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"Opinión"

"¿A qué apostar? "

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    La discusión sobre la importancia de los líderes versus las instituciones ha resurgido de manera intensa. Se da tanto en el contexto internacional como en el nacional. Con la elección de Trump se ha advertido del peligro que un solo hombre pueda alterar los valores esenciales que han caracterizado a Estados Unidos y que sustentan sus políticas públicas. Otros tienen la esperanza de que estará limitado por las instituciones y podrá hacer tanto como lo que los contrapesos que establece la Constitución y la sociedad le permitan.
     
    Los países más exitosos son los que han apostado a las instituciones. Aquellos que las han dotado de los recursos humanos y materiales necesarios para funcionar, ser eficaces y cumplir con las tareas para las que fueron creadas. Que las han convertido en fuente de gobernabilidad, continuidad y estabilidad gracias a que sus facultades les permiten hacer lo que tienen que hacer pero sus contrapesos les impiden desviarse de los propósitos que las definen. 
     
    En estas instituciones los hombres y mujeres que las dirigen cuentan y cuentan mucho pero están diseñadas y construidas para que si son encabezadas por una persona con visión, liderazgo, empuje y honestidad funcionen mejor y si son conducidas por alguien sin inventiva, vigor y ética, no se derrumben y las cosas sigan funcionando en “modo burocrático”. 
     
    México no está todavía en ese estadio. Las instituciones cuentan pero no cuentan mucho o, si se quiere, cuentan menos. Por eso cada vez que hay cambio de un titular nos ponemos a temblar o la esperanza se aviva. Ejemplos de ello abundan. El más reciente y quizá menos dañino es el del Banco de México. Carstens le ha impreso a la institución que dirige desde el 2009 prestigio, respeto, independencia, autonomía y reconocimiento. Su decisión de abandonar el barco me parece inoportuna y hasta irresponsable en un momento de emergencia e incertidumbre pero la institución está equipada para resistir ese cambio. No ocurre lo mismo con la mayoría de nuestras instituciones. 
     
    La llegada de Miranda a Sedesol es el caso contrario. Se pasó de tener un titular con el conocimiento, trayectoria y mérito para encabezarla a uno que es y seguirá siendo un operador político del Presidente. Su comparecencia del pasado 23 de noviembre no deja duda alguna sobre su incompetencia y soberbia. La institución podrá ser utilizada fácilmente para propósitos ajenos a sus objetivos. Por ejemplo para ganar elecciones.
     
    Los casos se repiten. La controversia que generó la llegada de R. Cervantes a la Procuraduría y el debate sobre su pase automático a la futura Fiscalía General no es más que muestra de que esa institución es débil y no funciona. El futuro de la Fiscalía no debería de depender de su titular sino de la fortaleza y profesionalismo de la policía de investigación, los ministerios públicos y los peritos. De ahí la importancia del diseño de la Fiscalía y después de su Ley Orgánica. Lo mismo se podría decir del fiscal anti-corrupción. Como no hay institucionalidad alguna, el debate se centra en quién será el fiscal en lugar de en si tendrá los instrumentos para hacer su tarea y los contrapesos para que no se desvíe de ella. 
     
    Como la mayoría de los dilemas políticos, el de líderes versus instituciones no tiene una respuesta única y difícilmente la tendrá. Tanto las personas como las instituciones cuentan en el destino de las naciones. La historia está llena de ejemplos en los que la decisión de una persona fue determinante para la victoria o la derrota en una guerra, para el desarrollo o estancamiento de un país, para la adopción de un régimen democrático o uno autoritario o, para el éxito o fracaso de una política pública. Pero la historia también enseña que son las instituciones, su fortaleza y permanencia las que hacen “autosustentables” a las naciones. 
     
    Esto ocurre incluso en áreas ajenas a la gran política en donde también cuentan las instituciones. No es casualidad que la inventiva científica esté presente en mayor medida en aquellos países en los que se privilegia el apoyo institucional a los centros de investigación y enseñanza. Estados Unidos ha puesto inmensos recursos para  la inversión científica y tecnológica y ha creado un conjunto de incentivos como las patentes para sus creadores. No es casualidad entonces que en el último informe (2015) de la Organización Mundial de Propiedad Intelectual este país aparezca como el que más número de patentes ha registrado por 38 años consecutivos. 
     
    Otro caso. Finlandia tiene uno de los sistemas educativos más exitosos gracias a haber puesto en el centro del mismo incentivos como el status, respeto y paga que se da a los maestros. La carrera docente es tan exigente que a ella ingresan sólo el 20 por ciento de los aspirantes, todos con grado universitario. Cada maestro importa pero el sistema “produce” buenos maestros. 
     
    Al final quedan dos posiciones. Apostar por un salvador, un autócrata o un ciudadano que nos venga a resolver los males como la pobreza, la injusticia o la corrupción por su pura iluminación y voluntad o apostar a la creación y fortalecimiento de las instituciones. La elección es nuestra.

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