éxito es un grave error. La información de padres y maestros y la divulgación de los efectos negativos de las drogas no requiere de gastar miles de millones de pesos cada año en todo el país y en cambio, podría destinarse ese dinero a crear lo que no existe en México: una policía preventiva capaz, eficaz, que proteja a los ciudadanos de los delincuentes que roban, hieren, matan, secuestran y defraudan a los ciudadanos honestos.
     
    En Sinaloa hemos perdido casi un siglo sin que hayamos creado policías municipales y estatales adecuadamente capacitados para su difícil y delicado trabajo, que es mantener el orden público, evitar los actos que lesionan a los ciudadanos y complican la convivencia en pueblos y ciudades. Basta recordar la triste experiencia del sexenio que acaba de terminar en el Gobierno de Sinaloa, para darnos cabal cuenta de que los alcaldes, el Gobernador y sus funcionarios sólo piensan en hacer obras que produzcan beneficios, aunque sea necesario endeudar a los municipios y al Gobierno estatal. 
     
    Es escandaloso que en Sinaloa pasen las décadas y los gobiernos estatales y municipales y seguimos sin policía eficaz, profesional y adecuadamente pagada. En Mazatlán insisten los alcaldes en pagarles a los policías 9 mil pesos mensuales, menos los descuentos de ley, pero en cambio se desvelan planeando obras públicas que permitan recibir una jugosa comisión de los contratistas. ¡No tenemos lucha!

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